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Esther Brotons
Lunes, 16 de febrero 2015, 00:45
Los profesionales sanitarios como segundas víctimas. Esta es la base de un proyecto nacional coordinado por José Joaquín Mira. Investigador del departamento de salud de Sant Joan, están diseñando herramientas para preparar a los médicos y enfermeros del país tras un evento adverso -por este término se entiende un daño no intencional que sufre un paciente en su asistencia, pero que no siempre está asociado a un error clínico- y, además, fomentar la cultura de seguridad y un comportamiento ético con los enfermos que son víctimas de un fallo. Y es que un 58% de los profesionales encuestados reconocen que han sido testigos de un incidente no intencionado que provocó consecuencias graves al paciente.
Participantes.
Médicos, psicólogos y enfermeros de hospitales y primaria de la Comunitat, Andalucía, Aragón, Castilla-La Mancha, Castilla-León, Cataluña, Madrid y País Vasco.
Problemas.
Un 60% siente culpa; 50%, ansiedad; el 42% revive una y otra vez el suceso; el 39% cansancio, un 38%, insomnio y un 32% dudas sobre lo que hacer.
En el estudio participan médicos, psicólogos y enfermeros de hospitales y de atención primaria de ocho autonomías, está financiado por el Fondo de Investigaciones Sanitarias (FIS) y los Fondos Feder y tiene una duración de tres años. En la primera fase han estudiado la magnitud del problema y cómo afecta a los profesionales. Los resultados muestran que estos eventos en el sistema sanitario de España ocurren, al menos, en un 10% de las altas hospitalarias y en un 7% de los pacientes que pasan por atención primaria, es decir, el 1% de las consultas porque un usuario puede ir varias veces. Unas cifras que el investigador afirma que son «normales» respecto a otros países, pero que nunca se pueden justificar.
«Ninguno lo hace a propósito. Si un médico prescribe un fármaco a un enfermo que le da una reacción adversa y le sienta mal, el primero que lo sufre es el paciente, pero al facultativo también le afecta y empieza a preguntarse si hubiera hecho esto o lo otro», apunta Mira. Un concepto de segunda víctima sobre el que insiste: «Estamos hablando de un profesional que directa o casi de una manera indirecta se ha visto involucrado en que un paciente tenga un incidente involuntario e indeseado; en ocasiones se trata de un cúmulo de acontecimiento donde al final el resultado puede ser incluso la muerte». De ahí que recuerde que «a nosotros (los sanitarios) se nos exige y se nos debe exigir un coste adicional en seguridad que significa revisar procedimientos, intentar adelantarse al error y ser conscientes de que a pesar de todo ello puede suceder».
Insomnio y ansiedad
¿Qué sienten los profesionales como segundas víctimas? En más del 60% de los casos tienen sentimientos de culpa; la mitad, ansiedad; el 42% no puede dejar de revivir el suceso; un 39%, cansancio, apatía y no querer hacer nada; 28% insomnio y un 32%, dudas constantes en las siguientes acciones que deben tomar, lo que en cierto modo les incapacitad. Y es que, según el investigador, «un evento adverso llama inmediatamente a otro porque tiene inseguridad y ante cualquier situación se lo plantea una y otra vez y al final la fastidia por querer hacerlo bien».
Esta situación no solo afecta a su vida en el trabajo, también la familiar. Bajas laborales e, incluso, hay quienes llegan a abandonar la profesión o cambian de centro de salud o unidad porque se ven solos y culpabilizados. Apenas un 13% de los trabajadores de hospital que lo han pasado dicen que ha recibido ayuda. Es más, un 35% de los directivos de centros hospitalarios y un 43% de las áreas de primaria no tienen ni siquiera previsto qué hacer si ocurriese un evento adverso.
El equipo de investigación ha diseñado guías de intervención -herramientas online- para directivos y responsables de seguridad del paciente para reducir el impacto personal, familiar y profesional de estos eventos en los sanitarios, pero también para reforzar la cultura de seguridad en las instituciones y fomentar un comportamiento ético con los enfermos. Esto se hará entrenando a los profesionales para que tengan una comunicación franca con aquellos que han sufrido un fallo. De hecho, son muchos los que reconocen que no sabrían cómo dar esa información.
Además, en la última fase, se van a desarrollar herramientas virtuales (web y App) de ayuda individualizada a los sanitarios. Desde el 13 de febrero están grabando con un grupo de actores situaciones reales, como por ejemplo, un error en vacunación para que vean qué ocurrió y qué se podría haber hecho. Todos estos soportes se pondrán a disposición del sistema de salud. «Hay que evitar ya no las segundas, sino las primeras víctimas intentando adelantarse a la posibilidad de un error reduciendo al máximo la incertidumbre», explica Mira, quien asegura que «nuestro sistema tiene suficientes y bastantes barreras de seguridad, pero tenemos que incorporar nuevas y que sean eficaces».
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