Los turistas contemplan un atardecer en la zona de La Cantera de Tabarca. LP

Tabarca o cómo estar a un paso de morir de éxito

El simposio Turismo Náutico Sostenible busca soluciones al exceso de turistas, que pone en peligro el futuro de la isla

Héctor Esteban

Valencia

Martes, 16 de noviembre 2021

Con los primeros rayos del sol, mientras los turistas desayunan en los hoteles, las gaviotas picotean los restos de plástico que hay en la única playa de Tabarca, una de las reservas marinas de la Comunitat Valenciana. Esos plásticos son la huella de las hordas de visitantes que el día anterior desembarcaron en la isla y que con la caída del sol plegaron sus sombrillas, cargaron las neveras y volvieron a la costa, bien de Santa Pola o de Alicante. Durante una de las ponencias del ciclo de Turismo Náutico Sostenible, que se celebró la semana pasada en Alicante, hubo quie con ironía apuntó que menos mal que la isla es de piedra y llega hasta el fondo, porque de lo contrario se hundiría. El foro lo organizó la Fundación Water Sports Plastic Free y contó con la colaboración del Patronato Municipal de Turismo de Alicante y la Asociación Española de Periodistas Náuticos (AEPN)

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Tabarca lo tiene todo, para triunfar o para morir de éxito. La isla se ha convertido en un punto de destino turístico de ida y vuelta. Pasar el día, se llama. La mayoría de los turistas desembarcan, buscan algún rincón en alguna cala para disfrutar del sol o bucear, comen y se largan. A partir de las ocho de la tarde, el pueblo, los lugareños asoman la cabeza por la puerta de sus casas y se reúnen para jugar una partida de cartas o conversar; los turistas que han decidido pasar la noche, que son los menos, buscan un lugar para cenar, y en la isla se respira cierta tranquilidad.

Hoy, esa isla que está a tiro de tabarquera de Santa Pola, es el paradigma del turismo náutico insostenible. Los turistas desembarcan en masa cada día de los meses de verano, incluso por encima de las posibilidades de la isla. Las embarcaciones fondean como en una gran avenida en hora punta. Además, la isla está sucia, porque es imposible absorber el exceso de residuos que dejan los turistas. Los gatos están gordos, las gaviotas comen plásticos y por un doble de cerveza y un paquete de patatas fritas se pagan casi seis euros. Todo es un cóctel insostenible y con un futuro escaso si nadie le pone remedio.

Durante el simposio, alguno se quejó de que la reserva marina sufre y otros apuntaron la necesidad de llegar a un equilibrio turístico, económico y social. Del debate, salió la propuesta de celebrar un encuentro entre todas las partes, incluida la administración, para llegar a un punto de entendimiento y que Tabarca se convierta en lo que realmente quiere ser. Encima de la mesa está el control de aforos y de horarios, una solución sencilla de adoptar si todas las partes están de acuerdo para hacer de la isla un modelo de turismo náutico sostenible.

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