Una redacción dotada de dos pianos de cola y un mechero de pared, mobiliario de sacristía y cuarto de plancha, un caballete de pintor «y ... una caja de hierro para guardar valores». La sede de nuestro periódico hacia el año 1893, cuando se data en un inventario la relación de bienes que poseía, ilustra las peculiaridades propias de un edificio que no era cualquier edificio, sino un palacio. Nada menos que el Palacio Valeriola, donde reside en realidad una especie de condensado de la historia de Valencia, de las huellas del circo romano a esta parte, cuando acoge el espléndido centro de arte Hortensia Herrero cuya fundación presentó ayer el libro que recopila la trayectoria de un formidable caserón que, en efecto, contó entre su larga serie de encarnaciones con un periódico alojado entre sus paredes. Y tampoco es cualquier periódico, sino el decano de la prensa valenciana. LAS PROVINCIAS unió su nombre a la saga de los Valeriola luego de mudarse de la cercana calle Avellanas donde emprendió su andadura y antes de que, en medio de los vaivenes de la II República, se trasladara a la Alameda, donde la conoció el ala senior de la ciudad. Hasta los años 70 del siglo pasado, sin embargo, mantuvo en este coqueto palacete de la calle del Mar algunas dependencias, testigo último de su estrecha vinculación con la casa que fue de los Valeriola: «Yo he estado en una sala viendo algunos enseres que almacenaba aquí el periódico».
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Lo cuenta Francisco Pérez Puche, cuya vida es tan proteica como la del propio palacio. Director de este diario, donde mantiene su firma como articulista habitual, cronista de Valencia y autor de uno de los capítulos consagrados en la publicación presentada este martes que repasa precisamente la condición del edificio como casa de LAS PROVINCIAS. Un enjundioso artículo donde destaca los aspectos más relevantes de nuestra historia, a punto de cumplir este mes 159 años de vida, y también esa clase de detalles que convierten a un periódico en algo más, bastante más, que un vehículo para informar: es también el canal que sella con sus lectores un contrato de lealtad, hasta convertirse en una referencia ciudadana. ¿Cómo? Por ejemplo, mediante la astuta estrategia de disponer en su fachada, la señorial fachada del palacete, de unos pizarrones donde nuestros antepasados en el arte de comunicar daban cuenta tiza en mano de los pormenores de la actualidad… a la velocidad de entonces. Era el internet de la época, que se movía a un ritmo analógico, pero que cumplía con el propósito de compartir con la audiencia las novedades nuestras de cada día: el sorteo de Navidad era seguramente, como explica Puche, uno de los momentos clave que congregaba a un mayor número de curiosos ante la sede de LAS PROVINCIAS. O lo que es lo mismo: delante del Palacio Valeriola.
Puche ha sido una de las personalidades que asistieron a la presentación del libro, coordinado por el catedrático de la Universitat de València Josep Montesinos, ya jubilado. Recibió el encargo de la Fundación Hortensia Herrero en el año 2019, reunió a un amplio y prestigioso grupo de colaboradores, trazó con su concurso la biografía del palacete y dejó que en sus más de 350 páginas hable la historia. Una triple historia. La Historia con mayúsculas, que traza el árbol genealógico del edificio remontándose hasta la época de construcción del circo romano (escenario por cierto de la presentación del libro, celebrada en la sala que alberga sus huesos). Y también la historia en letra pequeña, la que forja en el imaginario popular esa clase de anécdotas que mencionaba Puche. Curiosidades como las que firma en el capítulo donde glosa esa otra tercera historia, la de este periódico: cuando en sus páginas, el llamamiento a la concordia entre los valencianos que ya reivindicaba nuestro manifiesto fundacional, se reflejaba en la presencia en la antigua sede de Valeriola de antagonistas acérrimos, como aquellas dos cumbres de la cultura valenciana, Azorín y Blasco Ibáñez. La escena que retrata Puche de ambos, sentados en animada y cordial tertulia en el balcón esquinero del Palacio de Valeriola, sirve como símbolo de LAS PROVINCIAS. Su pretensión de ser «la voz del país, la voz de los que callan», como reza nuestro manifiesto. Un periódico que casi 160 años después sigue ejerciendo como ese «terreno neutral en el que se aproximen y entiendan las diferentes influencias».
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