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«El proyecto, construido por AVINTIA, está diseñado en sus diferentes fases por los estudios Nebot Arquitectos, Arqueha y Adoras Atelier Arquitectura». Una sucinta información contenida en una nota de prensa apunta hacia la reciente edificación en una zona de Valencia muy proclive a la ... transformación urbana (el entorno del Grao) de tres bloques de viviendas de elegante construcción, que incluyen en uno de los casos un espectacular mural a cargo del artista Felipe Pantone recorriendo una medianera, y que están dotadas del programa convencional en cualquier promoción. No habría por lo tanto elementos distintivos que conviertan su construcción en noticia, si no fuera porque nacen con una vocación insólita, según una tendencia cada día más habitual: son viviendas que se edifican para ser alquiladas. La compra no es una opción, de acuerdo con la lógica que opera en sus promotores: se trata de dar servicio a una clase de clientela que no encontraba hasta ahora más que otros raros ejemplos de este tipo de viviendas por Valencia. Nómadas digitales, profesionales llegados de otros puntos de España o del extranjero, que sólo estarán unos meses entre nosotros y esa clase de fauna humana de carácter global que ha puesto sus ojos en este orilla del Mediterráneo y reclama alojamientos que entiendan su carácter provisional. Nada de ataduras: la empresa constructora es también su casera.
Son casos como el de Ara Alicia, una risueña inquilina que ocupa uno de los pisos que se acaban de estrenar en la calle Juan Verdaguer. Al lado se erige otro bloque también recién levantado y más allá, igualmente cercano y a punto de concluir sus obras, el tercero que configura esta singular experiencia inmobiliaria. Ella explica, con su dulce acento peruano, que eligió residir una temporada en Valencia por las razones que se pueden deducir y que contribuyen a su bien ganada fama a escala planetaria («Buen clima, la playa, la vida más relajada») pero que cuando aterrizó en esta ribera del Turia fracasó en su intento de encontrar una vivienda que estuviera a la altura de sus necesidades y expectativas: «Yo vengo para una larga estancia y si bien había oferta de pisos de alquiler, no encontraba una buena relación calidad/precio». Un problema que se fue agravando hasta que el clásico boca/oreja hizo el milagro. A través de un amigo se enteró de la existencia de estos pisos bautizados en inglés como Stay (permanecer en castellano) y ya no tuvo dudas: «Era justo lo que estaba buscando».
¿Y qué buscaba exactamente? Ara Alicia responde con una frase que despeja dudas y que sirve casi como eslogan del residencial donde vive: «No estoy pidiendo lujos pero sí confort». Es una idea muy presente durante el recorrido guiado por los promotores a través de la urbanización: una grata sensación, en efecto, de confort, presente en el delicado acabado de los pisos (tanto los de un dormitorio como los más grandes, de dos), las zonas comunes (piscina incluida, donde a esta hora de la mañana se bañan otros inquilinos o se regalan una sesión de bronceado desde las tumbonas) y el espíritu general de la promoción. «Me gusta vivir aquí por un conjunto de cosas, no por una en solitario», aclara Ana Alicia. Por ejemplo, que sea un alojamiento completamente nuevo, que facilite la idea de colectividad entre quienes lo habitan («Tenemos un chat vecinal y el otro día me salvaron la vida porque no encontraba un sacacorchos», sonríe) y que permita la compañía de mascotas: en su caso, un perro de raza 'jack russell' que según su dueña ladraría de satisfacción si le preguntan por su experiencia como residente en el edificio. «Aquí te sientes como en casa».
Es una frase común a otros ocupantes de las casas que durante la visita salen a nuestro encuentro y que hacen suya las palabras de Ara Alicia. También ellos buscaban en Valencia un tipo de alojamiento que les permitiera empezar una nueva vida sin tener que verse obligados a firmar una hipoteca, que fueran viviendas de larga estancia (mínimo, un año; máximo, siete) y que forjaran una cierta idea de comunidad muy valorada sobre todo entre quienes llegan desde destinos más lejanos. Es el caso de un joven inglés que sube con nosotros en el ascensor, también con su mascota (la promoción es 'pet-friendly' y contará incluso con un spa para animalitos) o de una pareja de ucranianos que consulta el ordenador en otro de los puntos que los residentes más valoran de la promoción: el espacio de coworking que anida en los bajos del primer edificio construido, en avenida de Francia.
Cuando charlamos con ellos, comparten la mesa con otra media docena de residentes; en los tres boxes aledaños, se dedican a parecidos menesteres otros miembros del vecindario, que agradecen también que este bloque se corone con una piscina en la azotea, que regala vistas de ensueño al mar cercano y también mucho más lejos, porque es una luminosa mañana que añade encanto a la experiencia de alojarse en estas fincas y explica que junto a la pileta de cristalinas aguas se ubique otro servicio igualmente envidiable: una zona de esparcimiento dispuesta con cocina para que los vecinos puedan prepararse su propio menú, compartir viandas y tragos y ver anochecer desde esta privilegiada atalaya mientras, como ocurrió unos días atrás, por la pantalla gigante asisten a la final de la Champions.
