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Una de las obras más significativas de Sanchis Cortés fue el muletazo de Manzanares padre.
El pintor que cambió la luz del toreo

El pintor que cambió la luz del toreo

La muerte de Sanchis Cortés redescubre la importancia del último grande de los artistas plásticos especializados en la tauromaquia

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Domingo, 2 de noviembre 2014, 00:04

Ha muerto Alfredo Sanchis Cortés (Valencia, 1933-2014) el último grande de la pintura taurina que dio la Comunitat. Domingo, Ruano, Reus&hellip y Sanchis Cortés. Cambió los rojos del drama por el azul de la concordia sin que su toreo perdiese emoción o fuerza. Creó el toro guapo e imponente. Descubrió una luz nueva en las plazas y en la capeas y un buen día, a principios de los setenta, llegó a Madrid y triunfó como los grandes toreros, su obra se vendía antes de colgarla en las galerías. Tal fue la aceptación que le dispensaron.

Los cuadros de Alfredo, un hombre bueno en el mejor de los sentidos, pasaban por estar bien pintados. Eran, son, fácilmente comprensibles. Gustaban por el respeto al toreo, a sus normas y a su realidad pero también por su aire innovador. Nunca fue uno más. No eran cuadros estridentes, a diferencia de lo que habitualmente veíamos en las exposiciones taurinas, tampoco recogían dramas, ni tragedias, era más bien la pintura del triunfo, del toro en libertad y también de la anécdota.

Llamó mucho la atención que Alfredo cambiase los rojos más aguerridos por los azules más conciliadores. Como cada pintor importante, tuvo su toro. Fue un toro guapo pero también imponente, diría que síntesis del toro que reclamaban los aficionados del momento.

En cuanto a los toreros, su obra huyó de los modelos concretos aunque resaltan dos nombres, lógicamente los dos de la Comunitat y ambos muy influidos en sus expresiones artísticas por la luz del Mediterráneo que tanto acompañó también su obra. Uno fue Enrique Ponce del que plasmó su tauromaquia en su última etapa como pintor, el cuadro donado a la Diputación por el auto, estuvo colgado en el museo taurino hasta que lamentablemente desapareció, y el otro José María Manzanares, maldita coincidencia en sus muertes, que le inspiró una de sus pinturas más representativas, seguramente su primer aldabonazo en el mundo del toro al que llegó siendo ya un acreditado acuarelista e ilustrador. Representaba un pase de la firma de Josemari luciendo un terno barquillo y oro, que venía a resumir la tauromaquia elegante, con ausencia de crispación, que tanto persiguió el torero alicantino.

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