![Los alicantinos siguen por televisión una histórica Santa Faz](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202004/24/media/cortadas/149572855--1248x830.jpg)
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EFE / C. C.
ALICANTE.
Viernes, 24 de abril 2020, 00:44
La lucha contra el coronavirus se sumó ayer a las súplicas que desde el siglo XV los alicantinos han trasladado a la venerada reliquia de la Santa Faz, especialmente durante desastres como sequías, plagas o epidemias. El de ayer fue un festivo como nadie recuerda en Alicante. Los peregrinos se quedaron en casa a causa de la pandemia y la reliquia apenas salió unos instantes del monasterio para bendecir a la ciudad.
Como cada segundo jueves después del Domingo de Resurrección, Alicante celebró ayer el día de la Santa Faz: según la tradición Cristiana, uno de los pliegues con que la Verónica secó el rostro de Jesús en su camino al monte Calvario y cuya reliquia se venera desde hace 531 años (1489) en el monasterio del mismo nombre, a 8 kilómetros del centro de la ciudad.
El evento de ayer se celebró a puerta cerrada por la suspensión de todos unos actos que normalmente son multitudinarios. Todo como consecuencia de «un nuevo desastre un iversal», como calificó a la pandemia de coronavirus el obispo de la Diócesis de Orihuela-Alicante, Jesús Murgui, quien lanzó un mensaje de esperanza: «Vamos a salir de esta».
Suspendida la romería -que es la segunda más concurrida de España tras el Rocío-, los actos se limitaron a una misa a puerta cerrada y a una bendición pública en la plaza aledaña, sin fieles, aunque transmitida por televisión e internet.
En la bendición, el párroco de Santa Faz, José Luis Casanova, subrayó que la reliquia ha sido objeto de súplica durante «sequías, plagas y epidemias» y manifesó que se pide «una vez más la bendición» para «poner fin y el cese de una situación dolorosa» por el altísimo número de víctimas. El sacerdote también rogó con intensidad a la Santa Faz para que «ilumine para afrontar juntos los efectos económicos y sociales» de la pandemia cuando llegue el día después.
A la bendición a las puertas del viejo caserón que ahora ocupan las Agustinas sólo se 'coló' una fiel: Dolores, de 77 años y que fue 37 años conserje del monasterio. Explicó a los periodistas que se presentó porque creía que don José Luis -el cura- la había citado. Sin darse cuenta, sorteó un fuerte dispositivo policial desde su casa, en la cercana calle Verónica.
Fue una ceremonia de 15 minutos en la que el obispo recordó a aquellos que han perdido la vida por el virus y a sus allegados y también. «A los que ayudan a los enfermos, a los ancianos y en cualquier servicio, y a los que hacen labores para la sociedad», agradeció. Antes se celebró una misa con apenas doce personas además del obispo, del párroco y de las Agustinas, que cantaron durante la eucaristía.
En una jornada atípica por la ausencia de fieles y con la anécdota de que se activó brevemente la alarma a la salida de la reliquia del camarín, el fuerte dispositivo de seguridad evitó que los alicantinos de acercarse al monasterio.
El obispo agradeció a las autoridades civiles que a última hora permitieran la restringida bendición desde la plaza y recordó que la salida de la reliquia sólo se suspendió una vez, entre 1937 y 1941-. Jesús Murgui también lamentó durante su intervención no haber podido acudir al Castillo de Santa Bárbara para lanzar un mensaje a los alicantinos desde el punto más alto de la ciudad tras ser denegado por parte de la Delegación del Gobierno.
La ayer suspendida romería de la Santa Faz conmemora el «milagro de la lágrima», que se remonta al 17 de marzo de 1489 en el barranco de Lloixa, a caballo entre las localidades de San Juan y Alicante, donde se sitúa el actual monasterio y desde donde se inició una peregrinación a causa de una sequía terrible que azotaba a la ciudad. Según las crónicas, el llegar al pequeño barranco, el portador de la Santa Faz, el fraile Villafranca, sintió tal peso en los brazos que no pudo tenerlos en alto y, quedando sin movimiento en los pies, empezó a pedir socorro. «Paró la procesión y, mientras la gente rodeaba asustada la Sagrada Imagen, vieron todos que del ojo derecho de la reliquia salía una lágrima que, corriendo hasta la mejilla, se paró en ella y creció de manera que no sólo los circundantes, más aún los que se hallaban apartados, la pudieron ver».
Ese día dio inicio a una especial devoción de 531 años entre los alicantinos que se ha mantenido sin excepción ayer.
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