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Maldita hemeroteca: el archivo de LAS PROVINCIAS contiene cumplida noticia de cómo el avanzado deterioro del patrimonio valenciano convive con las promesas de cada administración, ... en representación de distintos partidos, sobre la atención que se disponían a prestar a tal o cual tesoro de nuestra historia. Valga como ejemplo el edificio que ilustra estas líneas: el Palacio Vallvert, un hermoso ejemplo de buen arquitectura arruinado por la desidia de quienes deberían tutelar sus huesos. Una céntrica finca, enclavada en la calle del Mar, que conspira contra la belleza de ese rincón de Valencia cuyo atractivo ha recibido un considerable impulso desde la inauguración del Centro de Arte Hortensia Herrero.
Sólo unos metros más allá, hacia Capitanía, el hogar que fue de la familia Vallvert opera como su opuesto: un ejemplo de esos compromisos políticos que se lleva el tiempo para desolación, sobre todo, del vecindario más próximo. Situado junto al pouet de San Vicent, casa natal del santo, el palacete se distingue porque rompe la alineación de la calle: un retranqueo que encarna, según alertan quienes viven en su entorno, un creciente peligro de seguridad vial del que han alertado (sin éxito, siempre de acuerdo con sus testimonios) al Ayuntamiento. «Los coches aparcan al lado sin darse cuenta de que en ese lateral no hay plazas de estacionamiento o directamente porque a los conductores les da igual», alertan. Un factor de riesgo que crece a la salida de los colegios próximos, cuando menudea el tráfico peatonal de los más pequeños del barrio, para alarma de sus familias.
No es el único motivo de inquietud que rodea al palacete. Sus vicisitudes recientes, mientras sigue en el limbo la promesa de que sirviera de sede del nunca materializado Museo de la Indumentaria, incluyen la presencia de 'okupas' y el destrozo de su interior, buena parte del cual quedó deteriorado por la suma de contingencias como se puede comprobar echando un vistazo desde una ventana abierta: una ojeada que sirve para cerciorarse de la escasa higiene que caracteriza a la finca, para preocupación de los habitantes de edificios colindantes.
A su voz de alarma le aguarda un incierto futuro. La propiedad, en manos de la Generalitat, necesita para activar un plan de mejora que se convoque una reunión del patronato que gestiona la fundación creada por el barón de Vallvert cuando murió sin descendencia, organismo que gestiona los pormenores de su herencia. La más valiosa, este palacete que clama por un uso más adecuado con su esbelto porte y su fecunda historia. Pero hasta que llegue su reforma integral, los vecinos se conformarían mientras tanto con algo más básico. Adecentarlo un poco. Y mejorar la seguridad.
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