La 'Araña infernal' y los silbatos protagonizan un disparo de lo más original
Emblema de los Manzanares hecho de forja en la puerta de acceso a la finca del diestro alicantino en la que ayer falleció.

«Hoy no ha venido José Mari...»

La dependienta de la gasolinera donde compraba el diestro a diario se extrañó por su ausencia

ALEJANDRO CALERO

Miércoles, 29 de octubre 2014, 02:14

La rutina de Campo Lugar, un pueblo de unos mil habitantes, básicamente rural y situado en el límite entre Cáceres y Badajoz, se vio trastocada ayer con la muerte del torero José María Manzanares. Por la mañana, la chica que trabaja en la gasolinera ubicada en el cruce con la carretera de Zorita, mostró su extrañeza al encargado porque el diestro no había acudido como todas las mañanas a comprar sus artículos habituales: cerveza, tabaco y la prensa, para leer las crónicas taurinas de su hijo.

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Según la dependienta, Manzanares era una persona de trato amable y cordial. Como anécdota indica que, debido a su desconocimiento taurino, no cayó en la cuenta de que ese hombre que iba a diario al establecimiento era una figura reconocida del toreo y fue el propio matador quien se presentó. Otro día, la dependienta le pidió una foto de Manzanares hijo y éste se la consiguió.

Precisamente, los habitantes de Campo Lugar destacan que, a pesar de que viven en distintos puntos de la geografía española, los tres hijos del torero alicantino tienen un trato más estrecho con el pueblo ya que su infancia se concentró en el municipio. «Hace dos días estaba Manolito por aquí», destaca el trabajador de un taller, refiriéndose al rejoneador Manolo Manzanares.

Y hasta aquí los testimonios que hablan positivamente de la vida del diestro en el municipio cacereño. Tampoco los hay excesivamente malos. Simplemente, cuentan que Manzanares no hacía vida social con los campuseños. Vivía apartado, en la soledad de su finca venida a menos.

El mismo encargado del surtidor afirma que el alicantino llevaba «una vida desordenada». Emiliano reconoce que él llegó a tener una relación estrecha con el torero pero unas tiranteces habían enfriado la amistad. «Era una persona especial. Tenía un carácter delicado», confiesa. Aún así seguía yendo todos los días a extraer su cajetilla de la máquina expendedora.

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En el bar Lafuente, que está en la calle principal por donde pasa la carretera EX-354, coinciden. «Yo llevo 20 años viviendo aquí y ni siquiera le pongo cara», afirma un vecino de origen marroquí. Los clientes de la tasca, que realizaban el descanso vespertino antes de retomar la tarea, se enteraron por la televisión del fallecimiento de Manzanares. «A esta hora solía pasar todos los días por esta calle», dice uno de ellos.

El cariño por Manzanares no era excesivo. Según cuentan, años antes había una decena de trabajadores del pueblo haciendo labores en su finca sin embargo de un tiempo a esta parte, la residencia del torero había frenado su actividad y tan solo mantenía a un par de personas activas, oriundos de Pizarro. Anteriormente, criaba ganadería brava pero ya las parcelas estaban destinadas a pastos y a la producción de carne de vacuno.

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«Anda que no se habrá gastado dinero en esas tierras, mucho más del que ha recogido», comenta un jornalero con el atuendo de labranza. Según sus palabras, la poca presencia que tenía el torero en el pueblo estaba relacionada con el rendimiento de su finca que lleva por nombre 'Ronda Ganadera', en un lugar llamado Cerro Teresa.

Después de las lluvias, todo el suelo, hasta el horizonte refleja el verde de la hierba. Sueltos están algunos animales para los que hay habilitada una charca llena de aves. Las instalaciones y la vivienda están pintadas todas de rojo y en la puerta de acceso a la finca se dibuja en el forjado una manzana y el sello de la ganadería.

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Al latifundio se puede acceder por dos caminos, uno privado que parte desde el canal y otro público, por el que se puede ir a parcelas colindantes. Justo antes de entrar a esa vía sin asfaltar, se encuentra la cooperativa de Campo Lugar, donde paraba en ocasiones para comprar piensos. Allí, también destacan que su aportación a la economía municipal era escasa.

Como las grandes figuras, José María Manzanares tendrá un hueco en la historia de la tauromaquia gracias a su valía. Por el contrario, ha renunció a ser profeta en su tierra de acogida, la misma que vió crecer a sus hijos y la que ha sido testigo de su muerte.

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