Eva María Lahoz
Martes, 20 de octubre 2015, 01:23
Llegó sonriente y montado en un vehículo de altísima gama. Saludó a la prensa congregada a las puertas del Ayuntamiento y estrechó la mano afectuosamente a los policías que custodian la entrada. Una afabilidad que desplegó aún más pocos minutos después en la sala de juntas de Alcaldía, donde ayer el empresario Enrique Ortiz se enfrentaba solo, sin el apoyo de ninguno de sus socios o abogados, a un equipo de gobierno claramente hostil.
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Ortiz ha cambiado de táctica. Después de unos primeros meses de enfrentarse a las nuevas políticas del tripartito, de una demanda por el rechazo a la prórroga de la contrata de limpieza de colegios y dependientes y de la amenaza de otra por la oposición del Ayuntamiento a la ATE de Ikea en Rabasa, el empresario se ha dado cuenta de que por esa vía tiene poco que ganar. Acorralado, ha decidido desplegar sus encantos, con el complicado fin de ganarse al tripartito y dispuesto a renunciar a todo menos a la gallina de los huevos de oro, es decir, al macroproyecto de Ikea. Ayer, el equipo de gobierno no se lo puso fácil y quiso dejarle claro desde el principio que puede ir olvidándose de tratos de favor. «Se acabaron las cartas marcadas», resaltaron.
Solo ante el tribunal
Ya de entrada se tuvo que sentar solo, enfrentado a seis integrantes de la Corporación, cuatro del tripartito y dos de la oposición. El alcalde, Gabriel Echávarri, y los portavoces de los tres grupos en el gobierno: Eva Montesinos, del PSOE, Miguel Ángel Pavón, de Guanyar y Natxo Bellido, de Compromís, habían dispuesto que Ortiz se sentase junto a los representantes de PP y C's, que fueron Luis Barcala y Fernando Sepulcre (los portavoces no asistieron a la cita). Sin embargo, éstos estuvieron avispados y rechazaron directamente tan dudoso honor, ya que salir en las fotos sentado junto a Ortiz no cotiza precisamente al alza en estos momentos.
Así, al final la estampa parecía la de un tribunal juzgando a un reo. Pero éste es perro viejo y no se dejó amilanar por la situación. Desplegando afabilidad y llamando a cada uno por su nombre de pila (algo que disgustó especialmente a Pavón, que fue el único que le mantuvo el usted, pese a todo), Ortiz comenzó apelando al corazoncito de la Corporación, al mencionar a los 2.589 trabajadores que dependen de sus empresas. También entonó el 'mea culpa' y, siempre según explicaron después desde el equipo de gobierno, reconoció que ha cometido numerosos errores que le han puesto en «una situación personal complicada», en clara referencia a sus imputaciones en ramas de los casos Brugal y Gürtel. También pidió disculpas por la carta amenazante de Alicante Avanza al Ayuntamiento, que achacó al excesivo celo de sus abogados.
Asume que su nombre está manchado pero pide que se desligue del de sus empresas. Incluso se ofrece a apartarse de aquellas cuestiones que le vinculan al Ayuntamiento o a Alicante y en las que su presencia «no es positiva para la imagen de la ciudad».
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Incluye, entre estas cuestiones, la ATE de Ikea, en el sentido de desvincularse de la promotora Alicante Avanza. No obstante, le recordaron desde el tripartito, ello no implicaría ninguna diferencia porque «el negocio ya lo ha hecho con la venta de terrenos».
Una venta y un contrato firmado con Ikea que pesan a Ortiz más que ninguna otra cosa, ya que es consciente de que tendrá que devolver importantes cantidades de dinero si el proyecto no sale adelante.
Por eso, tras ponerse a disposición del Ayuntamiento como «aliado» y ofrecerse incluso a poner al tripartito la alfombra roja ante sus intenciones de municipalizar algunas de sus contratas, el empresario centró todos sus esfuerzos en sacar a la ATE del coma en el que se encuentra.
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Rabasa, «incuestionable»
Ortiz se ofreció a mediar con los suecos pero aseguró, una vez más, que es la multinacional la que está empeñada en instalarse en Rabasa sí o sí. Explicó que él mismo les ofreció un suelo alternativo junto a la Vía Parque que rechazaron.
En su opinión, esta ubicación es «incuestionable» para la empresa y si no es allí, no se instalará en otra parte. Según el empresario, el último informe del Ministerio de Fomento exige invertir en un nudo de comunicaciones «valorado en 200 millones de euros», lo que haría inviable el proyecto. Pero asegura que la opinión de Fomento «ha cambiado muchas veces» y podría volver a hacerlo.
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Además, advirtió de que no van a admitir tampoco menos de 75.000 metros cuadrados de superficie comercial junto a la tienda de Ikea. Eso sí, planteó la posibilidad de negociar que se instalen allí solo medianas superficies, no tiendas pequeñas, para dañar menos al comercio local.
Desde el tripartito, no obstante, le dejaron claro que no les gusta ni el proyecto ni la figura urbanística utilizada para desarrollarlo, la ATE, aunque ésta depende de la Generalitat.
Pavón fue incluso más allá y negó toda posibilidad de favorecer este plan al sentenciar que la urbanización de Rabasa se decidirá en el nuevo Plan General de Ordenación Urbana y no antes, por lo que el suelo no estará disponible hasta dentro de al menos seis o siete años.
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El vicealcalde y concejal de Urbanismo fue, de hecho, el que plantó cara al empresario de forma más directa durante la reunión, en la que Echávarri y Bellido apenas intervinieron, como tampoco lo hicieron casi Barcala y Sepulcre.
Pavón, que ya en la oposición era muy crítico con Ortiz, ayer no dudó en espetarle que ha sido «nefasto» para los intereses de la ciudad y en echarle en cara que es «un especulador», algo que enfadó al empresario.
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Entre ambos se produjeron algunos momentos de tensión, que el empresario no obstante intentó rebajar en todo momento. Estaba claro que quería que el encuentro fuese «cordial», tal y como lo definió cuando salía de la reunión.
El tripartito sin embargo rebaja el calificativo a «normal», a la vez que «especial» (contradicción incluida) y Pavón baja unos grados más para definirlo como «frío». Al final, más allá de la tensión y el morbo de la reunión, no parece que vaya a marcar un antes y un después en las complejas relaciones con el empresario.
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