Camí de Vera, el pulmón de Benimaclet
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Este es mi barrio ·
Con historias grabadas a fuego en la memoria de sus vecinos, este barrio de Valencia arropa y protege la huerta de la ciudadCLARA ALFONSO
Valencia
Sábado, 20 de julio 2019, 00:49
Limitando al norte con el municipio de Alboraya, al este con Algirós, al sur con El Pla del Real y al oeste con Rascaña y La Zaidía, se encuentra el distrito número 14 de la ciudad de Valencia: Benimaclet.
Para conocer sus orígenes, es necesario recordar una alquería andalusí que cayó en manos de Jaime I en su intento de conquistar la ciudad. No sería hasta 1882 cuando Benimaclet dejó de ser un municipio independiente para convertirse en una pedanía. En 1972, se integró en la provincia y pasó a formar parte de la lista de distritos que la componen, segregándose en los dos barrios actuales en los que se divide: Benimaclet y Camí de Vera.
Actualmente, a pesar de que se conservan algunos rótulos que datan del siglo XIX que verifican su identidad como antiguo pueblo, se puede observar cómo el distrito está siendo cada vez más absorbido por el desarrollo urbano de la capital.
Ubicado al norte de Valencia y con límites al norte con el municipio de Alboraya, al este con La Carrasca, al sur con Benimaclet y al oeste con Sant Llorenç, Camí de Vera se identifica como el barrio que arropa y protege la huerta de la ciudad.
Así, el Bulevar Periférico Nord actúa como eje que separa la zona noreste, principalmente agrícola, de las calles de la zona suroeste, compuestas ahora básicamente por numerosos edificios residenciales. En este sentido, «en el olvido quedaron todos los negocios que abastecieron a los vecinos de sus productos de primerísima calidad y que nada tenían que ver con los que se venden ahora en las grandes superficies», lamenta Roberto, uno de los vecinos que se resiste a «mudarse a la ciudad».
Roberto recuerda con nostalgia una época en la que popularmente se hacía referencia a la densidad de población de su barrio, cuando había gran cantidad de gente concentrada en un lugar: «hay más gente que en el Camino de Vera», suspira. Ahora, en la zona agrícola quedan tres familias que se niegan a «abandonar el pulmón de Benimaclet».
Tras la gran riada que sufrió Valencia en el año 1957, miles de personas abandonaron sus alquerías para mudarse a la zona urbana y más moderna, dejando vacías las calles que les vieron crecer.
Unas alquerías que remueven un sentimiento de lejanía de la ciudad y convierten al barrio en un ámbito extraordinario de tradición y respeto al pasado.
Antiguamente, la Senda de la Carrasca y el Camino de Vera nacían al final de Tránsitos (actualmente Primado Reig), a la altura de la 'Alquería Ximeno', entre el nuevo cuartel de la Guardia Civil y Casa Clemencia, y se dirigían por la huerta en dirección a la zona de La Malvarrosa.
El Camino se abría hacia la izquierda, dejando a su diestra la 'Alquería de los Creus', al lado de lo que hoy se conoce como la calle Ramón Asensio . Allí, se encontraba el afamado 'Campo de las Mariquitas', un conjunto de tierras donde los niños de entonces inventaban sus propios juegos y pasaban las tardes de verano. «Para poder divertirnos con juguetes, teníamos que diseñarlos nosotros mismos, no existían tiendas para comprarlos ni se concebía que ello fuera de otro modo. Hoy en día, los niños no juegan como se hacía antes, para ellos divertirse significa tener a mano un móvil, una tablet...», lamenta Vicente Navarro, residente en una de las alquerías del barrio.
Siguiendo el camino, se pasaba el conocido 'Chalet Martí', donde hoy en día se encuentra la Junta Municipal de Distrito, y más adelante por el barrio de Santa Ana, donde ahora se ubica el 'IES Ferrer i Guardia'.
Unos pocos metrós más adelante, asomaban las 'Cámaras Beccari' y 'Casa Cucaleta' y, también, el antiguo campo de fútbol de Benimaclet. Asimismo, destacaba la línea férrea que conectaba Valencia con Aragón: la 'vía churra'.
La 'Fuente del Amor' se encontraba a unos 500 metros tras pasar la autovía de Barcelona y a la altura del actual edificio de Bellas Artes de la Universidad Politécnica. La casi desaparecida huerta de Vera, contaba con múltiples barracas y alquerías donde se criaban bueyes y ganado, que pasaron a la historia debido a las ampliaciones de esta universidad.
