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El proyector. Yuri Aguilar y su hermano en la presentación realizada en 2017. LP

Los Belloch, pioneros del cine en Valencia

Esta familia valenciana diseñó y construyó proyectores al tiempo que explotaba locales de cine y teatro, como el Novedades. Catadau ha acordado dedicar una calle a unos técnicos singulares

Domingo, 19 de junio 2022, 18:37

En febrero de 2017, el Casino de la Agricultura de Valencia fue marco de una interesante conferencia: Yuri Aguilar, un empresario cinematográfico de Catadau, mostró su faceta de investigador y restaurador al presentar un B1, un proyector de cine de valor histórico, en tanto que había sido construido en 1917 en un taller de la calle de Jesús por los hermanos Matías, Miguel y Francisco Belloch. Aguilar, que sostiene su sala de cine contra viento y marea, no solo restauró la máquina centenaria sino que se ha empeñado en investigar y descubrir detalles de los Belloch, pioneros del cine español en Valencia, mecánicos aventajados y empresarios del sector en diversas ciudades españolas. El último logro de Aguilar ha sido que Catadau dedique una calle a los Belloch.

Los ecos de estos adelantados valencianos los podemos encontrar en GRIMH, un grupo de reflexión e investigación sobre el cine donde los Belloch están ubicados entre los pioneros europeos del cine. Tras el invento de los hermanos Lumiérè, Valencia conoció el cinematógrafo en 1896 y numerosos empresarios ambulantes se dedicaron a darlo a conocer por las ferias de España. Entre ellos, dos valencianos asociados: Matías Belloch Gimeno, un mecánico de proyectores, y Miguel Berbis, un empresario feriante. Importaron películas de Francia, trajeron proyectores de mayor nitidez y fueron de feria en feria. En la Navidad valenciana de 1902 y 1903 ya estuvieron con su espectáculo ambulante. En 1904 trabajaron en Zaragoza y anunciaron un gran surtido de cintas nuevas con las que recorrían las montañas de Teruel. En la Pamplona de 1906 ya tuvieron arrendado un teatro. En 1909, un diario local felicitó a «nuestro estimado amigo don Matías Belloch, dueño del acreditado cine del mismo apellido» porque su esposa había dado a luz un niño en Valencia.

Su esposa era Francisca Berbís, hija de su socio Miguel. Del matrimonio nacieron cuatro hijos: Matías, Miguel, Teresita y Francisco Belloch Berbís. Los tres varones serían expertos en mecánica, óptica, engranajes, iluminación y movimiento. Repararon cientos de proyectores, evitaron con sus innovaciones el peligroso incendio del celuloide y, finalmente, pusieron en el mercado el B1, una máquina muy avanzada y la primera que salió, en 1917, de un taller español. En concreto de los tornos y fresadoras que, desde 1910, funcionaron en Jesús 67 y 69, a cuatro pasos del solar donde habría de levantarse años después la Finca Roja.

Historia. Manolo Taberner en la fachada del salón Novedades en 1926. LP

El investigador Aguilar, en 2017, ya señaló en el periódico que el Belloch-1 nació en un momento clave: cuando el cine dejó de ser ambulante y se instaló en salones estables donde ya se competía en la calidad tanto del local como de sus proyecciones. Las cintas eran más largas, las sesiones también; se necesitaban máquinas más perfectas y resistentes que lucharan con eficacia contra el riesgo de incendio, que aparecía cuando la cinta de celuloide se quedaba parada ante el calor del foco de luz. En España, el B1 fue competidor de los Gaumont o Pathé franceses, de los alemanes Ernemann; en la calle de Jesús se diseñaron engranajes excéntricos que arrastraban la película con seguridad.

El dueño de esa joya del cine, un proyector que exhibe como pieza de museo, señaló en su día que los Belloch, en 1917, fabricaron no menos de 32 máquinas. El modelo B1, que en estos momentos está bajo la protección del programa de À Punt 'Tresors amb història', quedó sobrepasado en pocos años al compás de los cambios tecnológicos, que en el mundo del cine fueron casi anuales. Las historias se hicieron más largas y ocuparon varios rollos, de modo que se hizo preciso que en las salas hubiera dos proyectores. En los años veinte fueron ya máquinas potentes que debían estar ancladas al suelo de la cabina de proyección.

La llegada del cine sonoro, y después del cine en color, volvieron a transformar los sistemas de proyección. El cine sonoro hizo que el número de fotogramas a proyectar fuera de 24 por segundo. En su lucha contra la televisión, el cine, en los 50, introdujo el Cinemascope, de pantalla muy ancha, modalidad que aun sería objeto de otras innovaciones como la cinta doble, de 70 milímetros, o el cine en relieve. La empresa Belloch no diseñó proyectores en este tiempo, pero sí fue adecuada para el mantenimiento y la reparación de proyectores en los tiempos de dificultades de los cines más modestos, en los cincuenta y sesenta.

El salón Novedades y el 'boom' del teatro valenciano

En 1917, Belloch Gimeno, el padre de los tres aventajados mecánicos, cumplió su deseo de tener en Valencia un local que pudiera ser a la vez cine y teatro y tomó en arriendo el salón Novedades, situado en la calle de las Barcas número 11, a pocos pasos del teatro Principal. Desde 1898 funcionaba como cine con una capacidad máxima de 500 espectadores. El empresario encontró el secreto del éxito al combinar, según el momento o la época del año, cine, teatro y variedades.

Las artistas más rutilantes de cada momento pasaron por su escenario, desde la Margot a la Chelito o la Cachavera. En cuanto a películas, Belloch lograba, con programas cortos, dar varias funciones diarias. Pero lo que llevó al Novedades a ser recordado es su vocación de estrenar docenas de comedias y sainetes del género valenciano. Una reforma a fondo de la sala, realizada en 1925, le dio un aire elegante: mejoró el contacto con un público popular que encontraba unas horas de diversión con las obras de autores clásicos, como Escalante o Bernat i Baldovi, o de la nueva hornada como Sendín Galiana, Thous, Beltrán, Buil, Gayano Lluch, Paco Barchino, Morante Borrás y tantos otros. Hernández Casajuana, uno de los maestros del género, reconocía en una entrevista, en 1929, que Matías Belloch era un héroe para los autores por su capacidad de resistencia en una sala popularmente conocida como 'La capelleta'.

Los actores más queridos del público no adoraban menos a un empresario gracias al cual habían trabajado durante años. Pepe Alba y Pepe Ángeles triunfaron allí una y otra vez. Ya mayor, el actor Manolo Taberner, en 1931, recordaba en nuestras páginas el milagro ocurrido en el teatro Novedades, cuando el género valenciano desplazó, con llenazos nunca vistos, el repertorio clásico de variedades y cupletistas, que se refugiaron en el 'music-hall'. A los 75 años, con escasos recursos, Taberner alabó «la bondad inagotable del empresario de Novedades, don Matías Belloch».

El Novedades paró su actividad al inicio de la guerra civil y se recuperó tras la contienda como salón dedicado al cine. Aún tuvo tiempo de dar algunas funciones memorables, aunque como cine de reestreno. Pero sólo sobrevivió tres años a la muerte del patriarca de los Belloch y cerró sus puertas en 1948. El taller de la calle de Jesús fue incautado durante los años de guerra y se dedicó a la reparación, diseño y fabricación de instrumentos de óptica y mecánica útiles para la guerra, especialmente al servicio de la artillería. Tras el conflicto, recuperó su actividad de reparación de proyectores de cine, en el que se mantuvo con fortuna hasta los años setenta.

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