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La 'Araña infernal' y los silbatos protagonizan un disparo de lo más original
Una de las imágenes del proyecto fotográfico documental realizado por Alicia y Raquel. :: efe
El rostro de la tragedia

El rostro de la tragedia

Alicia Petrashova y Raquel Ferrando llevan dos meses en Grecia para un proyecto fotográfico documental que refleje la situación en los campos de refugiados

TONI GÁREZ

Domingo, 17 de abril 2016, 00:34

Zacharya es un joven sirio de 16 años que espera, junto a tantos compatriotas, su traslado a Turquía desde el campo de refugiados de Idomeni, en Grecia, y su situación allí no es buena, ni de lejos, pero tiene miedo de lo que ocurra cuando lleguen: «En Turquía, a los sirios, no nos tratan como humanos». Su testimonio lo han recogido Raquel Ferrando y Alicia Petrashova, dos alicantinas de 22 años que hace casi dos meses partieron hacia el país heleno para poner en marcha un proyecto fotográfico documental llamado 'Última parada: Libertad', con el objetivo de «recuperar la humanidad de los refugiados ante los ojos de la gente».

Ahora, tras este tiempo allí, sus ánimos iniciales han dado paso a una impotencia que se contagia con cada visita diaria a los campamentos, los cuales «se han teñido de una desesperación que acompaña a la desesperanza que ya reinaba en el lugar», según reconoce Ferrando.

En su opinión, el dinero que la UE ha dado a Turquía para que se haga cargo de los refugiados «ha ido a parar a saco roto», o «mejor dicho, al saco de otro», pero ha logrado su objetivo ya que «parece que el único paso posible es la reubicación de los refugiados» allí, a pesar de que «no gozan de condiciones de vida mínimamente dignas». «Toda historia y toda vida que conocemos en esta situación es mucho más drama del que casi cualquiera podría imaginar y, sobre todo, del que casi nadie podría soportar», destaca.

Muchos de esos testimonios tienen un factor común, la pérdida de algún ser querido por la guerra en Siria y la emoción de, a pesar de todo, haber podido salvar la vida de hijos o nietos, aunque el destino que les esperaba en Europa no haya sido el que se imaginaban.

También hay heridos por el conflicto, como el caso de Firas, un joven sirio de 22 años al que una bomba le dejó con «un dolor insoportable y sin apenas poder andar o mantenerse en pie», según ha narrado Ferrando.

Firas vivía en Aleppo y trabajaba como 'showman', pero tras el estallido de la guerra perdió su trabajo y entró en el cuerpo de defensa civil para «tratar de proteger a las personas que no habían tenido ni voz ni voto a la hora de que el país entrara en conflicto».

La explosión de un artefacto demasiado cerca de él le causó serios daños en piernas y espalda, lo que le llevó a ser intervenido quirúrgicamente hasta en tres ocasiones para tratar de revertir las consecuencias.

«Siria no estaba en condiciones de ofrecerle ningún tipo de tratamiento y la gravedad de la situación en Aleppo, con el incremento de ataques y explosiones en la ciudad, le forzó a salir del país en busca de asilo», relata Ferrando.

Tras un breve paso previo por Turquía, donde viajó con sus hermanos -abandonando a sus padres en zona de guerra por falta de recursos económicos-, Firas partió solo hacia Grecia para buscar en Europa un país que le ofrezca los cuidados médicos que necesita.

La humedad en Idomeni no hace más que acrecentar su dolor por unas operaciones quirúrgicas que le salvaron la vida pero que le dejaron varios tornillos en la columna que necesitan ser cambiados para evitar infecciones o desplazamientos. «Me pregunta, acongojado, si sé si en España podría recibir cuidados médicos, ya que además de las intervenciones necesitaría un tratamiento de rehabilitación para ser capaz, con suerte algún día, de tener una vida medianamente normal», detalla Ferrando.

Tanta crudeza termina por afectar a quien acude a ayudar, de una forma u otra, y estas jóvenes alicantinas no son una excepción. «Nos persiguen los fantasmas, que nos miran a los ojos en cuanto los cerramos. Cada día y cada noche están ahí, para recordarte que no has podido hacer nada por ellos», dice. Pero cada grano de arena cuenta y el suyo es uno más entre la multitud de voces que claman a la UE una solución real ya.

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