La iniciativa PAI 'Ahora Benimaclet' planteada por Metrovacesa, tiene consecuencias directas sobre los propietarios de parcelas o hanegadas localizadas en este barrio. Vicente Magraner, que acude a sus terrenos cada mañana para cuidar de su cosecha, es uno de los afectados de dicha propuesta. «En los últimos años me han llegado varias cartas para avisarme de que se me iban a expropiar parte de mis terrenos por cuatro duros y lo más lamentable, es que no puedo hacer nada para evitarlo», lamenta.
El Molino de Farinós, o Molino Nuevo, se encuentra la huerta de Vera, situado entre los términos de Benimaclet y Alboraya, partida de Masquefa, en el Camí de Farinós.
En otros tiempos, se trataba de un molino hidráulico que servía para pelar arroz. Desde su construcción en 1817, la Acequia de Vera pasa por debajo.
Los propietarios son familiares de Vicente Magraner y tienen que ver, también, con el reconocido Restaurante El Famós, en el Camino de la Iglesia de Vera.
En el año 2006 fue declarado Bien de Relevancia Local, como consecuencia del decreto de la Generalitat Valenciana, 73/2006 de 26 de mayo.
Con siete generaciones al mando, se reconoce como la taberna más antigua de Valencia. Vicente Navarro y su hermano José María son quienes llevan el negocio, aunque comentan su deseo de delegar en la próxima generación. A sus 73 años, Vicente cuenta con numerosas historias relacionadas con la huerta y la taberna de sus antepasados, grabadas a fuego en su memoria.
«Desde principios del siglo XIX esto ha sido una zona de recreo, de venir a pasar el día desde Valencia en tartanas», comenta. Era una zona de caza y de pesca, sobre todo de la anguila.
«Era como un pueblo, de hecho, vivía más gente que en muchos pueblos de los alrededores de Valencia. En una casa podían vivir 13 o 14 personas. Todo eso ya no existe, no hay gente».
«Los fines de semana, las mujeres se iban a misa y los hombres venían a tomar una copa de vino. Cuando acababan, era típico del barrio jugar al 'canut', un juego que nos inventamos», recuerda.
Navarro asegura que la zona ha cambiado mucho: «teníamos carnicería, tres hornos: el 'Horno del Gatet', el 'Horno de la Barraca' y el 'Horno de Gulo'. Nos dedicábamos a transportar vino al resto de alquerías con agua hasta las rodillas que provenía de la Malvarrosa».
A su clientela fija repartida por toda España, se suman turistas internacionales que eligen el restaurante como primera parada en la ciudad: desde California, México, París...
Vicente comenta que llegan a cocinar más de 5.000 arroces en un año. «Este es el negocio que ha sobrevivido a todos los demás porque no somos labradores. Somos los únicos que vivimos en una zona de labradores sin serlo».
El restaurante cuenta con numerosos premios que reconocen la calidad de su cocina. Así, fue premio de la Federación Empresarial de Hostelería de Valencia por su trayectoria familiar. «Si algún día cerramos, será porque estamos cansados, pero nunca por falta de clientela», señala.
Pertenece a la fábrica lechera 'El Prado', situada junto al cementerio parroquial. Dio servicio a esta empresa valenciana que nació en los años 50 para fabricar leche, horchata y batidos.
Según el Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos del Ayuntamiento de Valencia, su construcción data entre 1964-1965 y fue obra de una familia de Alzira conocida como 'los Goig'.
Esta chimenea llegó a la ciudad con el desarrollo industrial y las máquinas de vapor. Era necesario construir elementos muy elevados para desviar los humos que se producían desde las fábricas. Además, también servía para ahorrar en combustible.
La Ley Valenciana de Patrimonio Cultural concede a estas edificaciones una protección similar a la que tienen algunas barracas de la comarca (siempre que fueran construidas antes de 1940).
En la zona más urbana del barrio, tras cruzar el Bulevar Nord, se encuentra el edificio Espai Verd un proyecto personal del arquitecto Antonio Cortés construido bajo la fórmula del cooperativismo.
Se trata de un singular edificio formado por 108 viviendas ajardinadas con terrazas de unos 95 metros cuadrados es resultado de su inspiración en el Habitat 67 de Moshe Safdie de Montreal. El fruto de su trabajo se resume en un edificio escalonado (que llega a las 15 alturas), construido en vertical sobre una superficie de 21.000 metros cuadrados.
La presencia de cernícalos, petirrojos, cascadas o una montaña, hace que el edificio cuente con un microclima interior. También se pueden encontrar escaleras escultóricas, una pista para caminar en la cuarta planta o un oratorio interreligioso donde siempre brilla una luz de Belén.
Antonio Cortés, que vive en el edificio junto al resto de vecinos, sigue pensando en nuevas construcciones para acabar con la pobreza y 'el chabolismo'.
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