Comprar una casa es una de las decisiones más complejas a las que se enfrenta una persona. La vivienda supone nuestro mayor desembolso y en ocasiones, esa elección se hace sobre plano, o tras una breve visita a un inmueble vacío en el que apenas ... se aprecia cómo esas estancias acabarán convertidas en nuestro hogar. Atrás quedaron los famosos pisos piloto, en los que las nuevas construcciones enseñaban una muestra de vivienda amueblada que nos podía ayudar a hacernos una idea. Además, actualmente, a la hora de elegir casa, hay poco margen de maniobra para personalizar las instalaciones, más allá de pequeñas reformas en el interior o ninguno en el caso de las estructuras. También muchos sobresaltos con los plazos de construcción y entrega. Retos que la arquitectura industrial se ha propuesto desterrar.
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La industrialización ha llegado a casi todos los procesos, como herramienta para democratizar la inmensa mayoría de productos y actividades que consumimos en nuestro día a día. Para facilitar nuestras vidas. Sin embargo, a la hora de comprar una casa, la tónica general la sigue marcando la arquitectura tradicional, de cemento y ladrillo. Con los objetos casi todo es industrial y no nos cuestionamos si su usabilidad es mejor o peor si se ha hecho en una fábrica o en un taller artesano. Pero en vivienda, aún no es así, aunque esta rama de la arquitectura va dando sus pasos y el proceso de compra de una de estas casas industriales también ha modificado el esquema de toma de decisiones para buscar un inmueble.
En Campolivar, una urbanización residencial en Godella, a apenas 6 kilómetros de Valencia, ha surgido un barrio muy peculiar. Un vecindario en el que hay casas, pero no vecinos, porque el objetivo de esta nueva barriada es el de servir como escaparate a quienes quieren comprar una vivienda industrializada, pero prefieren no imaginarla, ni tener que elegirla sobre plano. Quieren verla y habitarla, aunque sea por un rato. Detrás de esta urbanización piloto está el estudio valenciano Fran Silvestre Arquitectos, que instaló el año pasado todos los modelos de casas de este tipo que ha proyectado hasta la fecha, bajo la marca NIU Houses Nueve viviendas parceladas, que oscilan entre los 70 y los 320 metros, y permiten al comprador poder hacerse con una de las que ya están ensambladas y amuebladas ahí, o reproducirla en las mismas condiciones o con variaciones en una parcela propia. Casas a escala real en las que ver, tocar y poder elegir todos los acabados en base al lugar en el que se acabará ubicando la vivienda.
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M. Hortelano
NIU Houses es la división de arquitectura industrializada del estudio de Fran Silvestre. Un sistema de casas diseñadas siguiendo un proceso en el que cada pieza se acaba ensamblando en el lugar final en el que se ubicará la vivienda. Los diseños salen del estudio del arquitecto, ubicado en Godella, junto al inspirador Espai Alfaro. De ahí surgió, precisamente el germen para llevar a cabo este tipo de casas. Lo raro hubiera sido que no hubiera sido así, teniendo a pocos metros las obras del escultor y su colección de electrodomésticos industriales. Entre el arquitecto y las obras de Alfaro había un tercer punto de unión: Emilio Giménez, el arquitecto que proyectó el IVAM, a quien le encargaron el diseño del espacio expositivo para la colección Alfaro Hoffman, y quien propuso para llevar a cabo ese proyecto a Fran Silvestre, que entonces era alumno suyo y le dirigía el proyecto final de carrera. El círculo, se completó de este modo. Y la industrialización llegó a las casas.
