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Nogoye, Maget y Suzanne, en la Plaza del Mar, cerca de donde trabajaban en el Postiguet haciendo trenzas.
Una vida por lo legal

Una vida por lo legal

Una treintena de mujeres senegalesas se constituyen como cooperativa y piden ayuda para abrir negocios en Alicante

José Vicente Pérez Pardo

Domingo, 3 de abril 2016, 01:17

Nogoye, Maget y Suzanne no son ilegales, porque ninguna persona lo es, pero el caso es que están indocumentadas y no pueden dedicarse a nada más allá de hacer trenzas en las playas o vender cachivaches en la Explanada. No es que no quieran trabajar, porque para ello cruzaron el Estrecho jugándose la vida, si no que no pueden. Como ellas, más de una treintena de mujeres y un centenar de hombres que residen en la ciudad buscándose la vida al margen de la ley.

Forman parte de la colonia de senegaleses que antes de Semana Santa pidieron a la concejal de Cooperación, Julia Angulo, poder vender sus productos para poder subsistir, ya que la presión policial en el Paseo del Puerto y en el Postiguet, lugares en los que habitualmente se situaban, les impide ahora ponerse. Entonces no fue posible, puesto que la ley no se lo permite. Pero la fuerza de estas mujeres en particular puede con todo y, si consiguieron cruzar el mar de noche en una patera, también podrán adelante a sus familias.

Ellas y otra treintena de mujeres más quieren montar una cooperativa para abandonar una vida dura y difícil de clandestinidad y, como dice Maget, «aportar algo a nuestra familia, pero también a la ciudad que nos ha acogido» desde hace muchos años, donde han sobrevivido «gracias a Dios» y han fundado familias: «Mis hijos son españoles», reitera Maget, haciéndose de valer.

Esta cooperativa serviría para fundar negocios con los que ofrecer los servicios que ahora dan fuera de la legalidad, como la venta de artesanía o abrir un restaurante, que sería el primero de este tipo en la ciudad. «Te chuparás los dedos», asegura divertida Suzanne, que quiere ser la cocinera, aunque dice que ella es «polivalente» y que no le importa nada cualquier cosa, de camarera o peluquera, tanto le da.

Es curioso ver cómo después de todo lo que han pasado aún manifiestan «esperanza e ilusión», como afirma Nogoye, por tirar adelante con este proyecto. El truco quizás esté en «ir siempre adelante y dejarlo todo atrás», explica Suzanne.

Entre esta treintena hay todo tipo de perfiles. Los prejuicios hacen ver que estas personas no tienen ninguna preparación y, por tanto, no pueden dedicarse a otras que trabajos brutos los hombres y lo que serían las 'profesiones típicas' de mujeres. Una visión alejada de la realidad de este colectivo, «con muchos perfiles de todo tipo», indica Nogoye. «Muchas hemos estudiado, pero no estamos integradas en el sistema laboral español porque no nos reconocen los títulos», explica, «por lo que te empujan a trabajar en la clandestinidad, perseguidos por la Policía».

Por ejemplo, Maget. Ella es profesora de francés, pero trabajaba en Senegal como agente comercial, «con sueldo y comisiones». No era una mala vida, reconoce, pero el amor le hizo abandonarlo todo: «Tenía mi sueldo y allí ganaba bien, pero vine aquí por reagrupamiento familiar», explica. Eso fue en 2008 y, desde entonces, ha intentado buscar trabajo de manera infructuosa. «Es imposible, yo no puedo quedarme solo en casas cuidando a los niños; debemos trabajar por nosotras mismas y para dar de comer a nuestros hijos», dice.

Suzanne lleva diez años también en Alicante, «no conozco otra cosa». Vive con su familia. Vive «y paga» luz, agua, la comida y la ropa de sus pequeños. «El dinero que ganamos, legal o ilegalmente, lo gastamos aquí, en Alicante; lo que queremos hacer es ganarlo bien», no siempre corriendo y con miedo a la Policía.

Nogoye ha pasado más o menos por el mismo camino que su amiga. Ella misma ha pateado los arenales de Alicante de arriba a abajo haciendo trenzas, «nuestra cultura», durante los meses de verano para ganar algún dinero. «En tres meses es imposible sacarse para todo el año, ¿qué hacemos entonces?», pensó.

Pero no se quedó ahí. Esta imponente mujer, tanto por su altura física como por su arrojo, decidió tirar una vez más adelante: «Si no podemos trabajar para nada, nosotras nos hemos organizado para hacer algo para nosotros», fue su solución.

Las tres se han presentado como representantes de la Asociación de Senegaleses ante el Ayuntamiento con la intención de que les ayude a llevar adelante este proyecto y, con él, dar trabajo a la treintena de compañeras que se les han sumado. Quizás, con el tiempo, a otros compatriotas o familiares. «Esto puede durar en el tiempo, trabajar todo el año», es su sueño y esperanza.

Solo haber conseguido hablar con dos concejales alicantinos ya es para Nogoye «un éxito», que confía sea el primero de una aventura feliz. No es solo ya por ellas, sino por los que vienen: «Queremos dejarles un futuro a nuestros hijos», dice Suzanne. Ahora ven que está en sus manos y que es posible. La ilusión, por lo menos, nadie se la va a poder quitar.

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