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La camarera de la Mare de Déu, María Ángeles Serrano, muestra uno de los mantos de la Virgen de los Desamparados, en concreto, el que se conoce popularmente como el de los dragones. :: damián torres
Un manto para la Mare de Déu

Un manto para la Mare de Déu

La camarera de la Virgen hace un llamamiento a los valencianos para que la patrona tenga un nuevo tisú en oro

ISABEL DOMINGO

Sábado, 11 de octubre 2014, 01:15

Un silencio acogedor envuelve el Museo Mariano de Valencia (Muma) a primera hora de la tarde, cuando el espacio anexo a la Basílica de la Virgen de los Desamparados permanece cerrado al público. La penumbra contrasta con la luminosidad de la tercera planta, la casa en la que reside desde finales de 2012 la imagen peregrina de la Mare de Déu tras abandonar la sacristía del camarín.

Allí recibe a LAS PROVINCIAS la camarera de la Virgen desde hace 28 años, María Ángeles Serrano, una mujer dulce y discreta que no duda en aprovechar la visita para expresar en voz alta un deseo antes de que le llegue el relevo: «Un manto de tisú bordado en oro o plata para la Virgen porque los que tiene son muy antiguos. Valencia tendría que regalarle un manto bueno». Y mueve las manos como si quisiera trazar el camino para lograr ese obsequio a la Mareta, como también se la conoce popularmente.

Porque el tisú es una tela de seda entretejida con hilos de oro o plata que implica un gran desembolso, ya que su coste depende del mercado de valores. Entre 750 y 950 euros por metro, y en ancho de 54 centímetros, podría costar esta pieza de tejido manual, según las fuentes consultadas por este diario.

«Si María Ángeles se empeña, se conseguirá», añade Pepi Marí, su mano derecha, quien destaca la humildad y tenacidad de la mujer que se encarga de estar pendiente de la Virgen a todas horas. Vestirla, peinarla, tener a punto su vestuario, prepararla para las salidas procesionales, revisar el estado del manto cuando regresa y enviarlo a la tintorería... «Todo lo que haga falta y Ella necesite», explica María Ángeles mientras recuerda el estado en que llegó el manto que la Peregrina lució en su visita a Burriana, ya que llovió y la imagen se mantuvo en la calle en vez de cobijarla en el conocido como 'Maremóvil', el vehículo que sirve para sus traslados.

Un trabajo que ambas realizan de forma voluntaria y con gran devoción. Cuando la faena aprieta, como en el mes de mayo, se unen otras componentes de la corte de honor de la Virgen. «Actualmente somos 1.700», explica María Ángeles, para quien atender a la Mare de Déu es «un gran honor».

De Manises a Zaragoza

Actualmente, la patrona de los valencianos cuenta con cinco mantos de gala, por ser los más antiguos o los que están elaborados con tisú de oro o plata y piedras preciosas, que María Ángeles desgrana con precisión. Así, desfilan el manto del capellán Mata, una pieza del siglo XIX con dibujo rococó que luce ahora la imagen que se venera en la Basílica. Es con el que recibió el pasado marzo la bendición del entonces arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, tras su proceso de restauración.

Otra de las piezas lleva la etiqueta de la Coronación de la Mare de Déu, de 1923, con un diseño de inspiración romántica, bordado en oro y «con crisantemos en realce». También tiene historia el del Año Mariano Universal, es decir, el manto que los valencianos regalaron a su patrona en 1952 y que actualmente se encuentra en proceso de restauración debido a su mal estado de conservación.

Se trata de una obra de artesanía, tanto por el tejido de tisú de plata fina sobre seda natural como por el rico bordado en oro fino y por las manos expertas que le dieron forma: las de Hernández Doce, del taller de Hijos de Antonio Llana. «Este manto fue utilizado casi sesenta años para vestir la imagen de la patrona», recuerda la camarera.

