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Viejas maneras en la nueva política

En apenas un año de legislatura, dos ediles del Ayuntamiento de Alicante, uno de Podemos y otro de C’s, han dejado las listas por las que fueron elegidos, eso sí, sin renunciar al acta y a los privilegios

Pedro López

Domingo, 3 de julio 2016, 08:24

La nueva política, concepto creado para explicar la irrupción de dos nuevas fuerzas en el espectro electoral de este país, ha llegado para quedarse. Después de unas elecciones europeas, unas municipales y autonómicas y dos generales (las de invierno y las de verano), parece más que evidente que Podemos y Ciudadanos cuentan con el suficiente respaldo en las urnas como para pensar que su presencia en las instituciones vaya a ser efímero. Una de las causas buscadas por los politólogos, y por los propios partidos emergentes, para justificar el fin del monolítico bipartidismo era el cansancio de la ciudadanía ante los casos de corrupción, despilfarro y endogamia política que afloraban (y afloran) mientras la crisis esquilmaba (y esquilma) los bolsillos y las neveras de la gente corriente, es decir, de la inmensa mayoría de los ciudadanos.

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Los resultados del 26J confirman varias cosas. En primer lugar, la división del electorado entre el voto de derechas (PP y Cs) y de izquierdas (PSOE, Podemos y sus confluencias) prácticamente al 50%. En segundo lugar, que los dos nuevos partidos han acusado una erosión evidente en apenas un año por la gestión realizada a nivel municipal y autonómico tras las elecciones de mayo y también por lo sucedido entre el 20D y el 26J. Es decir, el acuerdo de Cs con el PSOE y la coalición de Podemos con Izquierda Unida. Estos dos acuerdos, en lugar de sumar, han restado e incluso dividido. En tercer lugar, el 26J coloca al PP como la única fuerza emergente. El máximo exponente de la vieja política es el único que en la cita electoral de hace una semana ganó votos y diputados en el Congreso con respecto al 20D.

Estas conclusiones se pueden extrapolar de manera absoluta a una escala nacional, autonómica o local. En clave regional, es evidente que a las fuerzas implicadas en el Pacto del Botánico (PSOE, Compromís y Podemos) les ha pasado factura el desgaste de tomar las riendas de la Generalitat, sobre todo por las políticas seguidas en parcelas tan sensibles como la educación o la sanidad. Ciudadanos, además de las secuelas del acuerdo con el PSOE a nivel nacional, ha acusado el papel absolutamente secundario que está jugando. La fuerza naranja, en la Comunitat, ha sido y está siendo absolutamente irrelevante.

En clave local, y centrándonos en Alicante, lo sucedido en las últimas semanas confirma que la nueva política también recurre a las viejas maneras. En apenas un año de legislatura municipal, dos concejales, uno de Podemos y otro de Ciudadanos, han dejado las listas por las que fueron elegidos, eso sí, sin renunciar al acta y algunos privilegios que conlleva la condición de edil. Por mucho que los dos partidos políticos han pedido que dejaran su asiento en el Pleno municipal, en un loable intento por trasladar una imagen de limpieza, ellos han preferido quedarse.

Fernando Sepulcre, un hombre procedente de UPyD y reconvertido al credo de Ciudadanos, no solo podrá retener buena parte de su sueldo como diputado provincial, sino que está dispuesto a encabezar la regeneración de la política para la que, dice, fue elegido. Además, se da la circunstancia de que como único diputado de Cs -ahora ya en el Grupo Mixto- tiene la llave de la gobernabilidad en la institución provincial, donde sigue ocupando un escaño después de que, presuntamente, intentarse pasar unos gastos privados a la cuenta de su partido. Por su parte, Nerea Belmonte, que salió de Podemos tras firmar contratos a una empresa creada por unos amigos, siendo ella edil de Acción Social y Vivienda, sigue ocupando su asiento en el Pleno municipal, donde ahora forma dúo con Sepulcre en el Grupo de los No Adscritos.

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El comportamiento de Sepulcre y Belmonte, que en ningún caso alcanza a los vividos en la Comunitat Valenciana durante los días de vino y rosas de Francisco Camps y compañía, no son un buen ejemplo ni, desde luego, un incentivo para los votantes, muchos de los cuales han preferido renovar su confianza en un partido, el PP, que protagonizó buena parte de los casos de corrupción y que desde hace meses vive una catársis para eliminar cualquier vestigio del pasado y dejar su imagen más limpia y brillante que una patena.

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