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María Ángeles Ros, socia del despacho ERRE Arquitectura, y Laura Cubells, directora de Clínica Alejandría. J. Signes

Armonía y confort: la clínica escondida en el centro de Valencia que no lo parece

Un premiado proyecto de ERRE Arquitectura para centro sanitario inspirado en el mundo clásico, que rinde tributo a la proporción, la calidez y la luz

Jorge Alacid

Valencia

Viernes, 5 de julio 2024, 00:51

El rasgo diferencial de la buena arquitectura no reside a menudo en lo que se ve sino más bien al contrario: el talento, el genio ... del autor, habita en que pasen desapercibidos algunos de sus hallazgos, que un ojo bien entrenado detecta cuando tropieza con la huella del ingenio de quien dejó para la posteridad ese tipo de encargos que sólo en apariencia son invisibles. Sin trucos, sin atentar contra la fidelidad del cliente y tampoco despistar a quienes disfrutan del resultado de sus cavilaciones: esa clase de arquitectura que huye de la apoteosis y se pone al servicio del fin principal del oficio. Convertir en habitables y gratos espacios que tal vez (sólo tal vez) no habían nacido con esa pretensión: o, lo que es lo mismo, cómo transformar una antigua nave muy degradada en el centro de Valencia en un territorio donde prima el confort y su hermana, la armonía.

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La respuesta se llama Clínica Alejandría. Un proyecto de Erre Arquitectura para el equipo que capitanea la doctora Laura Cubells, médico dermatóloga, donde confluyó esa aspiración compartida: dotar al centro médico de un escenario donde lo sutil, el gusto por el detalle, se hermanase con el servicio que prestan sus instalaciones. Una clase de encargo donde la discreción ejerce como principal activo: la idea que rondaba a Cubells cuando se puso en contacto con el despacho de arquitectos para materializar su sueño. «Quería pensar a lo grande y me dije que para eso necesitaba un proyecto de arquitectura que también pensara a lo grande», explica. «No sólo pensáis a lo grande», matiza la doctora. «Es que también lo sois. Uno de los mejores despachos de arquitectura de España».

¿Dicho y hecho? Más bien, no. Las cosas en esta clase de proyectos que implican casi una transformación vital nunca van (ni deben ir) tan rápido. Primer paso: la doctora Cubells abandonó la antigua sede de su clínica en la calle Serrano Morales hasta localizar un espacio «que fuera en consonancia» con sus aspiraciones, consistentes en disponer de una clínica para el cuidado de la piel y otras patologías similares que fuera algo más que eso. Ella imaginaba un escenario diferencial, que ayudara a sanar en cuanto sus potenciales usuarios pusieran el pie en esta finca de la calle Sorní que pasa inadvertida al caminante. Hay que superar el retranqueo de la entrada y caminar por el majestuoso zaguán para tropezar de repente en una nueva realidad: los deseos de Laura Cubells se cumplieron. ¿Cómo? Mediante aquel segundo paso trazando un itinerario compartido con los miembros del equipo de arquitectos, una de cuyas integrantes, María Ángeles Ros, socio del despacho, nos acompaña durante la visita. Entre ella y su clienta van explicando que el proceso de reconversión del anterior inmueble en este delicado espacio nació de esa conspiración forjada para que una clínica bautizada como Alejandría se ciñera a los atributos propios de la mítica ciudad, con su no menos legendaria biblioteca: un intangible desbordante de sabiduría y elegancia que Cubells pretendía «que se sintiera a cada paso, casi que se oliera». El encargo fructificó luego de sellarse entre sus protagonistas una estrecha cercanía que ambas enfatizan durante el recorrido y que se basa en el principio que subraya Ros: «En ERRE no nos intimida nada: somos un equipo capaz de todo».

