«Elvi ya no es una vecina. Es una más de la familia». Desde su habitación en el hospital, donde sigue recuperándose, Gracia es una ... madre feliz. Junto a Víctor, su marido, aún recuerda lo que ocurrió en la noche del jueves al viernes cuando, de manera súbita, Irati quiso llegar a este mundo a unas horas intempestivas y sin dar tiempo a que sus progenitores llegaran al hospital.
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De este modo, Elvi fue una ayuda fundamental para que el parto transcurriera con la máxima normalidad a la que se puede aspirar cuando se produce en un domicilio particular y sin asistencia médica.
Esta vecina de Llíria, localidad en la que se produjo el feliz alumbramiento, recuerda que en algunas ocasiones se había quedado a cuidar de Lucas, el primer hijo de la pareja, que apenas tiene un año y medio: «Yo les había dicho que cuando se pusiera de parto me quedaría con el niño y así ellos podrían ir tranquilamente al hospital». Gracia es una maestra natural de Xeresa y Víctor es un informático de Algemesí, por lo que sus allegados no podían estar cerca en caso de emergencia.
Pero nadie imaginaba lo que iba a ocurrir este pasado viernes hacia las tres de la madrugada: «A esa hora me sonó el teléfono y Víctor me dijo que Gracia se había puesto de parto».
La gran velocidad a la que Elvi se trasladó a la casa de su vecina la comenta el propio Víctor: «Fue colgar el teléfono y al minuto estaba aquí, y vestida, no pienses que iba en pijama».
Cuando entró en el domicilio, Elvi, quien también es madre, observó a Gracia: «La vi en el suelo, con una manta, arrodillada, y me dijo que todo iba muy de prisa. Vi que la cabeza de la niña estaba saliendo y animé a Gracia para que empujara», relata aún con cierto estrés en el cuerpo.
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Gracia, por su parte, explicó que todo fue muy rápido y que ese día se había dormido sin ningún dolor. Todo cambió pocfas horas después: «Me desperté a las tres de la mañana con una supermegacontracción. Me habían dicho que cuando pasaran cinco minutos entre una y otra me fuera al hospital. Entre la primera y la segunda pasaron diez minutos, pero luego se repetían cada dos minutos».
Aunque llamaron a la ambulancia, la niña, que pesó 2,9 kilos, tenía otros planes y no estaba dispuesta a esperar: «Salió a la media hora. Yo tenía mucho miedo porque mis hijos habían salido con una vuelta de cordón y no sabía qué podía pasar. La cogí, la saqué y se la puse en el pecho. En seguida empezó a llorar. Gracia no quería que la niña llorara pero yo le dije 'que sí, que llore, que llore'».
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Mientras tanto, en la habitación de al lado, y ajeno a todo lo que ocurría, Lucas, quien nació a las 41 semanas de gestación, dormía a pierna suelta: «Aún no conoce a su hermana. Pronto lo hará», explica Gracia.
Cuando llegaron los efectivos de la Samu, a quienes Víctor tuvo que perseguir por la calle para indicarles dónde estaba el domicilio debido al reciente renombramiento de las calles en esta urbanización, le cortaron el cordón umbilical y le sacaron la placenta. Víctor también colaboró en el parto aportando todo lo que le pedían, intentando tranquilizar a Gracia en unos momentos de tensión que acabaron bien. Además, comenzó a recoger todo lo necesario para ir al hospital: la maleta, la sillita para la niña...
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Eso sí, en el caso de que esta joven pareja, Gracia tiene 26 años y Víctor 34, decidan tener otro hijo en un futuro, «a la semana 37 me plantó con una tienda de campaña a la puerta del hospital», bromea Gracia, quien ahora sólo piensa en disfrutar de su familia.
Mientras tanto, Elvi, satisfecha por haber podido ayudar, reconoce que aún está «con el susto en el cuerpo. Todavía no puedo dormir bien. Tuvimos mucha suerte de que la situación no se complicara», explica este ángel de la guarda para Víctor, Gracia, Lucas e Irati.
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