La sangre de un torero

La sangre de un torero es de verdad. Es auténtica. No obedece a ninguna patraña. No sabe de mentiras. Desconoce lo que es la zafiedad. Es enemiga de la ruindad. Nada que ver con aquella de los que se pintarrajean el cuerpo frente a las plazas de toros. La sangre que ayer vertió Manuel Escribano sobre la arena de la plaza de toros de Alicante está preñada de sacrificio, entrega, capacidad de superación ante las adversidades, de horas y horas de silencio y ostracismo hasta poder estar anunciado en el circuito de las ferias.

La sangre que ayer manó de las arterias de Manuel Escribano fue fruto de la cornada que le infirió 'Madroño-59', un toro de Adolfo Martín. Sucedió después de que cobrara una estocada desprendida. El de Adolfo lo zarandeó en el aire y al caer a la arena, el certero pitón hizo presa en Escribano. Fue un toro que, ya de salida, planteó dificultades por su tendencia a tablas. Escribano tuvo que desistir, desairado, de la portagayola y lo recibió con una sucesión de largas cambiadas. Aceptó empujando el bien colocado puyazo.

En banderillas expuso Escribano destacando un par por los adentros, atendiendo a la querencia del toro. La faena de muleta fue desigual. Se sucedieron tandas templadas, sobre todo por el pitón derecho, con otras de mala colocación del torero. La humillación fue una constante en el juego del de Adolfo. Se pasó de faena Escribano con el toro ya muy parado. Hasta que llegó la cornada que puso en valor lo que conlleva la sangre de un torero.

Al que abrió plaza, y que blandeó de salida, lo meció templado con el capote. Lo puso en suerte, algo que no ha ocurrido en demasía en el ciclo que hoy concluye. En las chicuelinas del quite ya se apreció la cortedad del viaje del toro. De los pares de banderillas, el tercero fue el de más exposición.

La faena de muleta fue, eminentemente, técnica. Comenzó sin muchas confianzas para, paulatinamente, irse enfrontilando para hacer frente a las cortas embestidas de un astado incierto y probón. Lo mejor llegó en el toreo al natural donde Escribano sí se gusto. Fue una faena más de profesionales que de gran público, plena de matices por la disposición del torero y las complejas embestidas de 'Revoltoso-38'.

Apenas fue picado 'Lagartero-25', el toro con el que Paco Ureña se presentó en Alicante, otro cuatreño de cortas y humilladas embestidas, que esperó y cortó en banderillas por ambos pitones. Tandas cortas en el comienzo de la faena de muleta para, progresivamente, alargar el viaje y rematar con pases de pecho con la firma del clasicismo. Aguantó Ureña parones, miradas desafiantes y viajes cortos para acabar imponiéndose sobre la base de la firmeza y la colocación.

'Madroño-62' fue otro toro de viaje corto y que se dejó pegar en un puyazo trasero. Apretó hacia los adentros y midió, sobre todo, por el pitón derecho en banderillas. Sobre la plaza todavía se sentía la negra sombra de la cogida de Escribano. Comenzó al natural pero el toro, consecuente con lo que había hecho hasta el momento, no pasaba. Se lo llevó Ureña a la derecha y ahí sí pudo tirar de 'Madroño-62' en tandas cortas. Mas un mayor lucimiento no fue posible.

Francisco José Palazón se encontró con la dura realidad de quien torea una de Adolfo en agosto de 2015 y su siguiente paseíllo es en junio de 2016 con otra del mismo hierro. Si Escribano y Ureña, por lógica, están acostumbrados a desentrañar esas embestidas, Palazón no tiene la fortuna de sumar festejos con estos astados complejos en sus acometidas. Templó con el capote a 'Malagueño-66', que recibió un puyazo trasero y al que se le tapó la salida. Apretó en el segundo tercio el de Adolfo poniendo en apuros a la cuadrilla. La faena de muleta la comenzó al natural y de forma natural, sin aspaviento alguno, se fue pasando a un toro que tenía menos fijeza que el primero de la tarde. En la parte final de la faena se llevó la muleta a la derecha y el toro alargó su templado viaje. Se gustó, por momentos, Palazón. Hubo una tanda en redondo que no le satisfizo y optó por continuar. El toro se pasó de faena y llegó el quinario a la hora de entrar a matar.

Detalle de torero de Ureña con Palazón. Le brindó la muerte del tercero de la tarde después de que el torero de Petrer hubiera sufrido la afrenta profesional de ver cómo le echaban un toro al corral. El compañerismo es otro de los conceptos que fomentan la, ahora vilipendiada, Tauromaquia.

'Mosquero-78' fue el único cinqueño del encierro. Palazón fue ovacionado después de que, con oficio, sacara el toro a los medios pues, pegado a las tablas, le apretaba. Se dejó pegar en el caballo y, como sus hermanos, acortó el viaje en el segundo tercio. Palazón, en una tarde que se le tornó aciaga, vio como apenas tuvo opciones ante un toro que acabó parado en las primeras series de la faena de muleta.