Urgente Decenas de premios con el sorteo de Eurodreams de este lunes
Carmen posa orgullosa con la llave de su antigua casa, donde hoy todavía reside. D. Torres

«Cuando Franco nos dio las llaves»

Carmen, una nonagenaria que vive en la casa original de San Antonio que su familia recibió en 1952, recuerda el día en que el dictador fue a su localidad para formalizar el nacimiento del pueblo creado por el plan de colonización

Jorge Alacid

Valencia

Miércoles, 8 de mayo 2024, 00:37

Para los manuales de Historia, el general Francisco Franco será siempre el sanguinario dictador que gobernó España con mano de hierro durante la larga noche ... de 40 años de dictadura. Para Carmen, la anciana pero vital vecina de San Antonio de Benagéber, el dictador será siempre ese señor «bajito y con la cara redondita» que una mañana de hace 72 años llegó al municipio recién nacido por entonces (todavía una entidad local menor), se apeó del cochazo y en un acto convocado ante el edificio que fue sede de la comunidad de regantes (hoy un solar vacío hacia el final d ela calle Turia) fue entregando uno por uno el manojo de 75 llaves a otros tantos colonos, que así fueron conocidos en la localidad desde entonces. Los 75 pioneros. Los 75 colonos a quienes aún se refieren por esa denominación quienes forman su descendencia y no olvidan sus raíces, depositadas bajo las aguas del embalse que poco antes de aquel bautizo (el nacimiento efectivo del actual San Antonio) cubrió sus casas y envió a sus ocupantes a un triple destino: la masía vecina, también llamada San Antonio, un minúsculo enclave junto a Moncada llamado San Isidro, hoy carente de vida, y este pueblo que en enero de 2004 alcanzó la condición de municipio a todos los efectos. Fue su particular proceso de independencia.

Publicidad

Lo recuerda el entonces alcalde, Eugenio Cañizares, mientras nos guía por las dependencias municipales que hoy gobierna Eva Tejedor, también como él heredera de aquel grupo de antiguos colonos, los 75 de las famosas llaves, que se diseminaron por otras tantas casas erigidas para ellos por el régimen franquista. Cañizares y Tejedor rememoran aquellos años de severas dificultades, observan que algunos vecinos de Benagéber volvieron al poco a sus hogares, en las aldeas junto al pantano que no se habían inundado, porque no se adaptaban a San Antonio. Ni al pueblo en sí ni a la masía cercana, hoy un vestigio de aquellos días que se asoma a su reconversión como futuro salón de banquetes. En el caserío que mantiene viva la memoria de los planes urbanísticos diseñados para dotar a todos los pueblos de la colonización a lo largo de España de una imagen uniforme, la alcaldesa va señalando las casas de tamaño más contenido, de una sola planta, y las que se sortearon cuando nació el pueblo entre quienes tenían familia y necesitaban más espacio: son las que añadieron un piso superior.

Edificio del antiguo depósito de aguas de San Antonio; debajo, aspecto actual de la masía de San Antonio, uno de los tres enclaves adonde se trasladó la antigua población de Benabéger; sobre estas líneas, otro de los enclaves: San Isidro, junto a Moncada. La antigua masía de Morodes. D.Torres

En una de ellas reside por cierto la protagonista de esta historia, la tía Carmen, como le llaman Eugenio y Eva. Es una guapa anciana, a quien cuida con mimo Inés, la boliviana que le atiende y se ocupa de sacarla a pasear y ahora de peinarla para las fotos. Y una anciana vital, a pesar de los achaques y de los problemas de movilidad, que no pierde el apetito aunque confiesa que últimamente no se abandona tanto como solía a su faceta golosa. «Los dulces le encantan», confirma Inés, mientras Carmen saca a pasear de su particular retrovisor el testimonio que aún preserva. Aquella mañana de mayo de 1952, cuando la niña que acompañaba a sus padres (Joaquín y Balbina) volvió con ellos a su hogar con la llave de generoso tamaño que hoy nos saluda, colgada en el recibidor. La llave con que Carmen posa orgullosa mientras afloran los recuerdos: «Cuando Franco nos dio las llaves...».

