La nueva pobreza se asienta entre ancianos, niños y estudiantes al agotarse las ayudas

Las cifras macroeconómicas de una mejoría en España no están llegando a miles de personas en la provincia que atiende cada día Cáritas Diocesana de Orihuela-Alicante, organización que muestra su preocupación ante la «nueva pobreza» que se está consolidando. Una clase media que ha sido muy azotada, que ha caído, y que ha generado una bolsa de pobreza infantil, de ancianos y de estudiantes muy preocupante al agotarse las prestaciones y los ahorros familiares sobre los que se han apoyado en los últimos años.

El obispo diocesano, Jesús Murgui, presentó ayer la memoria anual de las atenciones realizadas en 2015, acompañado por el director de Cáritas Diocesana, Jaime Pérez, y el secretario general, Francisco Javier Ruvira. Un acto que sirvió para llamar la atención y advertir de la situación grave por la que están pasando miles de familias e instar a administraciones y empresarios a que no miren a otro lado.

«Mediáticamente parece que ya no se habla tanto de crisis y que algunas instituciones quieren pasar página, pero el riesgo que ahora corremos es que consolide un modelo con mucha gente en una situación de vulnerabilidad muy grave», alertó Ruvira, quien recordó que para salir de la crisis es «el momento que las administraciones, partidos políticos y el mundo de la economía hagan una apuesta decidida y estemos todos implicados en una salida digna para estas personas».

No hay más demandantes, pero su situación ha empeorado. Cerca de 76.000 personas recibieron ayuda de Cáritas Orihuela-Alicante en 2015, una cifra que es un 1% inferior a la registrada el pasado ejercicio. Sin embargo, se han invertido 500.000 euros más. ¿El motivo? Las necesidades se han ampliado.

«Las cifras macroeconómicas que nos dan de España lamentablemente no están llegando a las personas que atendemos», afirmó el director, Jaime Pérez. Las prestaciones sociales se han debilitado y las ayudas y los ahorros familiares se han agotado. «Hay un deterioro brutal de la clase media, que ha pasado a la baja y esto es desmembrar un poco el tejido social», explicó. Entre los «nuevos pobres» están los niños, con cerca 300.000 menores en la Comunitat Valenciana en riesgo de exclusión, y los mayores, cuyas pensiones se han mermado para auxiliar a hijos y nietos, perdiendo «una vida tranquila y consolidada después de muchos años de trabajo». Pero también están muchos estudiantes, tanto los que han dejado su formación y no encuentran empleo y «aquellos extraordinariamente formados que tampoco lo consiguen y se pregunten de qué me ha servido». Sin olvidar la pobreza laboral, con contratos temporales, horarios restringidos y un empleo sumergido y salarios de entre 400 y 600 euros y con los que es imposible sacar a la familia adelante. «Cuando todos creíamos que el encontrar un puesto de trabajo iba a agotar esta pobreza nos hemos encontrado con salarios muy bajos que no permiten que tengan capacidad para pagar alquileres, suministros...», añadió.

Salud mental y adicciones

Otra de las consecuencias del paro es la salud. Desde Cáritas han detectado un problema de salud mental «tremendo» y una vuelta a las adicciones en las salidas que hacen a la calle para atender a personas sin hogar. Una prestación que es posible gracias a la colaboración de más de 2.000 voluntarios en la provincia.

Respecto al presupuesto, Cáritas invirtió en ayuda social 4.634.422,31 euros en 2015, lo que supone un 12,5% más que en el año anterior. El 73,22% se ha destinado a acogida y asistencia a personas en riesgo de exclusión social, mientras que un 9,96% (515.191,81 euros) a la intervención con colectivos vulnerables, como el de mujeres, jóvenes, mayores y enfermos de sida. El resto de los ingresos se reparten entre empleo e inserción socio-laboral, animación y acción en territorio, formación, comunicación y sensibilización, cooperación internacional y administración, entre otros.