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BURGUERA
Sábado, 16 de abril 2016, 01:32
La vicepresidenta de la Generalitat, Mónica Oltra, es consciente de que las fiestas (Fallas, Semana Santa y Pascua) no han sentado ni mucho menos bien a los cimientos sobre los que se apoya el pacto del Botánico. La portavoz del Consell, no obstante, quiso situar la escalada de tensión entre PSPV y Compromís (en el seno del Ejecutivo), así como la desconfianza de Podemos hacia sus socios, en circunstancias puntuales y circunstanciales.
Esta tenía que ser la semana en que se revisase el pacto del Botánico. Sin embargo, Podemos no convocó a socialistas y nacionalistas. Las principales iniciativas legislativas podemistas (modificación de la Sindicatura de Comptes, de la ley de senadores territoriales, Agencia Antifraude y RTVV) alcanzan su punto culminante y, al margen de acuerdos estratégicos, Podemos reclama a PSPV y Compromís el apoyo concreto a sus proyectos. Socialistas y nacionalistas, que comparten Consell como buenamente pueden (a la tensión del mestizaje se suma el inicio de la campaña congresual en el Bloc, que incrementa la tensión entre los propios miembros de Compromís), no logran rebajar las discrepancias en Les Corts. Al contrario. Crecen. Se evidenció el miércoles en Les Corts, en la votación sobre el derecho foral valenciano, que se relaciona con leyes como la de la custodia compartida, apoyada por Oltra y sus compañeros y repudiada frontalmente por los socialistas. Y se quiso ocultar el jueves al retirarse un punto, el de la ley de incompatibilidades, para devolverse a comisión para revisión, algo inaudito, pero es que la normativa que propone Compromís estaba condenada a galeras, pues el PSPV compartía el rechazo a la nueva ley que ya había manifestado el PP.
Oltra, ayer, quiso negar la mayor. En su peor momento, no. En el mejor. La vicepresidenta consideró que el pacto del Botánico está como nunca. Afirmó que es Podemos quien tiene que convocar a los firmantes y que solo resta «cuadrar» agendas y ver cuándo les viene bien a todos, algo parecido al desencuentro entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que tuvieron también un problema de agenda y ahí continúa el asunto por resolver.
Defendió la vicepresidenta que el Consell gestiona «bien» las diferentes opiniones en el seno de la coalición de gobierno, pues «no estar de acuerdo en un tema puntual» no quiere decir que «sea negativo».
«Al contrario, la pluralidad nos lleva a tener diferentes visiones del mundo y a aportar inteligencia colectiva desde diferentes puntos de vista a un gobierno plural», disertó la portavoz del Consell, para quien esta pluralidad que lleva al síndic del PSPV, Manolo Mata, a asegurar que la custodia compartida que defiende Compromís «machaca a las mujeres» se asume «y eso demuestra que hasta cuando no sopla el viento a favor sabemos gestionar las diferencias».
La portavoz del Consell, en cualquier caso, quiso insistir ayer en que las palpables diferencias se están «gestionando muy bien», lo cual es «una buena señal, porque todo no iban a ser flores y violas». De hecho, si ahora suenan violas y huele a flores en el entorno del Consell es más por asuntos funerarios que nupciales. Ciertamente, aún no se han registrado conatos de agresión entre conselleres. Tampoco los diputados de PSPV y Compromís se han citado a duelo, pero la diferencia entre la moderada sintonía demostrada hasta diciembre (al menos de cara a la galería, en las votaciones de Les Corts, por ejemplo) contrasta con un clima cada vez más espeso tanto en sede parlamentaria como en algunas consellerias donde el mestizaje teórico se traduce en la realidad en un apartheid entre los altos cargos de Compromís y PSPV. A eso se suma la difícil relación entre podemistas y socialistas, que jamás se dedican elogios, sino que en cuanto pueden se reprochan incapacidad en la gestión del Consell, escasas ganas de trabajar o falta de criterio para confeccionar leyes. La situación en Madrid tampoco ayuda.
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