El hotel que Meliá no pudo levantar en Valencia

El proyecto que Meliá trajo a Valencia se ofreció a la prensa en forma de dibujos y borradores de los que no ha quedado mucho rastro. Pero no se ocultó que se quería imitar la forma y el estilo del Contemporary Resort Hotel, pieza principal del Walt Disney Resort, en Bay Lake, Florida. Era, y sigue siendo tantos años después, una pieza clave para los negocios hosteleros de la Disney y sus parques temáticos.

Todo indica que el emprendedor valenciano estuvo en la fiesta de inauguración del hotel, el 1 de octubre de 1971. En todo caso, quedó convencido de que ese modelo de edificio, con las fachadas inclinadas hacia el interior para darle un perfil con forma de A, era el ideal para Valencia. Todas las habitaciones, más de 350, tendrían terraza exterior. Y en las entrañas de la gran barraca estarían los servicios comunes del hotel; incluso se podría pensar en traer a Valencia el modelo completo de Florida: porque el monorraíl del parque Disney tenía su estación en el interior del hotel y en Valencia, desde la alcaldía de López Rosat, se hablaba con frecuencia de monorail o de un Metro ligero.

Valencia, en los primeros años setenta, vivió años de dudas y polémica en torno al turismo creciente. Se construyó el parador de El Saler y parecía que el turismo de la ciudad se iba a encauzar por el desarrollo de la Dehesa; pero pronto se vio que el sacrificio completo de aquel paraje era erróneo y hasta peligroso. Meliá, que estuvo ligado a un incipiente proyecto de hotel en El Saler y a una efímera marina de veleros a ubicar en la costa de Pinedo, introdujo cautela en sus proyectos valencianos y se concentró en el proyecto de los terrenos feriales, junto al desaparecido palacio de Ripalda.

Pero obtenida licencia de obras para su hotel el 31 de noviembre de 1974, la impresión, en los primeros meses de 1975, es que se había excavado el sótano pero la obra del hotel no cobraba vuelo. Los rumores sobre un «parón» del proyecto se hicieron comunes en todos y habituales mentideros municipales.

Al anochecer del 13 de marzo de 1975 José Meliá Sinisterra estaba preparándose para la cena de gala en la que tenía que recibir uno de los premios 'Colosos del País Valencià' que por entonces otorgaba la falla de la plaza del Caudillo, acogida al mismo nombre de 'Els Colossos'. Con una elegante boquilla, el famoso industrial hotelero fue quemando, uno tras otro, varios cigarrillos de tabaco rubio al tiempo que respondía preguntas y más preguntas de LAS PROVINCIAS. Cuando se sintió incómodo, aludió al smoking que tenía que vestir para la cena.

El fundador del imperio Meliá accedió a hablar de todo. Y desmintió, para empezar, que su hotel valenciano fuera un proyecto parado. «Sí, ya sé que se ha dicho que el Hotel Meliá Valencia estaba parado, que si había dificultades, etc. Lo que puedo decir es que hay una auténtica ansiedad por ver terminado este hotel. Quiero que se sepa que un hotel se empieza por debajo, por los sótanos, que es donde se concentra lo más importante del complejo. Y que esos preparativos son los más difíciles en cuanto a tiempo y dinero».

En efecto, había obras en el espacio que antiguamente ocupó la Feria Muestrario, frente a los Viveros. Pero los valencianos no veían levantarse pisos: tras las vallas solo se aventuraba un gran sótano, una enorme vasija de cemento. «Las habitaciones es lo más fácil de hacer», dijo Meliá. «Estamos trabajando en los sótanos y llevamos 23 días de adelanto sobre las previsiones técnicas». El promotor fijó para la Navidad de 1976 la inauguración de su hotel en Valencia. «No hay problemas. El consejo de administración ha reafirmado hoy su entusiasmo en que el hotel se realice. De acuerdo con el primitivo proyecto de 350 habitaciones, de las que 286 serán sencillas y el resto suites», afirmó. «Este será, sin duda, el mejor hotel de la cadena. Y naturalmente eso me produce una gran satisfacción al tratarse de mi tierra».

Claro está que el retraso había encarecido los costes. «La inversión -dijo el hotelero con firmeza-ha pasado a ser de 1.300 millones de pesetas. Un 30% más de lo que se estimó». Y enseguida se apresuró a salir al paso de la siguiente pregunta. «Sí, el capital valenciano no ha fallado». Y a inyectar más optimismo: «Hay euforia, que no obedece solo a un aspecto sentimental, sino que es fruto de los estudios sobre la evolución que ofrece el desarrollo valenciano».

Sin embargo, las obras de aquel Meliá Valencia no sobresalieron del nivel de la calle. Y siempre ha quedado en al aire una falta de datos capaces de aclarar qué ocurrió. Porque se terminó la vasija de los sótanos y no hay indicios de que hubiera un problema arqueológico en un espacio donde, muy probablemente, debieron aparecer ruinas anejas al palacio Real o del propio palacio. Pero, si alguna ruina apareció, todos callaron, cosa rara en Valencia. Todo indica, pues, que fue el encarecimiento del proyecto -de 1.000 a 1.300 millones de pesetas-el que dio al traste con la idea en un tiempo, recordemos, de aumento de costes por la crisis galopante del petróleo.

Así ha quedado, el menos en el recuerdo, un fracaso que en el historial de la firma Meliá fue notable: el de Valencia. El propio don José se dolió de no haberlo coronado en el curso de un homenaje que se le tributó en 1996, apenas tres años antes de su fallecimiento.