A estas piezas se suma el manto de los dragones, conocido así por la figura que emerge en los laterales de la rica pieza de indumentaria, un raso blanco bordado en oro de principios del siglo XX. Como anécdota, las cuidadoras de la Virgen tardaron cuatro años en limpiarlo con gomas de borrar. «Estaba negro por la cera de las velas», relata Pepi.

Más reciente, del año 2009, es la prenda donada por una familia de Manises para el Besamanos de ese año. Se trata de un raso de seda valenciana color marfil de Rafael Catalá, bordado en oro y con multitud de perlas naturales incrustadas por los talleres de Juan Rosén.

Una pieza peculiar es el regalado por las ciudades de Zaragoza y Murcia tras la riada de 1957. Bordado en Lorca en los años 60, incluye bordados en seda con los escudos de las dos localidades y con sus dos patronas, la Virgen del Pilar y la Virgen de la Fuensanta, respectivamente.

Donaciones por devoción

A ellos se suman más de una docena de mantos donados por los fieles para el Traslado o el Besamanos. La diferencia entre estos últimos es que los del Traslado suelen pedirse sin flecos para evitar que la gente estire del vestido durante del acto. Por eso, el remate suele consistir en una greca. En la procesión, por ejemplo, se evita usar las piezas de seda para que no se manchen con la flor.

Estos mantos son también los que luce la Mare de Déu en las visitas (unas 10-12 anuales) que realiza a las localidades valencianas que así lo solicitan, como Xàtiva, que pisará por primera vez mañana. En la capital de la Costera lucirá uno que le ha regalado María José, en color gris perla con flores rosas y malvas. «Llevaba un año esperando para ponérselo a la Virgen, ya que intentamos que sea una ocasión especial».

Porque sólo hay que acercarse a la Basílica y decirlo: «Quiero regalar un manto a la Virgen». Se da un patrón con las medidas, se hacen hasta dos pruebas sobre la talla y la Geperudeta lo luce en el Traslado o el Besamanos, según la disponibilidad. Este año, por ejemplo, la imagen ha recibido tres mantos y hay otros dos pendientes de entrega.

Todos reposan ahora en horizontal (en el antiguo vestidor estaban en vertical), en una cajonera especial que se estrenó con la llegada a esta planta y que permite una mejor conservación ya que los cajones están revestidos con un material especial para aislar la humedad.

Cualquier color es válido según la preferencia del donante pero «cuando va de blanco o azul pálido, la encuentro preciosa», asegura María Ángeles, que añade que el manto se elige pensando en el municipio que la Peregrina visitará.

Tres imágenes

Dos veces por semana, como mínimo, estas dos mujeres acuden al Muma para atender a la imagen. Mejor dicho, a las tres imágenes: la principal, que se venera en la Basílica; la Peregrina original, obra de Carmelo Vicent de 1946, que actualmente se expone en el Muma y que sustituyó a la principal durante su restauración; y la Peregrina procesional, de Octavio Vicent, que reposa en un armario de madera y cristal en la sala del vestidor.

Cuando hay salida de la Peregrina, el trabajo de María Ángeles y Pepi arranca una semana antes «para que la Virgen esté impecable». Ellas recogen también los regalos que la imagen recibe en estas visitas. «Todo se conserva y se guarda. Es sagrado porque son obsequios de los valencianos», destaca la camarera de la Virgen. Incluso los mantos que se deterioran y ya no es posible su restauración se transforman para otras tallas más pequeñas de parroquias o de las misiones.

Hasta la plata del altar y otros objetos de la Basílica reciben los cuidados de estas mujeres, que trabajan todo el año para la Mare de Déu. Su carácter incansable y tenaz se demuestra con un ejemplo: María Ángeles logró que la peana de la Peregrina, que era de purpurina, se sustituyera por una de plata tras la visita de Benedicto XVI gracias a la campaña de recogida de este metal impulsada por la corte de honor y a la generosidad de los valencianos.

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