ZOA SANZ | JAVIER MARTÍNEZ
Miércoles, 25 de junio 2014, 10:08
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El más cruento final posible para Javier Abil se confirmó ayer tras la confesión de uno de los tres lituanos detenidos el lunes por su muerte. El cuerpo sin vida del vecino desaparecido en Gandia fue hallado descuartizado en un paraje de la urbanización Monte Pego, en la Marina Alta.
Según ha podido saber LAS PROVINCIAS de fuentes próximas al caso, la víctima fue asesinada a cuchilladas en el piso de uno de los sospechosos en Oliva. En esta vivienda, agentes de la Guardia Civil lograron encontrar restos de sangre de la víctima.
Pero las últimas horas de interrogatorios a los sospechosos por separado fueron clave para cerrar el círculo. Uno de los lituanos indicó tras las detenciones dónde llevaron el cadáver. El lugar elegido fue un paraje muy cercano a los chalés de Monte Pego, una zona residencial habitada especialmente por ciudadanos extranjeros.
Allí, repartidos en varias bolsas hábilmente enterradas con piedras, aparecieron los restos de Javier. El juzgado de instrucción tres de Dénia estuvo presente en la inspección del lugar y en el levantamiento del cadáver, que finalizó sobre las cuatro de la tarde. Según se desprende de la inspección ocular, los asesinos se ensañaron con él.
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La Benemérita arrestó a los sospechosos el lunes por la mañana en sus domicilios del Grau y de Gandia, después de casi dos meses de investigación. Ayer siguieron las tareas de registro en sus viviendas para recabar pruebas. El móvil del homicidio no ha trascendido, aunque la familia del hombre está convencida de que sufrió un robo.
Javier Abil llevaba en la cartera cien euros, dinero que había ganado tras trabajar como camarero en dos restaurantes. Era domingo, 4 de mayo, y tras finalizar su jornada laboral salió a las diez de la noche a tomar unas cervezas con un amigo por la playa de Gandia. Desde esta hora hasta la medianoche se le pierde la pista.
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Pero a las doce de la noche se le volvió a ver, según relató ayer su prima, Soraya Orpegui. Fue a un pub donde se encontró con una pareja de conocidos. Sobre las tres, sus amigos se fueron, pero él se quedó. «Creemos que en la barra pudo conocer a sus presuntos homicidas. Era muy buena persona y se fiaba de todo el mundo. Hacía amigos en cualquier sitio», detalló Soraya.
Ya cerca de las cuatro de la mañana, la Policía Local acudió al local de ocio de Gandia alertada por quejas vecinales por ruido. Según la prima de Javier, uno de los agentes lo vio con los lituanos. Además, uno de ellos pagó las consumiciones con tarjeta, una acción que fue clave para las posteriores indagaciones. A partir de ahí, nada se supo de la víctima y llegó entonces la denuncia de desaparición.
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Los presuntos autores de la muerte de Javier tienen edades que rondan los 30 años y uno de ellos trabaja como temporero. Otro de los sospechosos había protagonizado una pelea con un compatriota horas antes de llegar al pub, según fuentes policiales.
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