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Visitamos el showroom de NIU Houses con Pablo Camarasa, miembro del equipo de Fran Silvestre y uno de los arquitectos más prometedores de la Comunitat. Pasamos por la N320, por la N70, o por la N160. Todos ellos, nombres de casas que atienden al número de metros de que dispone la vivienda. La primera, la N160, se montó en Gandia, durante la pandemia. Se construyó en una nave industrial mediante el nuevo método sistematizado de piezas para ensamblar que han ideado. Después otros prototipos, que sirvieron para mejorar el proceso, hasta llegar a las de Campolivar, que forman una urbanización privada dominada por el blanco de las construcciones y el verde de los grandes árboles que ajardinan esta zona residencial. Misma estética, pero máxima personalización. Porque encontramos acabados (en interior y exterior) en aluminio, caliza, grafito o arena, según las necesidades de la zona. Las cristaleras de las viviendas son enormes. Una gran ventana al exterior. Pero también al interior de las viviendas, que sirven, además, como puerta de acceso y brújula de la orientación más óptima. Y como parte de su iluminación y su ventilación cruzada.
Para que estas casas sean posibles, el estudio ha tenido que armar un método de ensamblaje que funciona como un reloj suizo. O mejor dicho, japonés, porque se basa en el método Toyota para evitar errores no intencionados. Es algo tan sencillo como que las piezas sólo encajan en una posición. No hay que forzar movimientos extraños. Algo que ayuda mucho al equipo de montaje, que ya ha surgido casi como una nueva profesión: la de obrero montador de construcciones en seco. Aquí no hay paletas ni cemento. Sólo el del suelo porcelánico de algunas de las construcciones. Lo demás, va todo encajado mediante piezas.
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La logística es otro de los puntos fuertes del proyecto, porque las piezas de la casa se diseñan de tal manera que también se puedan apilar de manera óptima en los camiones de transporte, para no trasladar aire y minimizar así los viajes y la huella de carbonoque esto genera. Además, no hay fábrica fija, porque se buscan los proveedores y talleres que puedan fabricar las piezas en el entorno más cercano a las viviendas. Los ventanales de Campolivar, por ejemplo, han llegado de Alaquàs. Eso fomenta la proximidad, pero también la buena ejecución de los plazos. Explica Pablo Camarasa dos factores muy importantes para el sistema de NIU Houses: el control de los precios y el de los plazos. «No hay sustos ni sorpresas porque las obras no se encarecen y los plazos no se dilatan», aclara. Y es que los precios de los materiales se comprometen en el momento de la compra y evitan que la construcción final se encarezca porque el tiempo de fabricación y ensamblaje es corto. En concreto, construir todo lo necesario para montar una de estas viviendas no supera los cuatro meses. «Los plazos aquí se cumplen como se hace con el resto de objetos industrializados». Como cuando compramos cualquier cosa y sabemos que la recibiremos en dos días. Pero en este caso es una casa y estará lista en tres o cuatro meses.
En el interior, acabados de máxima calidad y mucho almacenaje oculto, que mantiene la paz visual de que no hay nada por medio. Son casas 'antitrastos'. Todas las viviendas son diseñadas, además, para que tengan el mínimo consumo energético, con energías renovables. «Desde el proceso de fabricación de la casa, donde la huella de carbono se reduce al mínimo, hasta en su vida posterior, con la elección de materiales naturales, existe una actitud para garantizar el mínimo impacto medioambiental», explican desde el estudio. También ha imperado que las casas sean saludables, fáciles de limpiar y con una humedad y temperatura controladas, una iluminación agradable y con una calidad del agua óptima.
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NIU Houses ya tiene una lista de peticiones de encargo y su primera casa está ya instalada desde hace años en una urbanización de Torrent. En Campolivar, ya hay una que tiene dueños y las otras siete siguen sirviendo de casas piloto para que quienes quieren cambiar de vivienda y apostar por una industrial puedan hacerlo. El metro cuadrado de este tipo de construcciones está en torno a los 2.000 euros. Y el objetivo del estudio, a largo plazo, es que este sistema de viviendas industrializadas se convierta en algo generalizado que permita hacer con las casas como se ha hecho con los objetos: democratizarlas.
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