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Eva María Lahoz
Sábado, 15 de octubre 2016, 01:32
El alcalde de Alicante, Gabriel Echávarri, sorprendió ayer a todos los asistentes al debate sobre el estado de la ciudad, convocado por él, al renunciar a intervenir en los turnos de palabra que la Junta de Portavoces le había asignado.
Disponía de una situación privilegiada, debido a su cargo, ya que le habían otorgado 15 minutos para abrir el Pleno y otros 10 para finalizarlo. Esto daba al equipo de gobierno ventaja sobre la oposición, dado que, además de los minutos asignados a cada grupo, se suponía que iban a contar también con los del alcalde. Sin embargo, éste prefirió no hacer uso de la palabra en toda la sesión, más que para regular y dar paso a sus compañeros de Corporación.
Tras el debate, explicó que había preferido dejar que fuesen los portavoces quienes valorasen la gestión del tripartito. Apuntó que habría intervenido al final si la oposición «hubiese hecho alguna propuesta, porque yo debato propuestas, no críticas». Sobre la intervención del inicio, dijo que no había nada fijado y que se propuso que hablase él y después el líder de la oposición, Luis Barcala, pero éste se opuso.
La decisión, en cualquier caso, no gustó a sus socios de gobierno, que daban por hecho que iba a cumplir con el guión establecido y que hizo que la oposición, que durante el debate había centrado bastante más sus ataques en el vicealcalde y edil de Urbanismo, Miguel Ángel Pavón, acabase por convertirle en la diana de las críticas postdebate.
El portavoz del PP, Luis Barcala, consideró el mutismo de Echávarri una señal de «desprecio» y de «burla» a la Corporación y a la ciudadanía. «Lo veo inaudito y una huida cuando no se tiene nada que hacer y no se puede dar la cara por una gestión de un año y medio. Y la mejor opción es callarse», señaló, y apuntó que nadie entendería que en un debate sobre el estado de la Nación el presidente del Gobierno no intervenga; o en el de la Comunitat, el president de la Generalitat.
En la misma línea se manifestó la nueva portavoz de C's, Yaneth Giraldo, que se estrenaba ayer en el cargo. Habló de «falta de respeto» y consideró que «lo mínimo es que el alcalde abra y cierre este debate».
Sus propios socios de gobierno, aunque más suaves, dejaban claro que no les había gustado. Tanto el portavoz de Compromís, Natxo Bellido, como el de Guanyar, Miguel Ángel Pavón, se mostraron «sorprendidos» por su mutismo y ambos reconocieron que pensaban que sí iba a intervenir. «Es lo normal, ¿no?», apuntaba Pavón.
Al final, su no intervención se convirtió en el punto novedoso de un debate poco atractivo, que una vez más (es la segunda vez que se celebra, con similar formato) decepcionó por su falta de ligereza y de calado. La primera intervención fue leída por todos los portavoces. Un discurso muy estudiado y poco novedoso en el que, a falta de ideas brillantes, tiraron en varias ocasiones de frases de clásicos desde Lao Tse a Shakespeare, pasando por Giuseppe Mazzini y Otto Von Bismarck o el más actual grupo musical dominicano Aventura, con su canción 'Obsesión'.
Cada grupo lanzó su mensaje. Compromís, Guanyar y el PSOE 'vendieron' cada uno sus áreas, sin entrar apenas en las de los demás socios y dando pábulo a las críticas de la oposición de que cada uno va por su lado.
Pavón, como portavoz de Guanyar, hizo especial hincapié en la defensa de su labor al frente de Urbanismo, muy cuestionada desde la oposición, que le acusó de «paralizar» la ciudad y de «entrar en conflicto con empresarios, hosteleros, comerciantes y promotores». También defendió a Víctor Domínguez, criticado por la gestión de la limpieza en verano.
Bellido resaltó el llamado «gobierno del cambio» y la «pluralidad» como «garantía contra el abuso y la corrupción». Centró buena parte de su intervención en hablar de la «hipoteca» dejada por el PP, algo que también hizo la portavoz socialista, Eva Montesinos, y que después la oposición les echó en cara. Bellido vendió el DUSI de Las Cigarreras y los avances en empleo, educación, igualdad y memoria histórica (muy criticada, por cierto, por la oposición, la elección de calles para sustituir a las franquistas). Tendió la mano, eso sí, a C's, a quien pidió abiertamente que «apoye los presupuestos», para «aportar» y dejar atrás «la irrelevancia política». Giraldo no lo descartó, pero ya advirtió de que presentarán enmiendas.
Montesinos centró su mensaje en resaltar el «cambio de imagen» de Alicante. Defendió los buenos datos turísticos, la recuperación del puerto base de cruceros y el restablecimiento de «relaciones rotas con la Diputación, el Puerto, la UA o la Euipo».
Tanto el PP como C's anclaron sus críticas en tres puntos básicos: el incumplimiento de compromisos adquiridos, la paralización de la ciudad y la desunión del equipo de gobierno como causa, esta última, de todo lo demás. «Ustedes ni son equipo, ni gobiernan», resumió Barcala. «Ya está bien de llorar, los alicantinos quieren soluciones», les dijo Giraldo.
Llamativa fue la escasez de público. Acudieron aproximadamente los mismos ciudadanos que a un Pleno normal. Nada que ver con la sala a rebosar que se vio en el primer debate, celebrado en 2012, en plena polémica por la imputación de la entonces alcaldesa, Sonia Castedo.
Una figura, la de Castedo, que salió a colación en varias ocasiones. El tripartito la puso como ejemplo (y hasta sacaron la famosa foto de la fiesta de pijamas con Enrique Ortiz en Andorra) de una imagen de la ciudad «ya superada».
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