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Eneas G. Ferri
Viernes, 31 de octubre 2014, 02:04
Como en las grandes tardes de toros en la Feria de Hogueras, pero con una diferencia: la ovación de ayer fue la más sentida. Con una vuelta al ruedo y un inmenso reconocimiento en forma de aplausos fue despedido el torero José María Manzanares por el público alicantino en la mañana de ayer. Aún no eran las diez de la mañana, la hora prevista para la apertura de puertas del coso taurino, y unas mil personas se agolpaban a las puertas de la plaza. Pocos minutos después se abría el acceso y fueron unas 1.500 localidades las de las gradas las que fueron ocupadas.
Pasó poco más de media hora y llegó el momento de la despedida. La emoción se palpaba en el ambiente y los aplausos comenzaron apenas salió el féretro por la puerta del 'paseíllo', por la que salen los toreros en cada tarde de corrida.
El ataúd era portado a hombros por Juan José Padilla, Javier Conde, Pepín Liria, Salvador Vega, por el lado derecho, y Enrique Ponce, El Juli, el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza, Juan Antonio Ruiz 'Espartaco' y Manuel Abellán, por el izquierdo. Fueron directos hacia el respetable que, mientras esperaba la cercanía del difunto homenajeado, se alzó en pie con sonoros aplausos y al grito de «torero».
Una numerosa comitiva acompañaba al féretro en el trayecto. Estaba encabezada por la mujer de Manzanares, Yeyes Samper, y por los cuatro hijos del diestro: José Mari, Ana María, Manuel y Yeyes. Pese a que intentaban mantener la compostura, sus rostros se llenaban incesantemente de lágrimas por la emoción del reconocimiento que el público brindaba a su esposo y padre.
Tras detenerse unos instantes frente al graderío, fue la cuadrilla de José María Manzanares la que tomó el féretro a hombros para comenzar una rigurosa vuelta al ruedo en la que los aplausos no dejaron de sonar. Delante de la puerta grande, por la que salen los triunfadores, de nuevo el grupo de toreros tomó el ataúd a hombros y cruzó el portón para introducirlo en el coche fúnebre, camino a la concatedral de San Nicolás, donde se celebró la misa funeral.
De nuevo el público agolpado en la puerta grande de la Plaza de Toros de Alicante gritó «torero» efusivamente mientras aplaudía. Se vivió entonces uno de los momentos más emocionantes, cuando tras dejar el ataúd en el coche fúnebre, varios de los toreros que lo portaban rompieron a llorar, especialmente afectados Enrique Ponce y Padilla, aunque todos se repartieron abrazos y palabras de apoyo.
La familia, tras unos escuetos saludos al público que trataba de animarles, subió entre lágrimas a un furgón para desplazarse hasta la concatedral, donde el féretro fue recibido con más aplausos y más vivas.
En una solemne misa concelebrada, el deán del cabildo leyó una carta del Obispo que se encontraba fuera de la ciudad, en la que manifestó su sentir por no poder estar presente y evocó la admiración que sentía por José María al que había visto torear en diversas ocasiones y las devociones marianas de éste. La homilía corrió a cargo del padre Felipe, el 'pater' de la plaza, tan torero como su cargo en sus sentidas palabras al finado y a la familia, todo en una ceremonia que fue seguida con auténtico recogimiento pese a la gran muchedumbre que ocupaba sus bancadas y pasillos.
Al terminar la ceremonia, por orden expresa del deán, se abrió la puerta grande del templo para que tan ilustre alicantino, entrase en la gloria definitiva. Los cofrades de la Hermandad de la Santa Cruz portaban el cuerpo a hombros. Por expreso deseo de la familia, los oficios del cementerio municipal de Alicante se celebraron en la más estricta intimidad.
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