Es la última etapa de nuestro recorrido, que ha incluido también la visita a la zona estancial donde duermen las bicis y los patinetes, un servicio que la propiedad ofrece gratis a sus ocupantes luego de firmar el preceptivo contrato. Pronto contarán además, en cuanto se estrene el edificio cuya construcción se está culminando, con un gimnasio de uso exclusivo, una dotación que justifica según sus promotores el éxito de su oferta inmobiliaria: por unos 900 euros en los pisos más baratos, el inquilino se ahorra parking para el coche o la bici, se ahorra también el gimnasio y se ahorra además el contrato de wifi, que viene incorporado en cuanto entra a vivir. De ahí el éxito que han encontrado los constructores en su propuesta, porque los 160 pisos del bloque más elevado y los 60 del sito en Juan Verdaguer ya están ocupados y la precomercialización del tercero avanza a buen ritmo. Los más caros, sin muebles como los más pequeños, salen a unos 1.200 euros, que según sus promotores es también un precio atractivo ahora mismo según la oferta inmobiliaria de Valencia, y que incluyen cocina equipada con electrodomésticos, aire acondicionado y otras comodidades pensadas para este tipo de clientes que circulan por el edificio mientras lo vamos abandonando. Cuentan además con servicio de conserje en horario laboral, como emergencias las 24 horas del día y con un curioso método de paquetería digital que habla de las elevadas prestaciones tecnológicas que distinguen a estos tres edificios que aún son una novedad en Valencia, aunque algún bloque semejante se deja ver también por barrios como Arrancapins.
¿Conclusión? Que el futuro del mercado de la vivienda ya está aquí y es de alquiler, como parecen querer decirnos los promotores de Stay, que está levantando fincas semejantes en Córdoba, Tarragona y Madrid para dar respuesta a un creciente mercado que reclama este tipo de alojamientos. Clientela formada por esos nuevos nómadas que cada día son menos nuevos, como serán menos novedosos en un futuro cercano esta clase de viviendas. Construir para vender era lo convencional. Construir para alquilar, que el promotor sea también tu casero, es lo moderno.
El edificio Stay Valencia «es un residencial de vivienda de obra nueva en alquiler», explican sus promotores. O lo que es lo mismo, con su nombre en inglés: 'Build To Rent'. Un proyecto de la compañía STAY by Kronos, que consta de 174 viviendas en su primera fase, distribuidas en varias plantas, que incluyen unidades de 1 y 2 dormitorios con tamaños que oscilan entre los 51 y 92 metros cuadrados. Su construcción se inició en 2022 «y desde el principio contó con una fuerte orientación hacia la sostenibilidad», señala la compañía, cuyos responsables enfatizan que «la vivienda de obra nueva en alquiler es una opción cada vez más demandada en España y por supuesto en Valencia, por motivos como la dificultad de acceso a las hipotecas y la incertidumbre económica». Según su experiencia, la buena acogida a su promoción nace de una campaña de comercialización «distinta a las destinadas a la venta» que explican en estos términos: «Las viviendas para venta suelen empezar a comercializarse sobre plano, cuando ni siquiera la obra ha empezado y dependiendo de cada proyecto, en muchos casos esta fase continúa una vez entregadas las viviendas, mientras que en el caso de viviendas para alquiler el plazo de comercialización comienza entre 6 y 4 meses antes de la entrega de las viviendas». Más diferencias: «Tanto en venta como en alquiler se utilizan webs específicas para la comercialización de cada producto, con 'claims' muy concretos explicando cada tipología, un aspecto que cobra especial relevancia en Stay puesto que es necesario explicar de forma muy clara el formato de vivienda, servicios y facilidades que se ofrecen, de forma que se llegue al público objetivo deseado». De momento, con éxito. En la promotora aseguran que sus inquilinos transmiten una impresión «excelente». «En general están encantados con la experiencia, no solo en cuanto a servicios, sino también para vivir en comunidad», subrayan. Y la pregunta del millón: cómo evitar que se conviertan en pisos turísticos. «Stay está pensado para el inquilino, como un espacio donde crear comunidad y sentirte como en casa, lo que lo aleja de la idea de pisos turísticos. Además, la propiedad de todas las viviendas del residencial continuará perteneciendo a Stay by Kronos, por lo que por normativa no sería posible que los inquilinos puedan darle otro uso que no sea el estrictamente residencial a título personal».
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