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Se llamaba oficialmente Quinta de Nuestra Señora de las Mercedes, aunque popularmente es conocido en Valencia como Casino del Americano, se ubica en la avenida ... Burjassot y es un majestuoso edificio construido en 1869 por el matrimonio formado por Joaquín Megía y Mercedes González-Larrinaga. La pareja encargó la construcción de la finca como culminación de una azarosa vida, propia de la España finisecular: Joaquín, procedente de Granada, había sido destinado a Cuba, y allí contrajo matrimonio con Mercedes, que tenía ascendencia española y cuya familia estaba muy bien posicionada. La fortuna familiar favoreció la compra del terreno de 46 hanegadas (30.000 metros cuadrados), según demuestran las escrituras realizadas ante notario, recopiladas por la asociación Círculo por la Defensa del Patrimonio Histórico. En su momento, el Casino del Americano fue la envidia de Valencia. Hoy, su decadencia invita a pensar en el peligro que corre de no mediar una intervención urgente. Un evidente riesgo que justifica su reciente inclusión en la Lista Roja de Hispania Nostra, la asociación nacional que denuncia la situación de abandono de las joyas patrimoniales españolas.
El edificio está catalogado como Bien de Relevancia Local (BRL), donde se recoge un estado de conservación «deficiente». La ficha detalla que «algunos de los huecos de las ventanas están abiertos» y anota otras anomalías; por ejemplo, que «el exterior del inmueble está lleno de pintadas», aunque las zonas más delicadas presentan un aspecto aún más preocupante, que justifica su inclusión en ese listado de Hispania Nostra: «La verja y el muro perimetral se han venido abajo en diferentes tramos, teniendo que ser parcheados y reparados en diversas ocasiones». Un declive que no debería sorprender: el Círculo ya había advertido con anterioridad sobre los riesgos derivados de su deficiente mantenimiento, sobre todo a raíz de que en el año 2011 el edificio fuera adquirido por el Ayuntamiento de Valencia, guardián por lo tanto de su conservación.
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Desde entonces se suceden las noticias que avalan su infortunada trayectoria, un triste declive del cual su incorporación a la Lista Roja de bienes en peligro es sólo un capítulo más, bien que de suma importancia. Hace cuatro años, incluso el Síndic de Greuges se interesó por su penosa decadencia, afeando al Ayuntamiento su desinterés en la conservación del edificio. También el PP formuló durante este tiempo repetidas quejas; la última se data en el año 2020. Una escasa predisposición municipal que contrasta con los planes de mejora para el barrio que esgrime el equipo de Gobierno que pilota Joan Ribó: el Casino del Americano forma parte del ambicioso proyecto de creación de un gran parque en el barrio, que integraría al edificio en una zona verde que la vicealcaldesa Sandra Gómez pretende que incorpore también otros inmuebles cercanos, igualmente en peligro, como las alquerías de los Moros y de la Torre, catalogadas también por Hispania Nostra en su Lista Roja.
Hasta que esos ambiciosos planes del Ayuntamiento prosperen, la realidad del barrio se rige por sus propios códigos: la caída en desgracia del Casino sirve como símbolo de un mejorable presente que los promotores del edificio no pudieron imaginar. Cuenta el Círculo de Defensa del Patrimonio que su edificación lleva la firma del maestro de obras Manuel Piñón, quien había forjado una estrecha relación personal con Joaquín Megía, el apodado 'americano' de esta historia. «Además», añade el Círculo, «Piñón se convirtió en apoderado de la familia y dirigió la fábrica de mosaicos L'Alcudiana, ubicada en L'Alcúdia de Crespins y propiedad de la misma». «Tras la muerte de Mercedes», prosigue, « la propiedad fue heredada por sus descendientes, sufriendo numerosos cambios en sus interiores y exteriores a lo largo de los años. La nieta de Mercedes fue la última propietaria del casino».
