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Luis Candela
Martes, 15 de septiembre 2015, 01:08
La Audiencia Provincial sentó ayer en el banquillo a un acusado de querer matar a su mujer a golpes con un objeto contundente en el domicilio conyugal de Calpe cuando esta quiso cortar la «tortuosa» relación, como ella la definió, a la vuelta de un viaje. Sin embargo, el hombre, preso desde que se produjeron los hechos, en mayo del año pasado, se presentó ante el tribunal como víctima. Según declaró, él solo se defendió de un ataque en el que «recibí tres golpes en la cabeza», por lo que le propinó un par de golpes a la víctima, a la que acusó de autolesionarse.
El reo negó categóricamente que intentara asfixiar a la que hasta hace poco era su esposa. El procesado aseguró incluso al tribunal que había sido víctima en multitud de ocasiones de agresiones, en algún caso hasta con un cuchillo, pero que nunca lo denunció. Para el Ministerio Público, los hechos se desarrollaron de forma bien distinta, por lo que en su escrito provisional de acusación pide para él ocho años de cárcel por el delito de homicidio en grado de tentativa con la agravante de parentesco.
La pareja se conoció hace alrededor de cinco años, según confirmaron ambos en el juicio celebrado ayer, y contrajeron matrimonio en enero de 2014, solo cuatro meses antes del incidente. Sin embargo, la relación sentimental estuvo repleta de presuntas agresiones y reconciliaciones. De hecho, ella presentó una denuncia contra él en 2013 que quedó en nada al no presentarse al juicio porque «habíamos vuelto», como especificó la víctima.
El relato de la joven, casi 30 años más joven que el presunto agresor (se conocieron cuando él contaba 47 y ella 19), resultó diametralmente opuesto, pues ratificó lo denunciado en su momento. A lo largo de la versión ofrecida ayer, la chica narró que decidió marcharse de viaje para replantearse la relación y fue a la vuelta cuando ocurrió todo.
Es en este punto cuando las versiones toman caminos completamente opuestos. A diferencia de lo dicho por el acusado, la víctima sostuvo que le manifestó que había decidido poner fin a la relación y «se le cruzaron los cables».
La joven aseguró en su relato que a continuación su agresor le propinó múltiples golpes, principalmente en la cabeza, con una botella decorativa forrada toda ella con cuerda, mientras le gritaba que «era una zorra y que me iba a matar», como confesó.
«Aquello parecía una carnicería, había sangre por toda la casa, pero hice todo lo posible por defenderme y sobrevivir», explicó la agredida a los miembros del tribunal de la Sección Primera, no sin tener que parar en algún momento por el nerviosismo que le generó el recuerdo de lo ocurrido. De hecho, la joven tuvo que declarar sin que su expareja estuviese a la vista en la sala.
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