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Esther Brotons
Domingo, 23 de noviembre 2014, 01:30
Hace cinco años se formó un equipo en el Hospital de San Juan que quería conseguir donantes a corazón parado para pacientes jóvenes que se encontraban en lista de espera. La caída de los fallecidos al volante, gracias a medidas como el carné por puntos, la obligatoriedad del cinturón y del casco, estaban llevando a un disminución de donantes por traumatismo craneoencefálico. Una noticia positiva, pero que obligaba a fomentar otras vías para obtener órganos de donantes jóvenes. Se consideraba que este procedimiento podía aumentar hasta un 25% los trasplantes, pero solo cuatro hospitales en el país y de grandes infraestructuras lo estaban llevando a cabo.
Cuando en San Juan anunciaron el proyecto, más de uno pensó que era inviable desarrollarlo en un centro con unos recursos muchos menores y en una ciudad más pequeña. Parecía que estaban predestinados al fracaso, pero el empeño de los profesionales implicados les llevó a ser los primeros en ponerlo en marcha en la Comunitat. Cinco años después han abierto el camino a otros hospitales españoles de iguales características.
Lorena Peiró, responsable de la Unidad de Transplantes, se cita con parte del equipo que trabaja contrarreloj para salvar más vidas, en un programa de donación que es mucho más complejo que la clásica (por muerte cerebral) porque el tiempo puede acabar con todas las expectativas que tenían puestas.
«Por un lado está la frustración porque no has podido sacar adelante a una persona joven, pero luego está la satisfacción de que hemos salvado a tres pacientes de su misma edad que estaban esperando un órgano», explica Peiró ante el proceso que deben llevar a cabo en un tiempo límite de dos horas.
La donación a corazón parado o también llamada en asistolia comienza con el aviso del 112-CICU. El equipo del SAMU se desplaza hasta el lugar donde un paciente ha sufrido una parada cardiaca. En el servicio de emergencias están la doctora Nuria Ferrer y la enfermera Ana Belén Celdrán. Sus años de experiencia hacen que mantengan el estrés a raya y se aíslen del entorno desgarrador en el que deben trabajar. Gritos y llantos de familiares, amigos y vecinos o viandantes que se acercan a curiosear.
«Lo primero que pensamos es en la vida del paciente, en la reanimación y sacarlo adelante. Pero cuando ya no se engancha.... miramos la donación», deja claro la doctora Ferrer, quien apunta que desde existe esta opción al menos pueden sentir la satisfacción (a posteriori) de que han servido los riñones, ojos, y pulmón que han rescatado.
120 minutos. Ese es el tiempo máximo que el equipo del SAMU tiene desde la muerte del posible donante hasta que se inicia la preservación de los órganos en el hospital, donde el equipo de trasplantes ya está en alerta. Pendientes del reloj, «el paciente está intubado, en algunas viviendas hay que bajar escaleras porque no tienen ascensor, son movimientos muy lentos», matiza Celdrán para mostrar que el traslado no es tan sencillo y rápido como se puede pensar. El código se acaba de activar.
La responsable insiste en que «siempre estamos controlando los tiempos». Celadores, personal de Urgencias y de la unidad de Cirugía General, Urología, Oftalmología y el equipo de trasplante pulmonar de La Fe (en la provincia no se realizan esta última intervención) ya están preparados, pero antes tienen que confirmar el fallecimiento y después, que es un potencial donante. Se buscan los antecedentes a través de familiares y conocidos y del sistema informático, a la vez que deben esperar los resultados de las analíticas que se piden. Un entramado que no sería posible sin la generosidad de los familiares.
Con una media de edad de 45 años, el límite como donante está en los 60, pero también han tenido algún caso de solo 25 años. Hasta el momento solo han recibido una negativa familiar y la capacidad de empatizar es fundamental. «Hay reacciones de todo tipo, tienes que estar con ellos y sin prisas informarles a demanda de lo que te piden para que vayan asimilando lo que puedan porque es una muerte mucho más difícil», destaca la doctora Peiró. Es más, si el profesional no encuentra el momento de plantear la donación y ésta se tiene que anular «es importante seguir con ellos porque ese apoyo a posteriori lo agradecen mucho», añade.
En estos cinco años se han conseguido 70 trasplantes renales, uno bipulmonar, 110 de córneas y al menos 400 piezas osteotendinosas. Unas cifras más que significativas, que han merecido el reconocimiento de otros centros que se han animado a seguirles -ahora mismo son nueve- y que se han logrado pese a las dificultades para obtener órganos válidos tras la muerte del paciente. Porque intentos fallidos tienen. En ocasiones no han llegado a tiempo y en otros, los antecedentes del paciente y la negativa judicial lo han impedido. «Por lo menos hay que intentarlo», insiste Peiró, que se marca como retos poder extraer hígados, mejorando el método de preservación, y ampliar la zona de actuación a La Vila, Benidorm y Elche.
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Iker Cortés | Madrid
Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
Patricia Cabezuelo | Valencia
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