Luis Candela
Viernes, 25 de septiembre 2015, 00:39
Martín R.S. se encontraba en sus cabales cuando asesinó y mutiló a su pareja, una muchacha de 25 años, en la finca donde residían de la partida del Teix del municipio de Torremanzanas. El jurado popular que lo enjuiciaba en la Audiencia Provincial de Alicante por estos hechos ocurridos el 20 de octubre de 2013 emitió ayer por la tarde su veredicto: culpable de asesinato, profanación de cadáveres, tenencia ilícita de armas y daños a un vehículo.
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El procesado hizo uso del último turno de palabra para reiterar que no fue consciente de la atrocidad que cometió con Sorina P., cuyo cuerpo lo encontró la Guardia Civil sin rasgos faciales a consecuencia de los golpes asestados con una mancuerna y una hacha, con varios miembros amputados e, incluso, con un arpón clavado.
Ahora, el reo se enfrenta a una pena de hasta 26 años y diez meses de prisión por la suma de los delitos cometidos hace casi dos años. Además, tanto el fiscal como el abogado de la familia de la fallecida, Eugenio Barea, han pedido que Martín R.S. indemnice a los padres y al hermano de la víctima con 250.000 euros por los daños morales ocasionados.
El letrado reclama además otros 100.000 euros provocados en la casa, que es de su padre, por el incendio provocado entre el día de los hechos y los dos siguientes.
El reo vienen manteniendo desde el lunes, cuando arrancó el juicio, que una mezcla de drogas, alcohol y problemas mentales le llevaron a sumirse en una paranoia que acabó con la muerte de la chica rumana. Según declaró ese día, vio un bulto en la cama y lanzó un hachazo. Sin embargo, en declaraciones hechas los días posteriores al hallazgo del cuerpo no se mostró tan afectado por las citadas circunstancias.
Según declararon los guardias civiles que se entrevistaron con él y la doctora que lo atendió dos días después del crimen, se mostró «colaborador y consciente». De hecho, a los agentes les confesó el óbito, pero les emplazó a ver sobre el terreno cómo lo había perpetrado porque «lo que he hecho no se puede contar». Los forenses indicaron que no quedó un solo hueso de la cara sin romper y que hasta hubo intento de decapitación del cadáver.
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Pese a los intentos por probar sus afectaciones mentales, los médicos forenses descartaron que Martín sufra una enfermedad crónica o que padeciese esos días un episodio psicótico que lo moviese a actuar con esa violencia contra la muchacha.
En cambio, los miembros del jurado sí consideran que el procesado actuó con premeditación, alevosía y ensañamiento. Los informes biológicos revelaron que el asesino confeso, cuando apareció dos días después de los hechos, ya no contaba con restos de sangre de la víctima, por lo que contó con tiempo suficiente para lavarse a fondo.
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