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A. ORTUÑO/B. ROBERT
Martes, 4 de octubre 2016, 01:46
El japonés Yoshinori Ohsumi, investigador del Instituto Tecnológico de Tokio, ganó ayer lunes el Nobel de Medicina 2016 por describir en detalle cómo funciona la autofagia celular, su sistema de reciclaje para mantener el cuerpo en buen estado. El jurado se decantó por el científico nipón, que le ganó la partida al alicantino Francis Mojica. No obstante, el investigador de la Universidad de Alicante (UA) tiene más posibilidades de conseguir mañana el Nobel de Química, para el que también suena en todas las quinielas.
La autofagia celular, descubrimiento por el que ha sido premiado Ohsumi, es un proceso que permite que las células complejas destruyan, de forma ordenada, sus componentes que ya no funcionan o que están dañados. El mecanismo, poco conocido hasta los años 90, es fundamental para explicar la reacción de un cuerpo ante las infecciones, los efectos de multitud de enfermedades y para controlar algunos fenómenos fisiológicos como el envejecimiento.
El galardón, que entrega el Instituto Karolinska sueco, premia una serie de hallazgos que empezaron a publicarse hace más de dos décadas. «Aunque la autofagia se identificó por primera vez en los años 60, tanto sus mecanismos de actuación como su relevancia fisiológica no se comprendieron de verdad durante décadas», explican desde la institución en un comunicado. No fue hasta 1993 cuando Ohsumi publicó su primer gran artículo al respecto, en un estudio con levadura de panadero. Demostró que este fenómeno también aparece en organismos unicelulares, lo que hacía pensar que podía ser un proceso fisiológico fundamental de todos los organismos complejos -eucariotas-. Desde entonces, sus trabajos han permitido describir con detalle cómo funciona, así como su relación con el crecimiento y la salud humana.
Aunque al principio se pensó que la autofagia celular era una respuesta al estrés de un organismo, gracias a los trabajos de ahora se sabe que está activa todo el rato para mantener con salud el conjunto de las células de un cuerpo. Su actividad recicladora está relacionada con multitud de procesos fisiológicos como la diferenciación celular -en el que se determina cuáles pasan a ser parte de un músculo del corazón, del hígado o un glóbulo rojo, por ejemplo-, o el control del envejecimiento y el mantenimiento regular de la actividad de los distintos elementos de un organismo.
Por cómo funciona el cuerpo humano, muchas enfermedades provocan fallos en los procesos de autofagia celular. Cuando estos fallan, los órganos implicados se deterioran porque deja de haber un sistema que limpie lo que está roto o no funciona. A menudo, cuando una célula funciona mal, produce proteínas mal plegadas que a su vez son tóxicas. Sin capacidad de destruirlas de forma ordenada, todo puede descontrolarse. Por eso, comprender la autofagia celular ha sido clave para determinar cómo funcionan muchas enfermedades tan variadas como el Parkinson, algunos tipos de cáncer o multitud de infecciones por patógenos, y para diseñar fármacos y tratamientos eficaces.
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