Entraba entonces el inmueble en un lento pero irreversible estado de postración, víctima también de las peripecias del turbulento siglo XX. Como recalcan los promotores de su inclusión en la Lista Roja, cuando en 1937 Valencia se convirtió en capital de la República, el Gobierno republicano «se incautó algunas propiedades que se usaron para acoger funciones administrativas» y con el triunfo bélico de los sublevados, «tras la Guerra Civil, el gobierno franquista usó el inmueble para alojar a las tropas moras de Franco». Años después, «los descendientes de Megía y González- Larrinaga recuperaron el edificio y lo pusieron en venta», sirviendo con el paso del tiempo para diversos usos: desde un colegio privado hasta un pub, «su último uso conocido».
Era el último eslabón de esta penosa cadena de vicisitudes, propias por otro lado de esta clase de edificaciones, muy deudoras del tiempo en que se construyeron y de la vida de apogeo social de sus dueños. «Estas fincas, casas de recreo, palacetes o casinos suburbanos no estaban sujetas a las normas municipales que exigían requisitos para el diseño y construcción», anota el Círculo. «Su apariencia respondía a los gustos personales del propietario dando como resultado un estilo ecléctico», concluye. Una descripción muy útil para entender su atractivo aspecto y para justificar su pretensión: que la Administración local, como propietaria del Casino, intervenga y conceda al edificio una nueva vida.
El Casino del Americano se considera el último ejemplo existente en Valencia de una tipología arquitectónica que ayuda a entender la historia española de los siglos XIX y XX: la arquitectura de los indianos, un estilo más propio de otras zonas del país como Asturias y Cantabria. Consta de planta baja, dos pisos y una torre Miramar con remate en linterna, cuya luz iluminaba la estancia central de la planta principal, según la memoria del Círculo por la Defensa del Patrimonio. El piso superior se destinaba a las dependencias del servicio y la planta baja para albergar las estancias del portero y el jardinero, el oratorio, la bodega, sala, cuarto de baño y la cocina. También había un patio interior con aljibe, una fuente, las caballerizas, y un corral. Se disponía de sala de billar y de juegos, elementos muy comunes en las villas americanas: un auténtico lujo para la época.
«La altura del edificio lo hacía bastante esbelto», registra el Círculo, «y tenía ciertos detalles que lo asemejaban a una fortificación medieval, debido al cerramiento de muro con torreones que la rodeaba. Igualmente poseía en su fachada numerosos elementos decorativos medievales mezclados con otros de corte clásico». «La abundancia de ventanas coincide con la tendencia de mediados del siglo XIX de airear las estancias y dotarlas de mayor luminosidad», agrega. En el primer piso, sobre las ventanas, «se encontraba cincelado en un rosetón el año de construcción de la finca». Siguiendo la tendencia de la época de usar colores vivos, la fachada estaba pintada de color ocre con remates blancos en las ventanas, como se puede observar en la obra de José Peris de 1890. Su fachada se inspiró probablemente en Villa Capra, villa de recreo italiana del siglo XVI construida por Andrea Palladio.
Respecto a la decoración interior, se presupone que se mezclaron los estilos americanos y autóctonos dentro de las diferentes dependencias: la sala de armas, la biblioteca, el cuarto de baño y las cocinas, de estilos valenciano o «a la labradora». «Se sabe gracias al inventario de propiedades de Mercedes González-Larrinaga», advierte el Círculo, «los diferentes objetos que componían la decoración de las salas: desde un piano de palo santo, juegos de billar, libros, objetos de plata, hasta los cuadros y pinturas que representaban bodegones, escenas de caza y escenas granadinas, intercalados con imágenes de santos y el escudo de armas de la casa.
En cuanto a la pintura de paredes y techos, «seguramente fueron obra de pintores locales», sospechan los promotores de su inclusión en la Lista Roja. En la cúpula se conservan las decoraciones íntegramente, tanto en las molduras que simulan los nervios como en los gajos de la misma donde se disponen motivos florales, así como en las pechinas, donde se muestran en cada una de ellas motivos orgánicos y vegetales que abrazan unos retratos ovalados, con figuras representativas de personajes históricos como son el pintor Diego Velázquez; Cristóbal Colón, Gonzalo Fernández de Córdoba conocido como Gran Capitán y el famoso escritor Miguel de Cervantes. En la zona de jardín, la finca estaba delimitada por un vallado formado por una reja perimetral de hierro fundido y la puerta de acceso presenta una elaborada cerrajería metálica entre pilastras de ladrillo.
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