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TAL COMO ÉRAMOS
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TAL COMO ÉRAMOS
Funcionarios sancionados, multas por blasfemar y petición de mano¿Funcionarios judiciales sancionados? Por supuesto. A ver si nos creemos que esto de la venalidad en la cosa pública nació anteayer, cuando en realidad ... semejante drama convive desde antiguo entre nosotros. Una noticia fechada hace cien años, publicada en estas páginas, me sirve para inaugurar esta sección que tiene nombre de película ('Tal como éramos': te la recomiendo) y que detalla, con una mirada retrospectiva, lo que promete. Como éramos.
Veamos por ejemplo esa información que te comentaba, a cuenta de cómo algunas disposiciones publicadas el 1 de diciembre en la Gaceta (el papá del actual BOE) aludían a las sanciones impuestas a una serie de funcionarios judiciales, para escándalo de nuestros predecesores en estas páginas: «Aún el espíritu más apartado de los asuntos públicos no dejará de llamarle la atención que nada menos que el diario oficial dé a conocer, con el nombre de quien delinquió, la pena correspondiente a su falta». «Es una mácula indeleble en la historia profesional de los individuos», se espantaba el redactor.
Tenía más motivos para la preocupación aquel reportero, según se deduce del menú informativo que LAS PROVINCIAS brindó a sus lectores, al¿ módico? precio de 10 céntimos. Por ejemplo, el llamado 'Problema regional valenciano': con esas tres palabras titulaba el Centro Escolar Mercantil, sito en la calle Libreros, el cursillo de conferencias que se iba a organizar en torno a la «futura organización regional desde el punto de vista valenciano». Como observamos, tampoco en este apartado hemos avanzado tanto. La conferencia, por cierto, contaba como ponente con el abogado Ignacio Villalonga.
Nuestros bisabuelos no puede decirse que se aburrieran con la lectura de este periódico, donde cabía un poco de todo. Sí, más o menos también como ahora. Quedaban puntualmente informados de las peticiones de mano que se convocaban por entonces (era el caso de la «bellísima señorita» llamada María Julia de Echenique para su prometido, Alfredo Galera y Paniagua, capitán por cierto del Ejército) y podían bucear incluso entre las profundidades del microperiodismo, hasta donde descendía el periodismo de entonces para relatar esta fastuosa novedad: «Por los doctores don Enrique López y don Vicente Navarro ha sido operada la distinguida señorita Rosalía Soler Moreno Campo, hija de la baronesa de la Casa Soler». «Nos complacerá mucho que sea rápido su restablecimiento», añadía la nota de sociedad.
Y al igual que ocurre entre nosotros, también entonces esta clase de noticias amables, que procuraban no amargar el desayuno de nuestra audiencia, convivían con otras de cariz más sombrío: sí, la sección de Sucesos, de donde llegaba cumplida información sobre atropellos, peleas entre yerno y suegro en Massarrojos, robos al público del Teatro Principal (bravo incluido a los policías Iborra y Garrañaga, que apresaron al ladrón de... una gabardina) y multas por blasfemar a dos vecinos de Valencia a quienes se identifica pero no citaré por una norma de elemental discreción. Se llevaron por cierto de sanción la derrama de 75 pesetas.
Por supuesto, y en esto tampoco hemos cambiado tanto, el matrimonio entre información y publicidad celebraba sus esponsales cada día en nuestras páginas. De aquel ejemplar de hace cien años he seleccionado tres perlas. A saber.
Lo curaba todo, o casi todo. Diabetes, albuminuria (exceso de albumina en la orina: lo he buscado en google, de nada), tos, bronquitis, asma... El «maravilloso método completamente vegetal» que descubrió un misterioso religioso llamado Abate Hamon se publicitaba en LAS PROVINCIAS apuntando hacia el domicilio sito en la calle Historiador Chabás, donde se alojaba el laboratorio que lo comercializaba. Por cierto, ahora son yo quien da las gracias: así me entero de que su ecológico bebedizo («¡Nada más que plantas!») se sigue ofertando. Hamon era un influencer y no lo sabía.
Jabón Heno de Pravia, el aroma de tu hogar, rezaba aquella publicidad camp con que crecimos en las primeras televisiones a color: era el mismo eslogan que ya hace cien años se empleaba para animar a que los pequeños de los hogares valencianos se empaparan en el jabón de la prestigiosa marca y, como resultado, lucieran una piel perfecta: ah, aquellos niños limpios, de cutis suaves... Las joyas de la casa, también por entonces.
Mi tercera entrega de aquella publicidad tan camp observa idéntica tendencia a la actual moda de obsesionarnos, como ves, con la salud, la belleza y demás martingalas. Lo curioso del caso del famoso Linimento Sloan (que por cierto servidor llegó a utilizar cuando empezaba a afeitarse y lo confundió con el aftershave: aún se escuchan mis gritos) es que ha sobrevivido más o menos hasta nuestros días. Tal vez porque garantizaba un imposible, esa clase de fetiches tan atractivos: curaba los suplicios de cuello rígido, garganta irritada y dolores en el pecho, entre otras abundantes patologías. El dolor desaparecía de manera instantánea: a mí me pasaba que, en efecto, me aliviaba repentinamente (o lo disimulaba) sólo con ver la imagen del llamado doctor Sloan, un malo como de Fumanchú cuya imagen decoraba el frasco: tenía cara de mandarte a fusilar por flojo si no te gustaba su invento.
P.D. ¿Qué te parece? ¿Verdad que no, que no hemos cambiado tanto? Por si tuvieras dudas, me despido con un suelto de la Sección de Deportes: el Valencia recibía en Mestalla al Celta y el redactor se ponía la venta antes que la herida, porque veía al equipo «descohesionado», sostenía que el equipo visitante fuera a ofrecer «una brillante exhibición» a la orilla del Turia y suspiraba por un Valencia campeón y fuerte... Más o menos, como ahora.
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