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El visitante que recorra la fortaleza del Monasterio de El Puig y alcance la puerta que da acceso al Museo de la Imprenta enclavado en ... el impresionante conjunto monumental tropieza desde hace un año con un cartelito donde se informa que ese espacio está cerrado. Cumple un año clausurado, desde que el 21 de marzo del año pasado la Conselleria de Cultura tomó esa decisión. Unos meses antes, el 25 de octubre del año 2023, había sufrido un pequeño incendio, que no pasó a mayores gracias a que un testigo avisó desde el exterior del monasterio de que salía humo y se pudo apagar el fuego, desatado en un cuarto auxiliar. Fue una contingencia menor, pero suficiente para que en la Administración saltaran las alarmas sobre el estado de abandono que presentaban las instalaciones y se acordase su cierre, para desesperación de quienes mejor lo conocen: los miembros de la asociación de Amigos del Museo, que ellos llaman Senado (y senadores a sus integrantes), quienes dan ahora a su vez su propia voz de alerta: el Museo, a su juicio, merece una atención superior a la que recibe, porque contiene valiosas joyas y porque representa un pertinente recordatorio de la riqueza que en esta materia distingue a la Comunitat. La Historia de Valencia, advierte uno de los responsables de la asociación, Enrique Fink, no puede entenderse sin recordar la contribución de linotipistas, tipógrafos y otros profesionales del ramo a forjar nuestro ADN.
También la Conselleria opina algo parecido. En respuesta a preguntas de este periódico, a través de un correo electrónico desde el departamento de comunicación se enfatiza que «el Museu de la Impremta i les Artes Gràfiques posee una de las mejores colecciones de Europa en su ámbito» y anuncia que «se está trabajando para que el Museo vuelva a abrir en 2025, recuperando y poniendo en valor la excelencia de su colección y sus fondos y para que se convierta en un referente para el municipio y para toda la Comunitat, como lo fue en 2011-2015». Se refiere al periodo en que el PP dirigió el Gobierno valenciano, aunque los Amigos del Museo tienen una opinión particular al respecto: según la versión que aporta Fink, las instalaciones ya atravesaron severas carencias en esos años, fruto en su opinión de los efectos de la crisis de 2008.
No es su único reproche. Recuerdan que el Museo nace, fruto de la iniciativa privada, en el año 1987, por impulso de coleccionistas como Ricardo Vicente Museros, José Huguet y Gonzalo Sales, quienes donan los fondos originales: máquinas, libros, obra gráfica... Una serie de bienes que pasan en el año 2006 a manos públicas. La Generalitat se hace cargo del Museo, lo integra en su red y amplía incluso las instalaciones, además de invertir en la compra de nueva maquinaria antigua (rotativas e ingenios semejantes), además de correr con el alquiler de sus 2.000 metros cuadrados en pago a los dueños del monasterio, los religiosos mercedarios. Una serie de medidas que conviven, de acuerdo con el relato de Fink, con un acusado desapego institucional: recalca que ningún presidente del Consell se ha pasado jamás por el Museo, un ninguneo que alcanza también a los consellers del ramo, con la excepción de Vicent Marzà «antes de serlo».
De esa frialdad con que el Museo ha sido gestionado desde la Generalitat dan fe además otros detalles significativos que Fink recopila. «El Museo ni siquiera tiene inventario actualizado», señala. Tampoco se ha invertido en el mantenimiento de la maquinaria «ni funcionan los vídeos divulgativos», esenciales a su juicio para que los visitantes (escolares, en su mayoría) conozcan la magnitud del Museo. «Hasta los extintores estaban averiados», se queja. Un proceso de deterioro que conspira contra la evidencia citada por la Generalitat y que también los Amigos del Museo avalan: la importancia de sus fondos, que atrajeron la atención durante el año 2023 de 15.000 visitantes. No sólo estudiantes. También desfilaron por sus salas alumnos de artes gráficas y especialistas en el ámbito de la imprenta y la tipografía. «En 2021 se llegó a 17.000 visitantes», recuerda Fink.
¿Y qué experiencia se llevan estas miles de personas del Museo? Por ejemplo, descubren sus colecciones de obra gráfica, que llevan la firma de artistas tan reputados como Tàpies, Alfaro, Equipo Crónica, Equipo Realidad, Genovés o Miró. O piezas tan llamativas como una copia exacta de la imprenta de madera utilizada por Gutenberg, que junto a la prensa Stanhope de 1805 y la Imperial fabricada en 1828, «muestran el tránsito de la prensa de madera a la de hierro», como advierte la Conselleria.
También los Amigos del Museo subrayan la importancia de los fondos, en consonancia con el relieve que el mundo de la imprenta ha tenido históricamente para Valencia. Fink, un erudito estudioso en esa rama del conocimiento, observa que «el momento de esplendor de Valencia en el siglo XV coincide con el de la expansión europea de la imprenta». De ahí que, como relata, «siendo la ciudad más poblada de la España cristiana» y teniendo en cuenta «su posición de liderazgo en la Corona de Aragón» la entonces pujante empresa de las artes gráficas vea en la Comunitat una tierra de promisión: se instala entre nosotros la acreditada Compañía de Ravensburg «y con ellos Jacobo Vizlant y Lambert Palmart», dos prestigiosos profesionales, «a los que siguen una docena de impresores alemanes, flamencos y franceses». Como resultado, fruto también de la fluida comunicación marítima con Italia, «aquí se conforma el primer núcleo estable e importante de la imprenta española». Un arraigo que explica que sea en Valencia donde se alumbran hallazgos tan magnos como «la primera obra literaria, les Trobes, la primera novela Duobus amantibus y la primera traducción española de la Biblia, que se hace en valenciano».
Conclusión. Como cita Fink, «desde 1472 a 1490, Valencia es el lugar donde más libros se imprimen». Anota en este capítulo la impresión de 715 ejemplares del Tirant «que en su momento es el libro que alcanza el mayor precio en el mundo» y se apoya en todos estos argumentos para destacar que esa «larga y fructífera tradición impresora llega hasta hoy» pero su reflejo se detiene, en el caso del Museo, hace un año, desde el momento en que cerró sus puertas. ¿Y ahora? ¿Se creen los Amigos del Museo la promesa de su reapertura? Contesta taxativamente Enrique Fink: «No». Y añade: «Me parece que es una respuesta de la Conselleria con la que no se comprometen a nada».
Una obra dedicada a la Asociación de Amigos del Museo de la Imprenta durante la visita que hizo a Valencia el considerado mejor diseñador de tipografías de la segunda mitad del siglo XX.
Una rara máquina de la transición a la fotocomposición.
El gran invento que permitió la expansión de la prensa en el siglo XIX.
Impresa en Litografía Ortega a 22 tintas, donada por Enrique Fink y sus hermanas.
La máquina original más antigua del Museo y que estuvo desde esas fechas en la Imprenta de Mateu Garín.
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