Luis Candela
Miércoles, 23 de septiembre 2015, 01:54
«La he matado, le he golpeado con un hacha en la cabeza y le he cortado un pie. Lo que he hecho no se puede contar, ya lo veréis». Estas fueron las primeras palabras que Martín R.S., el asesino confeso de Sorina P., de 25 años de edad, en su casa de Torremanzanas la tarde del 20 de octubre de 2013, dirigió a los agentes de la Guardia Civil que le interrogaron en el Hospital Comarcal de La Vila Joiosa. Hasta allí lo trasladaron su padre y su tío dos días después del horrendo crimen ocurrido en la partida de Teix, a quienes llamó porque decía haber sufrido una paliza.
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Sin embargo, de camino al centro hospitalario, el reo habría confesado a sus familiares parte de lo que había hecho con la joven estudiante rumana, pese a que estos últimos se desdijeran ayer en el juicio. Según comenzó a explicar el progenitor, encontraron a Martín «desnudo en la carretera sin que se pudiese tener en pie». Al verlo así y con cortes por distintas partes del cuerpo, optaron por dirigirse al hospital.
El hombre había olvidado parte de lo dicho ante los agentes y la instructora del caso. El fiscal responsable del caso le recordó haber declarado que su hijo le reconoció haber matado a Sorina. «No dijo nada sobre ella», tan solo reconoció que «le escuché comentarios desvariados», como que «esta no va a dar más el follón».
No obstante, el letrado que representa a la familia, Eugenio Barea, le trajo a la memoria expresiones que obran en las actuaciones como que Martín le confesó que «me la he cargado», pese a que el progenitor dijo ayer no recordarlo.
El padre se reafirmó en que su hijo pudo obrar así porque la muchacha había concluido sus estudios de Ingeniería en el campus de la UPV en Alcoy y se iba a marchar del país. Tras él, desfilaron por la sala los agentes responsables del caso. Ellos mismos aseguraron que Martín les ofreció dos días después de los hechos un relato «coherente; de forma voluntaria en una conversación fluida» cuando se entrevistaron en el hospital y no las paranoias que el lunes dijo sufrir el preso.
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Los agentes que acudieron a la casa se encontraron con todo revuelto, una de las estancias de la casa quemada y restos de sangre por toda la vivienda, sobre todo en la habitación donde ocurrió el crimen.
Los miembros del jurado pudieron contemplar las armas encontradas allí. Sobre la mesa de la magistrada que preside el juicio se ubicaba la mancuerna y las hachas halladas con numerosos restos de sangre.
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