Francisco Javier Goerlich Lleó, nacido en Valencia en 1886 y fallecido también en Valencia en 1972, fue uno de los arquitectos más decisivos en la formación del perfil de nuestra ciudad: estas líneas, extraídas de la entrada que la wikipedia le dedica, resumen demasiado apresuradamente la auténtica talla de Goerlich, un gigante de la arquitectura pero, sobre todo, una especie de constructor magnífico de la imagen de la Valencia contemporánea. Tanto por el elevado número de obras que llevan su firma como por la calidad de su trabajo, que el paso del tiempo sigue ennobleciendo. También tenemos que entender a Goerlich como ese sumo hacedor de la ciudad que se desprende de su condición de arquitecto mayor de Valencia desde 1931 hasta su jubilación en 1956. Un par de décadas decisivas para que la ciudad sea la que conocemos hoy y que justifican un paseo por aquella Valencia donde su ilustre mano es más evidente: un paseo por la plaza del Ayuntamiento y sus alrededores. Un paseo con un guía de excepción: su sobrino nieto y albacea Andrés Goerlich.
Durante el recorrido, Andrés Goerlich aludirá al mandato colectivo de preservar la memoria ciudadana. Es el mismo tipo de vocación con que discurren las historias que vamos contando aquí, en historias de Valencia. Recorrer la ciudad que tanto amamos con otra mirada, más cercana a su corazón, más compasiva con sus imperfecciones. Y elevarnos en la medida de lo posible sobre la última polémica, la enésima controversia que solo conducen tan a menudo hacia la desolación, porque apenas nos enriquecen y paralizan por el contrario el latido de la ciudad. Mirar Valencia como si fuera eterna. Mirarla con los ojos de Javier Goerlich si hoy se obrara el milagro de su resurrección.
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