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EL MIRADOR

El Nobel de nuestro corazón

Pedro López

Viernes, 30 de septiembre 2016, 11:51

Las posibilidades de que Francis Mojica gane el Premio Nobel -el de Medicina o el de Química- son reales. Desde luego, no porque lo digamos nosotros, sino porque lo piensan y lo dicen los expertos que son verdaderamente conscientes de la importancia de un descubrimiento al que él mismo denominó CRISPR (Clustered Regularly Interspaced Short Palyndromic Repeats) hace ya más de 20 años. Los que tuvimos la fortuna de conocer a este investigador de la Universidad de Alicante con motivo de la entrega de uno de los Premios Los Mejores de La Verdad de Alicante 2016 descubrimos a un hombre cercano, sencillo, divertido y, evidentemente, inteligente. Alejado de la estereotipada imagen del científico raro o introvertido, Francis Mojica derrocha simpatía, facilidad de palabra y humildad, cualidades que en cualquier otro país le abrirían de par en par muchas puertas.

El mérito de Francis no se limita a haber realizado un descubrimiento fundamental para enfrentarse a enfermedades hasta ahora incurables, para crear plantas resistentes a virus o para producir alimentos que no se vean afectadas por los ataques víricos. El mérito es aún mayor por haberlo conseguido sin marcharse de su país, que en su momento le negó la financiación necesaria para sus investigaciones. Y, además, no trabaja en una de las universidades españolas -de Madrid o de Barcelona- que suelen aparecer liderando los ránkings. Francis investiga en un laboratorio de la UA, probablemente con menos recursos y con menos impacto mediático que otros, pero creo que con mucha más felicidad.

Tengo muy claro que si trabajase en la Universidad de Berkely o en el MIT -dos instituciones de los EE UU que precisamente pugnan por la patente de su descubrimiento-, Francis Mojica ya habría ganado el Nobel, no tendría limitaciones presupuestarias y, probablemente, hasta sería millonario. Ahora es la hora del reconocimiento mundial, pero en cualquier caso, pase lo que pase la semana que viene en Estocolmo, Francis tiene ya el Premio Nobel de todos nuestros corazones.

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