Puntos suspensivos. Cuando Franco les dio las llaves a su familia comenzaba para ellos una nueva vida que ella prolonga a sus 92 años todavía risueña, feliz de recibir a las visitas. Cuenta que se ocupó de trabajar en el campo «como un hombre», en los cultivos propios de San Antonio, los que dieron de comer a las 75 familias originales y a sus descendientes: naranjas, también cacaus, algunos campos de cebollas... Y su cuidadora Inés apunta que también se empleó luego en el cercano centro sanitario, antes de quedarse viuda, atendida por sus sobrinos desde que se jubiló y esos achaques que menciona minaron su salud. Carmen asegura que sale a pasear por los alrededores de su casa, situada junto a la plaza del Ayuntamiento que ha visto deteriorarse su fisonomía aunque mantiene algunas trazas de aquel pasado: cuando Franco llegó y les dio las llaves. Cuando nació este pueblo con aspecto de poblado de película del Oeste, su aparatoso depósito de agua, la vieja escuela ya desaparecida, la que se ubicó luego en las casitas que ahora alojan al centro de salud: cuando el Estado compró a la antigua Reva (Regadíos de Valencia SA) estas tierras para que los Tejedor, Cañizares y el resto de apellidos que se repiten desde entonces con insistencia forjaran sus propias vidas a unos minutos de la capital. Vecinos como Carmen, que se retira ya al interior de su casa («Me duelen las rodillas», confiesa) y la sonrisa un punto infantil que tal vez es la misma con aquella mañana del 27 de mayo de hace 72 recibió una llave de aquel señor bajito, con la cara redondita.

Publicidad

Eugenio Cañizares, junto a su casa, una de las que sobrevive el plan original de urbanización; en la imagen pequeña, junto a Carmen, en el hogar de ésta. D. Torres

Eugenio, el alcalde de la independencia

Eva Tejedor, alcaldesa en nombre de una candidatura independiente de este municipio que hoy ronda los 12.000 vecinos, dispone de 13 concejales y gestiona casi 9 millones de euros de presupuesto, va relatando la historia de San Antonio auxiliada por su tío Eugenio Cañizares, que le precedió en el cargo: primero fue alcalde pedáneo y más tarde, primer edil del municipio luego de su independencia de Paterna. El antiguo enclave colonizado dejaba atrás su condición de entidad local menor y se asomaba a un porvenir que dejaba atrás la memoria de aquel tiempo inicial, cuando nació fruto de la fusión entre el propio San Antonio, la masía vecina y la de San Isidro, que Cañizares recuerda estupendamente. Un octogenario de envidiable memoria y ágil conversación, que recorre su pueblo con LAS PROVINCIAS, posa delante de su casa (una de las levantada originalmente) y dispara sus recuerdos: ahora vuelve a ser aquel niño que abandonó con sus pares la aldea de Nieva junto al pantano de Benagéber que inundó sus casas y que peregrinó hasta el sur de la provincia teniendo bien presente en su corazón la epopeya de sus antepasados, con esos nombres tan de la época: Pentolino, Quinino... Y no olvida tampoco sus visitas semanales a Madrid, para tocar el timbre en el Consejo de Estado con la esperanza de que se atendieran desde el Estado sus ansias de independizarse. Prueba superada. Hoy Eugenio es un jubilado pero no un jubilado más. Atesora la memoria viva del tiempo en que la localidad salió adelante no sin sudores: los que garantizaban las faenas agrícolas en los campos circundantes y los que procuraban mantener viva la identidad del pueblo, que se arriesgaba a quedar sepultada como el Benagéber original si se perdía la memoria de su odisea. La historia de un pueblo que, como dice Cañizares, «para el Estado siempre fue un simple número». Una muesca más en el revólver del régimen de aquella España del franquismo y la colonización.

 

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete a Las Provincias: 3 meses por 1€

Publicidad