La casa/monasterio de Godella: bienestar y silencio o el lujo de vivir al estilo passivhaus
CASAS QUE HABLAN ·
La feliz experiencia de una familia que habita una vivienda construida según un modelo que prima la salud de sus ocupantes: eficiencia, aislamiento y ahorro
Avanza el mediodía de una desapacible mañana en el centro de Godella, según el paisaje ritual: algún jubilado paseando, otros que recogen a las nietas ... en el colegio y coches que surcan su calle Major a la altura de la maciza iglesia cuando, de repente, el paseo tropieza con una sorpresa. Frente a la típica casa de tantas localidades valencianas, ese simpático modelo de planta baja más dos alturas, pintadas cada cual de un color distinto, persianas venecianas y decorada con alguna serigrafía, vecinas de otras fincas en plan setentero (ay, el temible ladrillo caravista), un edificio llama la atención al caminante por su fisonomía muy singular. Carente de decoración y levantado con una única altura (luego comprobaremos que se trata de un trampantojo: dispone de dos en realidad), el inmueble se distingue por un aire casi conventual, que no desmentirá el paseo por el interior. Más bien al contrario: uno de sus moradores, la gentil Manuela, confirmará con sus palabras que habitar estos pisos equivale a disfrutar de la experiencia de recogimiento y silencio propia de la celda de un monasterio. Un monasterio muy confortable, muy particular, levantado según las leyes de la técnica llamada passivhaus (casas pasivas), que otorga a sus inquilinos una dosis adicional de bienestar. También un plus de salud.
Como toda casa, también este reportaje se construye sobre los cimientos: de qué hablamos cuando hablamos del método passivhaus. Respuesta: se trata de un estándar de construcción capaz de reducir hasta en un 90% la demanda energética de refrigeración y calefacción de un edificio. La certificación passivhaus es la más exigente a nivel mundial en cuanto a eficiencia energética, como prueba esta singular casa de Godella: si hoy abre sus puertas, es porque la visita se incluye dentro de las actividades promovidas por la Plataforma de Edificación passivhaus (PEP), dentro de la 15ª Conferencia Española Passivhaus que se celebraba esos días en Valencia. La Plataforma es una asociación sin ánimo de lucro que promueve la construcción de edificios altamente eficientes y sostenibles en España desde el año 2008, cuando enarbolar el mensaje del modelo passivhaus equivalía casi a predicar en el desierto. Con la fe de un misionero, valga la metáfora, sus integrantes han ganado para la causa desde entonces a un puñado de audaces propietarios de casas… y algún promotor comprometido y tal vez pionero. Deben vencer alguna barrera (el precio de construcción se eleva algo sobre la tarifa de una vivienda convencional), pero luego recogen sus resultados con esa sonrisa que por ejemplo luce Manuela mientras enseña su hogar: fue un poco más caro hacerse con su propiedad pero el ahorro en energía ahora lo compensa.
Fachada de la vivienda, su parte posterior (donde se aprecia que consta de baja más dos alturas) y Manuela y Joan bajo el llamado 'pulmón' de su hogar: el mecanismo que garantiza el perfecto funcionamiento del método passivhaus.
J. Signes
Es un ahorro, por cierto, que se traduce también en una mejora de la salud general de la familia. Lo corrobora una de sus dos hijas, que sonríe mientras nos enseña el piso superior, esa misteriosa segunda planta que no se aprecia desde la entrada porque la parcela se ubica en una suerte de terraplén: por la parte de atrás se desvela el enigma, esa planta baja más dos alturas que garantizan un apreciable confort interior. En total, unos 140 metros cuadrados distribuidos en un espacio formado por dos pisos: en el principal se sitúan el salón, la cocina y el baño; arriba, los dormitorios y otro baño, además de la terraza con vistas a las huertas que aún resisten, aunque en realidad el corazón de la casa, además del que aportan sus propios habitantes, se ubica junto a la puerta de entrada. Emboscado, el sistema de ventilación que rinde tributo al modelo passivhaus se esconde detrás de un panel que ahora, durante la visita, exhibe sus interioridades para que entendamos lo que Manuela y su familia (y la arquitecta encargada, Jasmin Otto) nos cuentan: cómo funciona el «pulmón» de su casa, esa ventilación mecánica que asegura la continua recuperación de calor, según un dispositivo que recoge el aire de las zonas de mayor humedad y lo transforma. Un aire seco calienta la casa, para dicha de sus ocupantes. «Yo tenía algún problema de reuma», confiesa Manuela, «y será casualidad pero aquí se me ha pasado».
