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ANTONIO PANIAGUA
Martes, 29 de septiembre 2015, 01:44
Once cardenales, entre ellos el cardenal Antonio María Rouco, han unido sus fuerzas para impugnar en toda regla uno de los puntales del magisterio del Papa. Los purpurados expresan su oposición al deseo de Francisco de abrir las puertas de la Iglesia católica a los divorciados que se han vuelto a casar.
Los prelados díscolos aseguran que el matrimonio homosexual atenta contra la ley de Dios y aseguran que las rupturas matrimoniales son una pandemia. Las críticas a la nueva línea impuesta por Jorge Mario Bergoglio llegan en un momento inoportuno, a pocos días de que comience el Sínodo de la Familia, en el que debatirán estas y otras cuestiones.
No es que el Vaticano bendiga las bodas gais, pero al menos, como se puso de manifiesto en el anterior sínodo, entiende que los homosexuales tienen «dones y cualidades que ofrecer a la comunidad cristiana». La andanada de los once cardenales es un síntoma más de la contestación interna a la postura del Pontífice en busca de una mayor tolerancia.
Las críticas al rumbo de Francisco surgen en un libro que aparecerá publicado en breve en inglés por la editorial Ignatius Press. Según informa el diario 'La Reppublica', los cardenales que participan en el libro, además de Rouco, son el arzobispo de Bolonia, Carlo Caffarra; el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de la India, Baselios Clemis; el arzobispo de Praga, Dominik Duka; el arzobispo de Utrectht, Willem Jacobus Eijk; el arzobispo emérito de Colonia, Joachim Meisner; el arzobispo de Abuja, John Onaiyekan, y el vicario emérito de la diócesis de Roma y expresidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Camillo Ruini.
La lista se completa con el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Robert Sarah; el arzobispo de Caracas (Venezuela), Jorge Urosa Savino, y el presidente emérito del Pontificio Consejo Cor Unum, Joseph Cordes.
A Rouco se le atribuye una contrariedad mal disimulada por la elección del Papa argentino en marzo de 2013. El cardenal gallego considera que Bergoglio adolece de falta de conocimientos sólidos en teología. En el cónclave en que resultó elegido Bergoglio, Rouco se decantó por el arzobispo de Milán, Angelo Scola. Además, el expresidente de la Conferencia Episcopal se ha permitido maledicencias contra el Pontífice.
Mandamiento «inequívoco»
Rouco, que lo ha sido todo en la Iglesia española, el hombre que ha formado parte de varios dicasterios y que ha mandado en la Congregación para los Obispos -decisiva en el nombramiento de prelados-, se disgustó mucho con las formas y el estilo que el Vaticano usó para apartarle del Arzobispado de Madrid. Su sucesor en la archidiócesis, Carlos Osoro, dista mucho del perfil que hubiera querido Rouco.
Para Cordes, los divorciados que han vuelto a casarse han vulnerado un mandamiento de Jesús que es «inequívoco». A su entender, viven en una situación que «contradice de manera objetiva lo que quiere Dios». Con el mismo acento conservador se expresa el arzobispo de Utrecht, cardenal Eijk, para quien la concesión de la comunión es un riesgo que hay que sortear porque «una vez aceptada, se aceptará también que el mutuo don de los esposos no deba ser total, ni en el orden espiritual, ni físico». «En consecuencia -prosigue-, nos veremos obligados a cambiar la doctrina de la Iglesia que se refiere al matrimonio y la sexualidad».
Los once cardenales pretenden acompañar a quienes «han sido abandonados por el cónyuge y siguen fieles al matrimonio», al tiempo que trata de ayudar a los jóvenes que son víctima de una «pobre catequesis».
En su reciente visita a EE UU, se percibió la contestación interna al Papa que existe en círculos tradicionalistas. Su objetivo para abreviar los trámites para la nulidad matrimonial no sentaron nada bien entre la derecha católica norteamericana. Tampoco es de su agrado que Bergoglio no ataque con más dureza el aborto o lo anticonceptivos, cuestiones de moral sexual que el Papa considera de sobra conocidas por los católicos.
La cruzada del Papa contra el orden económico, el rechazo a los inmigrantes y los pecados propios de la Iglesia incomoda a algunos miembros de la Curia, que preferirían un pontífice que cantara las virtudes de Dios y de sus seguidores. Se trata de una oposición muy discreta, pero que se va haciendo cada vez más audible.
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