Casa de verano de Demetrio Ribes. Una lona saluda al paseante que cruza ante el chalecito con vistas a la Malvarrosa donde tuvo su hogar ... el famoso arquitecto, autor de la Estación del Norte entre otras maravillas valencianas. Una digna manera de señalar al profano que se encuentra ante otra de sus obras más celebradas, un encantador unifamiliar… según aparece en las fotografías que se conservan. Hoy, ese encanto se ha evaporado. Víctima de una serie de fallidas reformas, el edificio, datado en 1918, languidece frente al hotel balneario Las Arenas, tan indiferente al paso de los peatones como la propia Valencia se muestra reacia a atender como merece una pieza arquitectónica de enorme importancia. Una pena, porque si estuviera al fin rehabilitada, además de embellecer su entorno, la casa serviría como manual de arquitectura al aire libre: ayudaría a revelar cómo quería Ribes que fuera su vivienda porque contiene, según quienes bien la conocen, numerosas pistas de su maestría en el arte de una variante central de su arte, la tipología doméstica.
Entre esos expertos que han tenido acceso de primera mano al legado que heredamos de Ribes figura su colega Alfonso Magraner, que forma parte del despacho de arquitectura integrado por Vicente Corell y Joaquín Monfort, a quienes se debe el primer proyecto de reforma de la vivienda para dotar de una nueva vida al coqueto chalé. Un encargo que les llegó gracias a su relación con la familia propietaria de la finca, hacia el año 2015. Por entonces, un empresario de origen sirio, asociado con otro grupo de origen kuwaití según recuerda Magraner, se interesó por comprar la casa. Tenía intención de dedicarla a uso terciario («Creo que quería instalar una cafetería», apunta) pero finalmente renunció a ese propósito y se decidió por rehabilitar la casa para uso como vivienda. El despacho Corell-Monfort-Magraner se ocupó del proyecto y, como subraya hoy este último arquitecto, tuvo el privilegio de conocer de cerca una obra central de la carrera de Ribes: un lujo que les permitió por ejemplo indagar en cómo solucionaba ciertas cuestiones estructurales («Hicimos muchas pruebas de resistencia de material con su hormigonado», subraya) y también cómo dotaba a su criatura de un sello diferencial, muy presente en la Estación del Norte, mediante el recurso decorativo a la azulejería tan valenciana y un diseño en los pilares y la rejería que en algo recuerdan a su obra más conocida. Azulejos que, por cierto, aún se mantienen en algunos rincones de la finca.
Aquel reto profesional (ahí es nada someter a una revisión adecuada a los nuevos tiempos a una creación de Ribes) se resolvió según su testimonio de manera adecuada «porque nosotros solemos trabajar con proyectos que dejan la parte documental muy bien pormenorizada» pero no fructificó. Aquel empresario desistió de su empeño y vendió la propiedad a otro ciudadano de origen extranjero, de nacionalidad canadiense. Era el año 2017. El edificio ya contaba con licencia y poco después el despacho de arquitectos hizo llegar al nuevo dueño la propuesta que había elaborado para el anterior propietario. El caso es que no hubo acuerdo con el empresario canadiense y la firma de arquitectos se desvinculó del proyecto. Como testimonio, queda la memoria de un intenso despliegue profesional («Fue un trabajo duro», recalca Magraner) y un jugoso aprendizaje en la obra de Ribes, a partir de la indagación en su relación con la vivienda que fue su hogar.
Sobre esa base de cuidar como corresponde a esta pieza señera de la arquitectura valenciana se cimentó el siguiente intento de rehabilitación de la casa. Corrió a cargo de otro despacho, Atelier Jom, que hacia el año 2021 recibió el encargo luego de que el anterior equipo de arquitectos no alcanzara acuerdo alguno con la propiedad. Fue un proyecto que llevó hasta este estudio el arquitecto Roberto Vila, quien junto con Xavi Planells desarrolló en Atelier Jom el encargo del nuevo dueño, un empresario de origen alemán asociado con un grupo de inversores rusos, quien tenía intención de culminar las obras de reforma como vivienda pero… Nuevo fracaso. El encargo acabó por encallar y hacia febrero del año 2021 Vila se desligó del proyecto, cuando calcula que se había avanzado en torno al 30% de la reforma, acometiendo algunas intervenciones en el saneamiento de la estructura que el siguiente despacho de arquitectos debería haber proseguido para resolver cuestiones de fontanería y electricidad. Según su información, el nuevo profesional que tomó el testigo no avanzó demasiado y desde entonces el edificio sufre un acusado deterioro.
De hecho, hoy más bien invita a la pena. Sólo un ojo muy bien entrenado podría detectar la huella del magisterio de Ribes, de cuya autoría informa ese cartel del Colegio de Arquitectos que hace sombra a su actual inquilino: un okupa que duerme en un colchón en el jardincillo ante la calle Eugenia Viñas. «Lleva tiempo aquí», informa unas vecinas de las viviendas aledañas. Una deprimente estampa que no mejora cuando se pasea por la parte de atrás del edificio, un espacio convertido en asilvestrado aparcamiento donde acampan otros indigentes en una frágil chabola, reina la mugre y su amigo el orín y los matorrales se comen el patio trasero de la vivienda. A través de sus ventanas rotas, dotadas también de una hermosa rejería, puede verse una imagen contradictoria: la desagradable fealdad que encierran tantos y tantos enseres desvencijados, conviviendo con la belleza de su cerámica en los paños donde aún resiste.
Un brillante pasado, un feo presente y un porvenir tal vez más venturoso si prosperan los planes de los nuevos propietarios, porque de aquel consorcio alemán-ruso, la finca pasó a manos de otro empresario extranjero, también alemán, una operación que arroja cierta luz para la casa de verano de Demetrio Ribes: en el Ayuntamiento se anuncia que la vivienda cuenta con licencia de obras y modificado, un trámite reciente (se aprobó en junio) que apunta hacia ese futuro donde la vivienda adquiera una condición más digna y se destine a otros usos, luego de contar con el aval municipal para el cambio de titularidad: será la sede de esa empresa alemana que se acaba de hacer con la propiedad. De fondo late sin embargo el problema central de esta finca y de tantos otros tesoros repartidos por la ciudad: la escasa atención que merece su mejor patrimonio. En el presente caso, una leve protección que sólo garantiza la custodia del hueco de la escalera y de su fachada. Demasiado poco cariño para la obra de un arquitecto entender la Valencia de su tiempo y la actual.
Obra cumbre de su autor: una de las 'villas de las Arenas'
El Colegio de Arquitectos de Valencia tiene registrada la casa de verano de Demetrio Ribes en su Guía de la Arquitectura, que recoge las muestras más valiosas diseminadas entre nosotros desde antiguo: es el caso de esta finca, que formó parte de un proyecto de urbanización más ambicioso. Se denominó 'villas de las Arenas', que durante largo tiempo «constituyó la fachada marítima urbana de esta zona». En total, sesenta parcelas que han ido desapareciendo; no es el caso de esta creación de Ribes, cuya valía se destaca en la Guía como «obra programática» de su autor, el célebre arquitecto de la Estación del Norte, así como de otros edificios señeros tanto en Valencia como en municipios como Castellón, Requena o incluso Barcelona, donde también firmó la Estación de Ferrocarril. Cima del modernismo valenciano, falleció a la temprana edad de 46 años.
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