Así que ahora sí. Dicho y hecho. O casi. Durante el proceso de reforma de la edificación original fueron surgiendo los contratiempos inevitables en este tipo de encargos, que se solventaron de acuerdo al pacto firmado entre cliente y arquitectos: que el trato al paciente fuera la piedra angular de todo el proyecto. Un trato distinguido por la máxima profesionalidad, plasmado en múltiples gestos que salen al encuentro durante la visita… aunque se necesite el concurso de quienes mejor conocen estos metros cuadrados porque tienden a camuflarse. Lo pequeño es hermoso pero lo sutil también lo es: las ideas fuerza de amabilidad hacia el cliente y trato confortable se depositan en la elegante selección de colores para las paredes, en el uso de cuidados materiales de parecida nobleza, la disposición del coqueto mobiliario (nacido también de los tableros de ERRE Arquitectura) o la prevalencia del elemento definitivo que consagra este espacio al propósito de sostenibilidad, calma y confort que reclamaba Cubells: la luz.

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La hermosa luz blanca de Valencia invade la Clínica Alejandría a través del lucernario central, un imaginativo dispositivo que dota al conjunto de lo que buscaba su promotora: «Que nos haga sentir mejor». Cubells recuerda que ese hallazgo, presidido por cierto por un hermoso olivo que algo tiene también de símbolo de la antigua Alejandría, «nos hizo muy feliz». La reforma arquitectónica avanzaba según sus intenciones, »buscando siempre el máximo bienestar de los clientes», y ante sus ojos fue cristalizando aquella fantasía que un día le animó a mudarse hasta el centro de Valencia: un programa basado en siete boxes, más una sala privada polivalente, desplegados alrededor de un corredor también muy luminoso, donde el equipo de profesionales puedan ejercer su oficio (cirugía incluida) y también su faceta docente. Distribuida en dos plantas, la clínica dispone incluso de un rincón secreto, con un punto de magia: su espectacular azotea, donde el equipo se cita para relajarse después de la jornada laboral o para las reuniones de trabajo menos formales.

Hasta alcanzar su cumbre, el itinerario por el interior de la finca se organiza según una secuencia que apunta persistente hacia el propósito central de Cubells para su clínica: «No quiero que esto parezca una fábrica de facturar». Por el contrario, Alejandría sublima esa idea de habitar el espacio de acuerdo con una lógica que habla de armonía, gusto por la proporción y demás gestos propios de otro intangible que también anida en estos metros cuadrados: encarnar ese espíritu de cultura mediterránea que palpita en su icónico olivo y la generosa luz, el recurso al patio tan valenciano como elemento vertebrador del espacio… A ratos, la clínica parece un hotel; en otros momentos del recorrido, su atmósfera remite a la propia de un balneario, cumpliendo por lo tanto los preceptos con que Cubells se despertó una mañana, descolgó el teléfono y encontró en ERRE el interlocutor que demandaban sus ambiciones: ofrecer asistencia médica de excelencia «pero también confort». «Todo está pensado para el paciente», insiste.

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Prueba superada. Un equipo de ocho doctoras, que alcanza hasta las 22 personas sumando al resto de la plantilla, se reparte por la clínica creando con sus clientes esa clase de conspiración que late en las palabras de Cubells. Habla de crear belleza, del poder sanador del espacio que pilota, del mimo con que seleccionó con sus arquitectos este precioso mármol de Macael, las paredes de mortero de Teruel con su señorial textura de aguas o las aristocráticas maderas de nogal que nos vigilan. Y cita entonces los tres rasgos que definen este sofisticado reino que gobierna: «Sencillez, elegancia y atemporalidad». Ros asiente a su lado y menciona además los principios de exclusividad y calidez con que reflejaron las aspiraciones de su clienta hasta desembocar en esta especie de ágora donde (en efecto) menos siempre es más, la curvatura del acceso y el techo abovedado aportan encanto a la experiencia de habitar esta clínica y se imprime el sello distintivo que un día unió a Cubells con ERRE Arquitectura: «Huir de lo artificial». Los habitantes de la antigua Alejandría estarían de acuerdo.

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