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Eneas G. Ferri
Sábado, 18 de abril 2015, 01:14
Era un niño curioso y ávido de experiencias cuando su padre, don Amable, era el boticario de la localidad murciana de Santomera a mediados del siglo pasado. Octavio Caballero vivía en aquella farmacia, cuando las farmacias hacían de dispensadoras de medicamentos, como ahora, pero también de lugar de encuentro vecinal y, con ello, social y cultural.
Con todos estos recuerdos y memorias de niñez y adolescencia, el doctor ha plasmado una serie de capítulos compuestos por vivencias, curiosidades, personajes, escenas y anécdotas que componen 'La botica de la memoria' (Editorial ECU), un relato costumbrista de la vida y las gentes de aquella época en un pueblo pequeño.
A este respecto, el galeno apunta con seguridad que «es lo que viví en Santomera, pero es lo que podría pasar en cualquier municipio similar de España, en cualquier 'lugar de La Mancha', como dijo Cervantes, porque son cosas comunes en las que cualquier lector se verá reflejado en su pueblo».
Pese a que en la actualidad el papel de la botica de una farmacia pueda quedar muy alejado del que tenía en el pasado, lo cierto es que cumplían un importante rol social, ya que «nunca cerraba, estaba siempre de guardia e, incluso, hacía de casa de socorro si era necesario», comenta Caballero.
«Cada vez que algún vecino enfermaba y necesitaba alguna medicina o remedio, daba igual la hora. Se acercaba a la farmacia y se le atendía. Incluso, mi padre salía a las casas a ver o auxiliar si alguien lo necesitaba. Esto creaba un ambiente vecinal donde se tenía mucho aprecio a nuestra casa», añade el galeno.
Por este motivo, junto a la atención propia del negocio para los vecinos, el recuerdo de Caballero pasa también por el de un lugar de encuentro social donde «los vecinos pasaban por la puerta y entraban a comentar alguna situación de actualidad o simplemente a charlar un rato», de la misma manera que la rebotica servía de lugar de reunión «cuando el cura quería comentar alguna cuestión, cuando venía algún médico al pueblo o, incluso, practicantes, artistas o escritores que pasaban por allí. Se reunían alrededor de la mesa y se creaba una especie de sala cultural», apunta.
Mediante recuerdos sueltos, pasajes curiosos o personajes, el médico se adentra en diferentes capítulos como mostrador del comercio, las tradiciones, la prensa, los vendedores de iguales, personas singulares e, incluso, una petición de mano que se celebró en la rebotica.
Una pedanía olvidada
Haciendo una visión general, el libro que ha escrito Caballero, según manifiesta, refleja «la sociedad de aquellos tiempos de posguerra, pero también «cómo era una población pequeña, una pedanía de Murcia olvidada por las instituciones porque solo estaba la iglesia y que, además, era agraria».
Con estas premisas, también hay capítulos que reflejan cómo «había familias a las que se le fiaban las cosas que necesitaban y que, si podían y cuándo podían, pagaban con especias de su huerto o de lo que tenían para vender», a lo que añade el galeno que «pese a que el tono es de un recuerdo feliz, hay momentos para recordar que mucha gente lo pasaba mal, era analfabeta y a épocas apenas tenían para comer».
En definitiva, Caballero ofrece al lector un paseo por la España rural de hace medio siglo, tan cercana en el tiempo y tan diferente a la que existe hoy.
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