En realidad, ella ya sabe lo que cualquiera no ignora. Que las casualidades no existen. Ese aire tan saludable que despide su vivienda obedece en efecto a las leyes particulares del estándar passivhaus, que filtran el ambiente y aseguran esa sensación tan extraña en nuestros días: aislarse en tu propia casa, un propósito a veces imposible por las leyes del ruido que gobiernan extramuros. En este edificio de Godella ocurre lo contrario: es como habitar una cápsula en el espacio. Una suerte de burbuja de efecto placebo: mientras Manuela se sienta para someterse a las fotos protocolarias, acaricia su gata Aura o atiende a su hija mientras avanza con los deberes escolares, el tiempo parece detenerse. «Cuando vienen de visita me dicen que esto es como vivir en un monasterio», sonríe. Y hay que darle la razón. A ella y a sus visitantes: cuando las puertas de las ventanas se cierran, nace un silencio imponente, religioso casi. La casa zen.
Tres detalles de la vivienda: el interior y su terraza.
J. Signes
La referencia a la religión es por cierto muy atinada para entender esa idea de proselitismo que caracteriza a los fieles del método passivhaus, más acusada años atrás. Hoy, sus promotores, los responsables de la empresa tuproyectovive.com que nos acompañan por Godella, dicen que deben salvar menos barreras que antaño, aunque la verdad es que esta casa tiene algo de rareza: se trata del primer edificio completo, con envolvente única y continua, íntegramente levantado de acuerdo con esa técnica en la Comunitat. Hasta ahora, había casas aisladas, unifamiliares, y también pisos que se engarzaban en bloques con otros pisos más convencionales: en total, aquí se distribuyen sobre una finca levantada en un solar vacío un total de 12 viviendas bastante parecidas a la que enseñan Manuela y su pareja, Joan, que se incorpora durante la visita para asentir a cuanto nos relata ella. ¿Resumen? Que su decisión de venirse a vivir a una casa de este estilo se revela ahora acertada. «Vivíamos en las Casas Verdes de Paterna», explican, «y queríamos una casa que estuviera en el centro del pueblo, como ésta».
Ahí reside la razón fundamental de que la familia se decantara por mudarse a esta finca recién nacida en Godella, donde sólo observan beneficios de su emplazamiento. Además de estar alojada en tan céntrico enclave, el alto valor medioambiental del entorno se sitúa al alcance de su mano, sin los peajes habituales como la dichosa esclavitud del coche. Más ventajas: «La casa está tan bien aislada que no llega ni el más mínimo olor, ni siquiera cuando abonan». Joan había leído algo al respecto del método passivhaus y se decantó por adquirir esta vivienda atraído por la larga serie de atributos que distingue a los edificios construidos según ese modelo. Al espléndido aislamiento que citan repetidamente durante nuestra visita (mientras asiente su hija con una sonrisa: concentrarse en los estudios es así mucho más fácil), se añade el control absoluto de la temperatura interior, clave para materializar el ideal al que aspira el movimiento passivhaus: salud, confort y eficiencia. «Y, finalmente, ahorro», añaden.
El cambio respecto a su estilo de vida anterior es «brutal», coinciden Manuela y Joan. Aún les llama la atención esa temperatura tan estable que impide a veces saber qué estación del año aguarda fuera de sus paredes. O la magia de ese zaguán que se mantiene fresco en verano, como era norma en las construcciones de antaño. De modo que su hogar entraña una especie de vuelta al pasado, cuando las casas se construían según los principios de la orientación adecuada, la mejor ventilación, un aislamiento perfecto… Más o menos como ocurría con todas esas casas antiguas diseminadas por la misma calle Major de Godella donde triunfa por fin el estilo passivhaus. El monasterio del que habla Manuela con una sonrisa. La construcción que hace bueno el viejo principio: cuanto mejor aislado, más sano es un edificio.
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