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Cuatro millones de euros de la EMT en un banco chino y en manos ajenas casi de un plumazo. La monumental estafa a la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Valencia vuelve a poner sobre la mesa el grave y silencioso problema delictivo de las estafas a través de internet. Son aquellas que, urdidas por cerebros de lo digital, se trenzan a nivel planetario con trampas en forma de correo electrónico, SMS, programas espías...
Al final, el objetivo del 'phishing' es el de siempre: robar dinero. Pero a costa de engaños a internautas con identidades usurpadas. Nada es lo que parece. Ese correo o mensaje no es del banco. Ni de su jefe. Ni de la Agencia Tributaria. Ni de una joven enamorada. Ni le ha tocado un gran premio por el que debe adelantar cantidades para cobrar. La nueva 'estampita' es digital y los timadores están en su casa, delante de una pantalla, a miles de kilómetros.
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Según fuentes del Ministerio del Interior, empresas y particulares de la Comunitat Valenciana sufrieron el año pasado más de 11.200 fraudes informáticos. Son estafas como la de la EMT (pero no tan cuantiosas) en las que los cibercriminales engañan a internautas para lograr la anhelada transferencia o ingreso bancario. Y estos son sólo los casos en los que los delincuentes logran su objetivo, saquean cuentas y el caso acaba en denuncia. Según fuentes policiales, el «bombardeo de 'phishings' es constante, planetario y de todas las formas imaginables». Ellos lanzan el anzuelo cada segundo y la pesca de los ciberdelincuentes es, cada año, más provechosa, sin que los esfuerzos de las policías del mundo por aunar investigaciones o compartir información logre parar los éxitos de los estafadores.
La prueba más clara es que, en sólo tres años, entre 2015 y 2018, la región valenciana ha pasado de sufrir 5.000 fraudes informáticos a los actuales 11.200 con los que acabó 2018. Hoy por hoy hay una media diaria de 30 casos de 'phishing' consumados en la Comunitat Valenciana. ¿Se preguntan cuántos de ellos lograron esclarecer las Fuerzas de Seguridad? Algo más de 2.000. O lo que es lo mismo: 9.200 quedaron impunes, un 82% del total.
Hace ocho años, por fijar un punto de referencia, se resolvía uno de cada cuatro casos en la Comunitat, según Interior. La conclusión es clara: la actividad de los timadores vía internet se ha disparado y es de tal volumen, insistencia y sofisticación que está ganando la batalla tanto a la Policía Nacional como a la Guardia Civil. A pesar de la creación de grupos especializados en delitos tecnológicos.
Si ponemos el foco en la cantidad de detenidos o investigados por los fraudes, la cifra resulta irrisoria en comparación con los delitos conocidos: 352 en todo 2018. Según los datos que manejan tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil, el perfil del estafador informático es un joven de entre 26 y 40 años. Del total arrestados por estos engaños, 264 eran hombres y 88, mujeres.
Informes de Europol en los que se alerta a los ciudadanos sobre estas prácticas delictivas revelan que al menos nueve sistemas diferentes de engaño conviven actualmente en la red de redes a la caza del dinero en cualquier país del mundo.
El fraude del CEO, el del desfalco en la EMT, encabeza el listado. «El objetivo de los delincuentes es engañar a los empleados que tienen acceso a los recursos económicos para que paguen una factura o hagan una transferencia desde la cuenta de la compañía». Para ello, un estafador llama o envía correos electrónicos haciéndose pasar por un alto cargo de la empresa. En el caso de la EMT, los estafadores se pusieron el disfraz del concejal de Movilidad Giuseppe Grezzi.
En estos casos, estiman desde Europol, los estafadores «conocen muy bien como funciona la organización». Es decir, hay una fase de espionaje previa al golpe final. La guinda llega con la petición de un pago urgente por parte del usurpado 'jefazo' de la compañía. Y, por si el empleado desconfía, decoran el mensaje con frases como «confidencial», «la compañía confía en ti» o «ahora mismo no estoy disponible», en el caso de que el trabajador plantee alguna objeción o duda ante el movimiento de dinero.
En el análisis de fraudes como el de la EMT, la policía también ha comprobado que los estafadores «hacen referencia a una situación delicada», otra mentira más, «como inspecciones fiscales, una fusión o una adquisición». Éste último era el supuesto propósito de la EMT que creyó la empleada: la compra de una empresa en China. Se aferran para el éxito en la obediencia y fidelidad, a veces ciega, de algunos trabajadores hacia quienes les pagan. Al fin y al cabo, «se pide al trabajador que no siga los procedimientos de autorización habituales».
En el fraude del CEO se han dado casos en los que las instrucciones sobre cómo proceder «puede darlas, posteriormente, una tercera persona», describen los expertos. 'Si dos me mandan lo mismo, será que hay que hacerlo', piensa el trabajador títere. Para complicar las cosas, ponen tierra de por medio. «Solicitan un pago internacional a bancos fuera de Europa». Y así es como cuatro millones de los ciudadanos de Valencia acaban en China.
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