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A. CHECA
Lunes, 7 de julio 2014, 00:32
Bernardo Llopis, vecino de Elda, despierta todos los días a sus cinco hijas con música. Luego les prepara el desayuno. Hoy las llevará a una escuela de verano que le paga el Ayuntamiento durante el mes de julio. Él no puede permitírselo. Lleva años en paro, recibe ayudas de Servicios Sociales y alimentos de Cruz Roja. Y hoy, aunque él lo intente sobre todo de cara a sus hijas más pequeñas (tienen entre seis y catorce años), no será un día cualquiera.
Bernardo lo sabe. Y también Isabel, Jéssica, Carmen, Joana y Cristina, sus pequeñas. Hoy es su ser o no ser. 7 de julio. Es el día fijado por la Audiencia de Valencia para su ingreso en prisión.
Encarcelado por una condena de siete meses de prisión, una cuantía por la que habitualmente (siempre que es inferior a dos años de privación de libertad) se suspende la pena, cuando el procesado no tiene antecedentes penales.
Bernardo cumple ese parámetro. Pero, por ahora, el tribunal ha rechazado su petición de suspensión o de sustitución de la pena por trabajos en beneficio de la comunidad. El viernes presentó un nuevo recurso. La esperanza de que se acepte es el clavo ardiendo al que Bernardo se aferra para no cruzar hoy la puerta de la cárcel.
La condena del vecino de Elda (nacido en Algar de Palancia) se debe al robo de bobinas galvanizadas, por valor de 200.000 euros, de la empresa de El Puig en la que trabajaba. Unos hechos de los que él se declara inocente y ocurridos... hace siete años. «Si entro en prisión, destrozan mi familia. Mis hijas tienen mucho miedo de que ocurra. Las dos mayores hasta escribieron una carta a la Audiencia para enviarla y que no me metieran en la cárcel», explica el padre, separado y a cargo de sus cinco niñas.
Bernardo pide «que se haga conmigo lo que con otra mucha gente: que se me suspenda la pena al cumplir los requisitos de ser menor de dos años y no tener antecedentes». La Audiencia se niega porque no ha devuelto los 200.000 euros por los que está condenado. La contradicción: no hay pruebas documentales de que el dinero aumentara sus ingresos y la propia sentencia lo reconoce como insolvente.
Este fin de semana ha sido un cúmulo de emociones para la familia. «No he parado de jugar con ellas, de abrazarlas...», afirma. Sus hijas le montaron una «fiesta sorpresa» con sus seres queridos en casa. Él prefiere no llamarla 'de despedida'.
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