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El músico ilicitano Miguel Campello, retratado en un almacén de chatarra en Alicante.
«A la vida no venimos a sufrir; venimos a luchar contra el sufrimiento»

«A la vida no venimos a sufrir; venimos a luchar contra el sufrimiento»

Miguel Campello, Cantante y compositor

Eneas G. Ferri

Miércoles, 19 de noviembre 2014, 01:41

Lo de ser el ex de Elbicho quedará para siempre en la trayectoria de Miguel Campello, pero disco tras disco, sin embargo, cada vez queda más lejos. Marcando su propio estilo dentro del mestizaje, el aire flamenco y la mezcla de instrumentos, sus letras son cada vez más sensibles, marcadas por su paternidad y por su retiro al campo para vivir y componer. Además, ahora se autoproduce los trabajos, algo que le aporta libertad, sin alejarse de lo cotidiano y de los sentimientos que afectan a todos en el día a día.

-Presenta su tercer disco en solitario, 'Chatarrero 3. Camina', que tiene una semana de vida. ¿Cómo lo describiría para el que todavía no lo haya escuchado?

- Es como la tinta recién escrita. Huele a tinta, a niño. Como cuando escribes las letras y le vas dando forma de canción. O también es como una comida casera. Como cuando apetece un plato de lentejas de las que hacían las madres a fuego lento. Es un disco hecho con paciencia y con calma.

- ¿A nivel musical, como se reflejan estas metáforas? ¿Hay grandes cambios?

- Sí, hay un cambio bastante radical. La producción la he hecho yo y he hecho lo que me apetecía. Sin tantas opiniones como con Elbicho o con las compañías de discos. Es muy distinto el trabajo así y se ha reflejado. Tener la carta de libertad me ha hecho cambiar.

- ¿Pero sigue en su estilo de fusión de flamenco, rock y sonidos árabes?

- Por mucho que me guste estilos distintos, no me puedo alejar del mío. Me gusta Luz Casal y los Chemical Brothers, por eso hay sonidos bajos extraños con piano y guitarras. Pero siempre me tengo que mover en parámetros que pueda defender en el escenario. No sería lógico hacer discos que sonaran a otra cosa en directo. Me he ido al campo a vivir y me ha servido para tener tranquilidad, investigar nuevos instrumentos y meterlos en las canciones, como el bajo, el piano o la percusión. Haces una canción y trato de vestirla con música. A veces van serias, a veces se visten de carnaval, a cada una le pega una música y cogen su punto, el que quiero y quieren.

- ¿Por qué lo de 'Chatarrero 3'? ¿Tanto le define esa palabra?

- Es casi como mi segundo apellido. Era el oficio de mis dos abuelos. Mi segundo apellido es Gastón, y cuando me paraba la policía, me miraban como que no me pegaba ese apellido (expresa entre risas). También me define como soy, de guardar, de tener cajas con cosas que se convierten en recuerdos. El videoclip de 'Aire' se ha grabado con maderas que tenía por casa.

- Precisamente, en 'Aire', su primer sencillo, la letra dice cosas como «el tiempo que pasa y el aire que va a su rollo». ¿Sigue manteniendo el gusto por las letras que hablan de cosas cotidianas, con una cierta filosofía de gente común?

- En esa letra me refiero a que no aprovechamos el tiempo. Siempre vamos con prisas, con el tiempo justo. Nos dejamos la vida por un sueldo de 700 euros. Hablo de la necesidad de plantearnos si vale la pena vendernos por precios tan bajos. No analizamos bien nuestra vida. Es necesario, a veces, pararte y decir «piensa».

- Su inspiración para escribir pasa por una buena conversación con un amigo que le cuenta sus problemas.

- Todo es eso. Si tus amigos no te cuentan sus problemas, no eres su amigo. Tengo uno que dice que hemos venido a la vida a sufrir. Yo le digo que no estoy nada de acuerdo. Hemos venido a la vida a luchar contra el sufrimiento. Vivimos actualizando los móviles y los ordenadores todos los días, pero nosotros estamos desactualizados con la vida que nos rodea. ¿Para qué tener más dinero del que puedes gastar en una vida y seguir robando, como hacen los políticos ahora? Creo que eso es estar enfermo. Vivimos para salvar cada uno su culo, como los dinosaurios.

- ¿Por qué el paso de la autoproducción ahora, con el riesgo que supone?

- Sacar un disco es arriesgado siempre, pero autoproducirlo ahora en un poco surrealista. Lo haces y sabes que no vas a vender discos. Sabes que tienes un número aproximado de fieles que lo compran, pero eso de antes que se vendían muchas, imposible. La gente, cada vez más, tiene sus grupos favoritos y son ellos los que los que compran los discos. Ya no quedan tiendas de barrio y bandas pequeñas. Las multinacionales, de venta y de producción, son las que se forran. El resto, vivimos como podemos, aunque yo no tengo ninguna queja. En la FNAC hay discos míos más baratos que si se los pido a la discográfica. Tras muchas calamidades divertidas, he visto que puedo hacer la producción y tener esa libertad.

- Ahora, con disco nuevo, es tiempo de presentaciones y giras. ¿Pasará por Elche?

- Aún es pronto para cerrar las fechas de los conciertos, pero siempre saco un día para volver a Elche, para recordar Matola, donde me crié. Son dos años creando un disco y lo que quiero es que la gente lo escuche. Cuando era niño, nos grabábamos los discos en casette y nadie hablaba de piratería. Lo que yo quiero es que la gente escuche mi disco, sea como sea, que disfrute lo que hago. Si me quieren y les gusta, vendrán a los conciertos. Y si les gusta mucho, comprarán el disco por amor a mi trabajo. Me parece una barbaridad las condenas que lanzan algunos y, más todavía, que tenga que pagar a la radio para que pongan mis canciones. Por eso unos suenan cinco veces en una hora y yo no. Pero eso es negocio, no música.

- Pero el IVA para las entradas de los conciertos sí que le afectan.

- Es otra cuestión, pero sí, afecta. Aunque no sólo a los músicos. Las salas pequeñas no te programan, te alquilan la sala, porque no pueden afrontar el gasto con tantos riesgos. La SGAE y el IVA se llevan casi toda la entrada. Pero eso afecta a los artistas, sobre todo a los que empiezan. Una banda poco conocida no puede alquilar salas. Y los técnicos, se quedan sin trabajo. Es todo una pescadilla que se muerde la cola. No me extraña que salgan intelectuales que rechacen los premios nacionales. Que se los coma el ministro con patatas. A los artistas no nos gustan los premios, nos gusta hacer nuestro trabajo.

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