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José Vicente Pérez Pardo
Lunes, 27 de junio 2016, 02:48
La ilusión puede ser el peor enemigo, puesto que las cosas no se toman como son, sino como uno espera que resulten. A la Valenciana estaba concebido como un proyecto ganador dentro de una confluencia dirigida a cambiar el país, pero los electores lo han transformado en una amalgama que veremos cómo se construye en el futuro.
votos en la provincia.
del total de sufragios emitidos.
diputados.
Los mensajes de sus candidatos de que estábamos en un momento histórico no han debido de calar entre la población. Por eso, no les cabía consuelo posible pese a mantener los fantásticos resultados de diciembre y consolidarse como segunda fuerza en la provincia. De nada les servía ayer noche los tres diputados que les dejan como primera formación de izquierdas en la provincia, porque eso ya lo eran.
En la convocatoria de diciembre consiguieron el 'sorpasso' al PSPV y sumaron Podemos y Compromís 201.610 sufragios. Contaban con los 33.397 de Esquerra Unida para sumar, como mínimo, 235.007 votos según la aritmética y acercarse al PP. Pero unas elecciones no son científicas y se quedaron en 191.680, menos que Podemos y Compromís en diciembre. Tal como estaban, y eso que no contaban con EU.
Bombardeo de votos
A la Valenciana, la suma de Podemos, Compromís y Esquerra Unida, aspiraba a más, de ahí la enorme decepción que cundió en la reunión que habían convocado en el Mercado Central, simbólico lugar para la izquierda en Alicante. No les bombardearon los fascistas, como en 1938, sino los resultados, que iban minando su ánimo conforme pasaba la noche. Pasó de una ser una fiesta a un funeral.
EU y Compromís no compartieron mesa en el bar de la Plaza 25 de Mayo en el que habían quedado, sino que cada uno estaba con los suyos siguiendo las apariciones en pantalla. Frente al televisor estaba Miguel Ángel Pavón con Llum Quiñonero, de Podemos, con José Antonio Fernández Cabello, de Esquerra Unida; en la mesa de al lado, el conseller de Transparencia, Manuel Alcaraz, con gente de Compromís.
Alrededor cada vez más militantes y simpatizantes, que se acercaban después del trabajo en los colegios electorales, creyendo que iban a una fiesta. Pero pasaron de la esperanza de los sondeos a pie de urna a la decepción de los resultados.
Para cuando llegó Rita Bosaho, los miembros de A la Valenciana ya estaban en otras cosas que no era la noche electoral, sino en asimilar el resultado. «El pueblo no está preparado», decía un joven, mientras un veterano militante no se creía los resultados: «¿Quién puede confiar en el ministro del Interior?» (en referencia al escándalo de las escuchas de Jorge Fernández Díaz). Eran los argumentos que se escuchaban entre las mesas.
Los cálculos no salían por ningún lado y ni siquiera aumentar la representación en Valencia con Ricardo Sixto era consuelo suficiente. Uno de los cargos institucionales allí presente reconocía que les tocaba reflexionar qué había ocurrido, puesto que nadie le daba una explicación lógica. Poco a poco, las mesas se vaciaban y las sillas mostraban la desolación de un momento que invita a reflexionar sobre el futuro de la confluencia.
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