![Certamen de bandas: la vocación de un pueblo](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2024/06/30/192355384--1200x840.png)
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Si el aislamiento y el temor de la pandemia de 2020 y 2021 fue seguido por un deseo natural de expansión y diversión, las epidemias de cólera de 1884 y 1885, que produjeron muchas más víctimas que el Covid, tuvieron como secuela un idéntico deseo de disfrute de la vida. Pocas veces, en el comercio y la hostelería valencianas, se vio un verano como el de 1886. La Feria de Julio, tras dos años de suspensión, supuso un regreso a la normalidad festera, pero aumentada en intensidad. Pero las luces, los bailes, los fuegos artificiales y las corridas de toros contaron ese año con dos grandes alicientes añadidos: una cabalgata histórica que reconstruyó la conquista de la ciudad por don Jaime, y un festejo nuevo, el Certamen Musical, al que se engancharon muy pronto bandas de las tres provincias, como prueba de su intensa vocación musical.
Las bandas valencianas, en ese tramo final del siglo XIX, eran ya escuelas de cultura, con miles de educandos y aficionados. Pero el Certamen de Valencia les dio un aliciente nuevo: el de viajar a la capital y dirimir allí, ante un jurado y ante las bandas tenidas como rivales, tanto la calidad de sus interpretaciones como el prestigio. La rivalidad de las aficiones, de ese modo, encontró un marco de competición, tan culto como popular. Y la ciudad de Valencia, muy pronto, encontró que la presencia de miles de melómanos que viajaban para seguir a su banda, animaba todavía más una Feria nacida para estimular al comercio y la hostelería de la gran ciudad.
Se improvisó mucho en la organización del primer concurso, como de costumbre. Cuando el concejal promotor logró contagiar al alcalde Manuel Sapiña Rico de la idea del Certamen Musical, ya faltaba poco para el mes de julio. Pero, así y todo, nueve bandas de Valencia y Castellón aceptaron desplazarse a Valencia para desfilar y competir aquel primer verano, el de 1886. Fueron las dos músicas de Carlet, más las de Utiel, Algemesí, Alzira, Onda, Puçol, Sagunt y Alberic; un total de 339 músicos. Fuera de concurso, se sumaron a última hora las formaciones de Torrent, Font de Sant Lluis, la de los Veteranos y la de los Bomberos: un estirón del presupuesto municipal hizo que se añadieran.
A las cuatro de la tarde del 29 de julio de 1886, las bandas se concentraron en la plaza de Tetuán, donde se dispersaron para dar un pasacalle por la ciudad. Fue un espectáculo que encandiló a la gente en un caluroso día de Feria. La ciudad, donde La Universidad era escenario de una importante asamblea pedagógica, estaba rebosante de forasteros; desde los comercios y los restaurantes, desde el nuevo Café El Siglo, en la plaza de la Reina, también desde el Café de España, en la Bajada de San Francisco, la gente salió a la calle a aplaudir a los músicos. Ese día, el programa ferial incluía cucañas en varias plazas el centro y fuegos artificiales por la noche. Las bandas militares de los principales regimientos de la ciudad tenían audiciones programadas dentro del programa. Pero Valencia dio una prueba ese día: nunca hay suficiente fiesta. De modo que las bandas concursantes, reunidas de vuelta a las cinco y media de la tarde frente a Capitanía, marcharon en desfile por el puente del Real hasta la Alameda, donde les esperaba el pabellón municipal de la Feria, escenario del concurso.
El jurado, presidido por el teniente alcalde José María Manaut, contó como asesor principal al maestro Salvador Giner, con Eduardo Jiménez, José Valls, José Espí, José González Ibáñez y Manuel Adler, todos especialistas. El académico señor Arnao fue invitado a unirse al jurado.
Hecho el sorteo, los 32 músicos de la banda de Algemesí iniciaron el concurso con la pieza que eligieron, la famosa marcha de Aida. A continuación le llegó el turno a la banda nueva de Carlet, que eligió al final de Macbeth para su actuación. Y es ahí donde la reseña del periódico nos ofrece una clave del éxito del certamen valenciano. Porque escribimos: «Entre esta banda y la otra del mismo pueblo, hay una rivalidad que las anima, que ha traído gran parte de aquel vecindario s Valencia, y que ha conseguido formar dos músicas de primer orden en Carlet».
La rivalidad, la competición, el estímulo artístico al servicio de la calidad musical: ahí estuvo, y sigue estando casi 140 años después, la clave del éxito de un Certamen de Bandas que sigue funcionando, en el maro de la Feria de Julio, en su tercer siglo de vida.
La Primitiva de Carlet tocó en quinto lugar e interpretó una fantasía de Guillermo Tell bajo la dirección de Joaquín Guillomina. El jurado estimó que fue la mejor, merecedora del primer premio, dotado con la respetable cifra de 1.000 pesetas, un verdadero dineral en aquellos tirmpos. La banda de Utiel, interpretó una fantasía, obligada de bombardino, que llevaba por título Amelia, y conquistó el segundo premio, de 500 pesetas. El tercer galardón, dotado con de 50 duros, fue para la banda de Alberic, que puso en los atriles la pieza Bonditerostriche, que resultó muy aplaudida, como todas las concursantes.
Al final, todos los participantes tuvieron algún tipo de recompensa, siquiera fuera honorífica, para sus vitrinas. La buena acogida de Valencia ayudó a consagrar este nuevo certamen nacido con improvisación, pero muy pronto mejorado. En 1888, por ejemplo, el concurso fue doble, para bandas militares y civiles, y ya usó como escenario el gran ágora de la plaza de toros.
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