PPLL
Lunes, 14 de diciembre 2015, 00:30
Su historia cierra los capítulos individuales. Es el kilómetro 41, y ocupa este lugar porque Gabrielle Andersen-Schiess protagonizó uno de esos momentos que quedan grabados en la historia del maratón. «Mi llegada renqueante a la meta tras los 42 kilómetros de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles'84 dio la vuelta al mundo y muchos me consideran todavía como un icono de fuerza, valentía y coraje».
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Sí, aquella atleta suiza que cubrió la recta del estadio tambaleándose agotada por el esfuerzo tiene ahora 69 años, reside en Estados Unidos y admite que se sorprende que a día de hoy haya jóvenes que conozcan su historia. «Quedé impresionada ante la cantidad de atención que recibí de los medios al acabar aquel maratón. Sin embargo, aún me asombra más que jóvenes que entonces ni siquiera habían nacido vean vídeos de mi llegada y se emocionen».
Andersen, que todavía hoy puede sentir «el calor insoportable y la humedad pegándose a la piel de aquel maratón», fue víctima de un golpe de calor «que me aturdió. Tuve que luchar con todas mis fuerzas para no sucumbir y sentarme. Había llegado tan lejos y quedaba tan poco que no tenía más remedio que seguir, era mi única oportunidad para acabar un maratón en un estadio olímpico».
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