El actor Andrew Garfield en una escena de la película.
CRÍTICA DE CINE
La proeza de un soldado
Nos encontramos con una producción extraordinaria que se mueve con un ritmo ágil y potente. Se trata de un relato que invita a la reflexión de lo que supone la guerra para las generaciones que la han sufrido
Jaime Crespo
Viernes, 16 de diciembre 2016, 08:29
La trayectoria cinematográfica de Mel Gibson resulta más convincente que los papeles que ha desempeñado como actor. A diez años de su anterior contribución al cine, con la realización de 'Apocalypto', nos vuelve a sorprender con una historia que tiene tanto de lirismo como de cruenta narración bélica que deja muy lejos los sobresaltos anímicos de horror que nos proporcionó 'Salvar al soldado Ryan' de Steven Spielberg.
Nos encontramos con una producción extraordinaria que se mueve con un ritmo ágil y potente. Se trata de un relato que invita a la reflexión de lo que supone la guerra para las generaciones que la han sufrido, sumergidos en la brutalidad y la muerte, miles de vidas cercenadas en plena juventud, de lo que nos hemos librado, al menos en Europa, desde que acabó la Segunda Guerra Mundial.
Historia real y ejemplar, la de un soldado que prefirió actuar en campaña como personal sanitario sin empuñar un fusil. Desmond Thomas Doss, papel que interpreta con acierto Andrew Garfield, quiso alistarse, al igual que hacían otros jóvenes de su localidad, para servir a su país pero su objeción de conciencia y sus convicciones humanitarias le impedían empuñar un arma.
Dos partes, bien diferenciadas, encontramos en 'Hasta el último hombre'. Tras unos primeros momentos en que se nos muestran los primeros años de la infancia de Doss, en continua pelea con su hermano, y su adolescencia, con una emotiva descripción amorosa con la chica de la que se enamora, la película se centra, decidido a alistarse en el ejército pero con el propósito de no combatir, en la fase de entrenamiento con acercamientos de recorrido a 'La chaqueta metálica' de Kubrick.
Los conflictos internos padecidos por el soldado Doss, la incomprensión de los mandos que no comprenden sus motivaciones caritativas, considerándolo como un cobarde, están reflejadas con pulso firme. De aquí, pasamos a la parte más sangrienta del filme, una vez que pese a todas las trabas sufridas, nuestro personaje consigue ser admitido como médico de campaña.
La batalla de Okinawa nos recuerda otra gesta similar en las 'Cartas desde Iwo Jima' de Clint Eastwood. Está espléndidamente filmada, lo más cruento que hemos visto en cine hasta la fecha, brutalidad y humanidad al mismo tiempo, no siendo extraño que a algún espectador le salten las lágrimas. Es el verdadero y auténtico valor de este relato lírico y sentimental que nos quiere alejar del infierno de la guerra a pesar de la valiente proeza humanitaria mostrada por el soldado Desmond, fallecido en 2006.
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