En un pequeño fragmento del mapa de la costa levantina, entre Torrevieja, Orihuela Costa y las playas adyacentes de la Región de Murcia, ha ido creciendo de forma casi inadvertida la que hoy es ya la mayor colonia de islandeses del mundo fuera ... de los países nórdicos.
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El fenómeno es reciente. «El turismo de verdad empezó cerca del año 2000 –estima el cónsul de Islandia en la Costa Blanca, Manuel Zerón–. Fueron llegando poco a poco, pero ha sido en la última década cuando el progreso ha sido enorme».
Solo en la zona alicantina hay más de 4.000 propietarios de viviendas de origen islandés, «y eso sin contar con Murcia», señala Zerón. «De esos, unos 3.500 son residentes permanentes».
La cifra supone casi el 1% de la población de Islandia, un país pequeño y poco poblado que cuenta con menos de 400.000 habitantes, menos de de la mitad de los que hay solo en el municipio de Valencia. Allí, «el boca a boca» y la promoción de propiedades por parte de empresas españolas que realizan viajes comerciales ha acabado de popularizar el destino.
Hoy es habitual escuchar el idioma de este país nórdico en muchos de los supermercados de la zona o encontrar quedadas islandesas en los bares y restaurantes, como la que se dio el pasado 17 de junio en la piscina Las Chismosas de Playa Flamenca, en Orihuela Costa, donde medio centenar de personas celebraron el Día de la Independencia de Islandia entre decenas de banderas nacionales, trajes tradicionales y canciones populares del país.
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Már Elíson, uno de los pioneros en instalarse en esta área, ha visto la transformación con sus propios ojos. Acumula más de 30 años de experiencia en España y 15 como propietario. Ahora se dedica a asesorar a otros islandeses interesados en dar el paso. «En 1989 solo había una casa de propiedad islandesa aquí –recuerda–. Y era de un amigo mío. Yo venía y me enamoré de la zona». «Esto es perfecto –dice señalando el complejo con piscina y minigolf–, aquí siempre corre el aire, siempre se está bien: unos juegan al golf, otros tomamos algo y hablamos de la vida y los niños pueden bañarse».
El clima y el golf son, de hecho, dos de los motivos principales que han atraído a los islandeses a este punto concreto del país. «En Islandia, por la climatología, puedes ver cómo la gente va encorvada, con la cabeza abajo. Pero es llegar aquí, con este sol, y te yergues. Respiras de otra manera. Te cambia hasta el carácter», dice Már. «Esto es el paraíso», corrobora Ólafur Magnúson, presidente de la asociación islandesa de propietarios de viviendas en España, sentado a su lado.
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En cuanto al golf, es casi deporte nacional. «Los islandeses están locos por el golf. Intentan jugar todos los días del año, incluso en la nieve. Es algo muy popular, y aquí hay muchísimos campos», explica Oli Thorarinsson junto a su esposa, Petra Thorsdottir, en el salón de su chalé en la localidad de Quesada, donde viven de forma permanente desde hace dos años.
El otro factor, quizá el de mayor peso, ha sido el económico. «Si te pones en el lugar de una pareja mayor, de más de 67 años, con unos determinados ingresos por su pensión, y ves lo que pasa allí, puedes entenderlo. Las propiedades son mucho más caras, el coste de la vida es uno de los mayores en Europa y mucha gente se puede ver ahogada. Entonces, muchos se sientan y especulan con la posibilidad de salir del país durante semanas, o meses, a veces, durante años. Y empiezan a viajar a España en vacaciones para aprender sobre diferentes localizaciones en busca de un lugar idóneo, como este», señala Oli. Así les pasó a ellos. Él abandonó su antiguo trabajo en una compañía dedicada a equipamiento de salud y se lanzó a explorar ese potencial que él mismo experimentó al pisar el litoral alicantino. Hoy dirige la compañía Helgafell, que cuenta con 22 apartamentos de alquiler turístico en Quesada, mientras Petra teletrabaja para una empresa farmacéutica. Sienten que ese esel lugar donde quieren pasar el resto de sus vidas. «En los dos años que llevamos aquí, no ha habido ni un solo segundo en que haya pensado en volver», reconoce Oli.
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Pero nada de esto habría ocurrido de no ser por la conexión aérea. Ólafur Magnúson recuerda cómo empezó todo: «Al principio era muy difícil encontrar vuelos directos y a buen precio para venir. Nuestra asociación nació hace casi 40 años, cuando los primeros residentes se agruparon para conseguir mejor precio negociando de forma grupal con las agencias de viajes». Hoy la conexión con El Altet es fluida y asequible, y la demanda sigue despertado el interés de las aerolíneas. Hace poco se estableció la nueva compañía islandesa Niceair, que planea conectar con Alicante en invierno. Icelandair ofrece numerosos vuelos directos, y Play, nacida hace un año, también ha fijado El Altet como destino.
Tras la crisis de 2008, Islandia restringió la posibilidad de transferir fondos al extranjero. Gustaf Nielsson, propietario en San Miguel, recuerda que para entonces él ya había reservado una vivienda. «Tuve que perderla», lamenta. No pudo cerrar la operación hasta 2016 gracias a sus hijos residentes en otros países. La caída de aquellas medidas en 2017 ha reavivado las operaciones de islandeses en busca de una vida mejor. «Allí tenemos un dicho –cuenta risueño Már–: 'En la vida, mantente en el lado soleado'». De eso se trata.
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