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DARÍO MENOR
Sábado, 7 de noviembre 2015, 00:36
Las homilías que Francisco ofrece en las misas que cada día celebra a primera hora de la mañana en la capilla de la Domus Santa Marta, la residencia de la Ciudad del Vaticano donde vive, son una cita imprescindible para entender cómo piensa. En estos sermones improvisa y se deja llevar, saliendo del encasillamiento en que caen a menudo las intervenciones preparadas y los textos oficiales. En su homilía de ayer, el Papa se refirió de manera indirecta al caso 'Vatileaks 2', el escándalo que ha estallado esta semana tras una nueva filtración de documentos confidenciales del Vaticano que muestran la incapacidad estructural que padece la Santa Sede para gestionar sus recursos económicos sin cometer alguna irregularidad.
Bergoglio les pidió a los sacerdotes y obispos presentes en la homilía que venzan la «tentación» de llevar una «doble vida» en la que utilizan a la Iglesia para satisfacer sus ambiciones personales. Una vez más criticó a quienes están «apegados al dinero» y a los que, en lugar de servir al prójimo, aprovechan su posición para actuar como «trepas». «En la Iglesia están estos que, en vez de servir, pensar en los demás y sentar las bases, se sirven de la Iglesia. ¿Cuántos sacerdotes y obispos hemos visto así? Es triste decirlo ¿no?», se preguntó retóricamente Francisco, que en estos dos años y medio de pontificado ha realizado numerosos llamamientos para acabar con el «carrerismo» entre los eclesiásticos.
No es esta la única intervención reciente de Francisco que puede ser leída como una reacción a las resistencias internas que está encontrando para poner en marcha su idea de una Iglesia pobre y humilde. En una entrevista al diario para indigentes de Utrecht (Países Bajos) 'Straatnieuws', realizada el pasado 27 de octubre y cuyo contenido difundió ayer Radio Vaticana, Bergoglio advirtió de que un auténtico creyente «no puede hablar de pobreza o de los 'sin techo' y llevar una vida de faraón». Sus palabras parecen dirigidas a esos cardenales de la Curia romana que viven en lujosos apartamentos de 400 metros cuadrados y con varias monjas a su servicio.
La conversación entre el Papa y los redactores de esta publicación se desarrolló, como la misa matutina, en la Domus Santa Marta. «Nosotros gestionamos este edificio y todas las cuentas están controladas para evitar la corrupción», contó el Pontífice, reconociendo a continuación que siempre existe «la tentación de la corrupción en la vida pública, tanto en la política como en la religiosa».
El obispo de Roma defendió que la Iglesia necesita algunos bienes para mantener su propia estructura y para pagar las «muchas obras» que se hacen en los países más pobres, entre las que citó «los hospitales y las escuelas». En cualquier caso, aseguró que el Vaticano ha comenzado a vender algunos de los muchos regalos que le llegan. No se hace lo mismo con las obras de arte que custodia la Santa Sede, porque son «tesoros de la humanidad».
Acabar con los pufos
Con estas intervenciones de Francisco se refuerza el gran mensaje que ha dejado en el aire el caso 'Vatileaks 2': una parte de la jerarquía eclesiástica tiene un problema grave con el dinero. Esto supone un daño para la Iglesia, pero no para el Papa, que sale en cierta forma reforzado de este escándalo. Las transcripciones de conversaciones y los documentos confidenciales filtrados muestran su voluntad por acabar de una vez con los pufos e imponer el ahorro y la transparencia en las cuentas vaticanas. Este escenario contribuye a agrandar la brecha entre la popularidad del Papa y la de la comunidad eclesiástica como institución. Un sondeo realizado en Italia a principios de septiembre sostiene que el 84% de los encuestados tienen «mucha o muchísima» confianza en el Papa, pero sólo el 47% piensa lo mismo sobre la Iglesia católica.
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