Una de las tiendas de Galerías Martín. Cedida por la familia martín

Galerías Martín, el entramado de tiendas que proporcionó a los valencianos el mítico batín de boatiné

La cadena de establecimientos que nació en 1958 y pervivió hasta 2018 estrenó la venta en cubetas y colocó uno de los primeros rótulos de neón de la ciudad en la calle Calabazas

Laura Garcés

Valencia

Sábado, 11 de septiembre 2021, 00:18

¿Se viene de compras con LAS PROVINCIAS? Empezamos el viaje. Hubo un tiempo no muy lejano en el que las calles de Valencia se mostraban sembradas de un rótulo comercial que combinando el rojo y el blanco anunciaba al público uno de los ... comercios que mayor popularidad alcanzó en la ciudad: Galerías Martín. Confección: prendas para vestir de arriba abajo y de dentro a afuera a toda la familia, fueron la especialidad de un establecimiento que salía al paso del viandante en numerosos y emblemáticos recorridos por la capital, incluso por unos cuantos pueblos de la provincia. Nacido del espíritu emprendedor de Alejandro Martín y su esposa, María Díez, el comercio dio sus primeros pasos en 1958. Aquel año, justo uno después de la gran riada que anegó Valencia abriendo paso a la gran transformación urbana de la capital del Turia, el matrimonio abrió en el número 26 de la Gran Vía de las Germanías el primer establecimiento de un sello comercial que extendió en la sociedad valenciana el calor de la bata de boatiné, estrenó la venta de prendas seleccionadas en cubetas y llevó los letreros de neón hasta el tradicional barrio del Mercat para rotular la casa que tuvieron en la calle Calabazas. Vendió «mucho, mucho, mucho».

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Desde 1958

Alejandro Martín era inspector de Policía y María, ama de casa. Buscaban nuevas oportunidades en la vida. Dieron un paso adelante. «Les surgió la oportunidad por medio de un amigo de hacer un pequeño almacén y así empezaron. Lo montaron para vender al mayor. Pero abrieron puerta al público para el vecindario». El éxito no tardó en llegar y «decidieron vender al detall. Abrieron entonces la tienda de la calle Calabazas», relata Marytines Martín, una de las tres hermanas que tras seguir los pasos de su padre, regentó hasta el final las galerías bautizadas con su apellido. Aquello sólo fue el principio de una gran aventura que a lo largo de sesenta años -hasta 2018- se escribió desde establecimientos en la Avenida del Oeste, las calles Gracia con Músico Peydró, San Juan Bosco, el Cabanyal, Málaga, Uruguay. En Monteolivete, y en las dos tiendas de Nuevo Centro», además de en localidades como Xàtiva, Ontinyent, Cullera o Mislata. «Llegamos a tener 120 empleados», puntualiza Marytines.

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El boatiné, producto estrella

Pijamas, delantales, batas, camisones, vestidos, faldas, suéters, pantalones, trajes de chaqueta de caballero, bragas y sujetadores dibujaban un variado y colorido catálogo de prendas que se podían adquirir en la cadena de establecimientos que tuvo como «producto estrella los batines en la época del boatiné». Así que buena parte de los míticos batines azul celeste o rosa -en un tono que hoy llamaríamos chicle-, y también los estampados con «florecitas pequeñas», que abrigaron días y noches domésticas -incluso alguna escapada por el barrio dando qué hablar a las lenguas del vecindario- salieron por las puertas de Galerías Martín. «Para vender en un día setenta u ochenta batines en una tienda, no tenías que correr», apunta Marytines. El boatiné, que el diccionario de la RAE define como «tejido acolchado con guata, generalmente pespunteado», había alcanzado gran popularidad en la sociedad. Era cómodo, ligero y abrigado. «El batín nuestro era famoso. En navidades vendíamos ¡buahh! Lo que no se puede imaginar. Era el regalo típico de Reyes», puntualiza la hija del fundador.

Grandes escaparates y mucha luz

El babi y los delantales, incluso aquellos que se vestían por la cabeza y se anudaban con un lazo a los lados del cuerpo, cuyo nombre descubre Marytines era «casullas, como lo de los curas» también alcanzaron éxito en las tiendas con bandera Galerías Martín, caracterizadas por sus grandes escaparates y puertas abiertas. El público bien podía disfrutar de la impresión de que desde la calle se veía todo. Lo certifica Marytines al confesar que «siempre intentamos que las tiendas desde fuera se vieran lo máximo posible. Mucha luz».

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Tajes de comunión y de novia

En los primeros tiempos no faltó la ropa de hogar, algo que fue desapareciendo. De la misma manera que algún valenciano todavía puede recordar que en Galerías Martín le compraron el preciado traje para el que se predicaba entonces como el día más feliz de mi vida entre los pequeños de la casa. «Vendíamos trajes de Comunión, pero fue por poco tiempo. Había tiendas especializadas y era un producto que necesitaba muchísima atención y nuestra venta era muy ágil, muy rápida. También vendimos trajes de novia».

Las primeras cubetas

Las populares galerías avanzaban imparables de la mano de la filosofía del «poquito a poco» y también de la innovación. «Mi madre fue la primera que implantó las cubetas: poner las prendas en cubetas por precio, mezclados varios productos. En Valencia no lo hacía nadie. Fue ella la que lo empezó a poner». Ofrecían ropa para todos los públicos. Llegó el cambio en los usos comerciales, el 'low cost' empezó a pisar fuerte y como «todo el mundo se empezó a ir a tiendas de ropa juvenil, y empezamos a quedar pocos, nos especializamos en clásico, más buscados por gente mayor».

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Anuncio de la liquidaión en una de las tiendas. Cedida por la familia Martín

«Vendíamos mucho, mucho, mucho»

Los años setenta y los primeros ochenta marcaron el éxito de una firma que vendía «mucho, mucho, mucho. En aquella época las cifras no tenían nada que ver con las de ahora, hablo de cantidad de prendas, en un día podía vender en la tienda de la calle Calabazas más que ahora se vende en un mes», aclara la comerciante. El éxito, la popularidad, tenía una explicación: «No había nadie que ofreciera precios tan competitivos en Valencia». Y no sólo la capital dirigía sus pasos a Galerías Martín para satisfacer la necesidad de vestir. No había pueblo de la provincia, más allá de donde estuvo establecida la firma, que no supiera de su existencia. «Venía gente de todos los pueblos. Los sábados por el puente de madera venían en manada, familias enteras. Llegaba la madre, el padre, la tía y todos». Y para cada uno Galerías Martín tenía lo que buscaban. Si no en las perchas, en aquellas innovadoras cubetas donde las prendas se ofrecían vendían por precio y artículo. «Bragas hemos vendido más que en toda Valencia. Y la clientela en vez de tenerlas que pedir al dependiente, las encontraba en las cubetas». Había terminado la espera hasta que se sacaban las cajas, se mostraba el producto y llegaba la decisión de comprar.

Con uniforme hasta 2018

Fueron un referente hasta que en 2018 llegó la hora del cierre de aquella cadena de tiendas que nunca cambió el estilo del rótulo ni los colores de su bandera. Eso sí, cuando los neones empezaron a deslumbrar en la ciudad, también lo hicieron los de Galerías Martín estrenándose, como Marytines cree recordar, «en la tienda de la calle Calabazas, que hacía esquina. Si no me equivoco ponía Galerías Martín. Señora, caballero y niño. Todo en neón. Fue rompedor, aunque ya Lanas Aragón los tenía». Pasaron los años y llegó la hora de la jubilación. «Aguanté hasta los 70 años. Mis hermanas y yo no éramos de estar en casa dirigiendo. Yo a las ocho y media estaba allí. Abría y cerraba la tienda». Paulatinamente fueron cerrando cada una de las casas hijas de aquel almacén de Germanías que se dio a conocer con un letrero que «yo juraría estaba pintado sobre la fachada por un rotulista de aquella época». Hasta el último día, hasta en la última tienda, como se acostumbró desde el primer día, las dependientas vistieron uniforme. Eso sí, adaptado a las tendencias. La historia empezó con falda recta azul marino y camisa blanca con lazada y terminó con pantalón y camiseta negra con el nombre de la tienda impreso en la espalda. Cuántas vueltas dio la vida mientras Galerías Martín la vistió.

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